Caso Daniel Solano: entrevista al padre Cristián Bonín.

Choele Choel, Puel Mapu. “Comencé a sentir lo que sentían los obreros cuando reclamaban”, confiesa a modo de presentación y posicionamiento (humano) político, Cristián Bonín. Cristián demuestra pensarse continuamente desde la situación del otro. “¿Cuántas veces callamos? Elegimos no meternos, no involucrarnos, no profundizar.” En Cristián se percibe rápidamente un andar cauteloso, moderado, pero no por ello menos comprometido. “¡Por principio creo en la víctima! Interpreto, trato de contener, hacer partir mi visión de la realidad desde el lugar de la víctima”. Cristián escucha antes de hablar. Es un observador preciso. “Una forma de considerar, de hacer tolerable el pensamiento de que no hay que agarrárselas contra la empresa explotatoria es despreciar o devaluar, como persona, al explotado, como diciendo: ‘la identidad de ese ser no es contemplada, entonces, su categoría de persona me duele menos porque no es sujeto de derecho”. No pasa mucho tiempo antes de que las personas reconozcan en el padre Cristián un pensamiento particularmente inusual, agudo, crítico, imitable. Las definiciones y los interrogantes brotan de él como brotan las acciones de compromiso hacia el caso Solano. “¿Por qué tenemos que ir detrás de algo que los pueblos no tiene control? Aquello en que los pueblos no están representados. Hay que dejar de latir alrededor de ese corazón financiero podrido, especulador, ladrón, corrupto”. Cristián Bonín se acercó a la familia Solano en la primera marcha que se realizó en Choele Choel. Desde ese encuentro nació un vínculo que trascendió la palabra. En la voz de Cristián existe un retrato preciso y definido de Gualberto Solano; un retrato que adquiere múltiples texturas, desde la presencia de Gualberto en vida, hasta la de su propia muerte.  “A Daniel lo mata la policía y yo creo que a Gualberto lo matan la policía, el poder judicial y la inoperancia de la Salud Pública”.

Introducción

Cuando nos encontramos con Cristián ya habían transcurrido exactamente 23 audiencias de las 33 que duró el juicio. Gualberto Solano sólo alcanzó a presenciar tres audiencias. Su cuerpo no soportó más. Murió el 3 de abril de 2018. Con Cristián fue inevitable hablar de los últimos días de Gualberto en Choele Choel, de las penurias que lo acosaron durante los días previos al juicio y dentro del jagüel. Pero también Cristián citó escenas desconocidas del caso: la hermana de Gualberto, el día que Gualberto conoció el mar y la responsabilidad del hospital (público) en su muerte. A continuación una crónica que dibuja, con un trazo definido, el pensamiento del padre Cristián Bonín y las fotos de Gualberto que quedaron retratadas en su memoria.

Advertencia al lector/a: la entrevista que leerán a continuación es de largo aliento. La misma está organizada en capítulos para que la puedan leer por partes. Acomode el cuerpo y comprenda que esta lectura forma parte de su responsabilidad. Este 5 de noviembre se cumplen 7 años de la desaparición de Daniel Solano, y los 7 policías siguen aún en la calle a tres meses de haberse dictado la sentencia.

Kiñe Uno. Todas los muertes de la familia Solano

El camino a Choele Choel desde la Ciudad Judicial de Fiske Menuko, resulta extenso; más extenso aún resulta si antes de emprender el viaje presenciamos una de las 33 audiencias que contuvo el juicio por la desaparición y el homicidio de Daniel Solano. El viaje representaba mi primer viaje a la ciudad de Choele Choel (Río Negro). Mi inquietud era doble. Por un lado quería conocer esta ciudad ya que era uno de los grandes campos de concentración donde fueron alojadas familias mapuche en la mal llamada “Campaña Expedicionaria del Desierto”. Y por otro lado, existía una necesidad documental por conocer y registrar los escenarios donde se produjo la desaparición de Daniel. Mis observaciones, siempre curiosas, iban describiendo pese al cansancio, los lugares representativos que atravesamos durante el viaje: la ruta (22), la estepa (aparentemente vacía), las bardas arcillosas, una de las sedes de Exprofrut S. A. y –ya dentro de la ciudad–, las vías de trenes junto a varios vagones detenidos. Cada uno de estos tramos fue acompañado por la voz de Cristián Bonín reproduciendo distintas escenas con Gualberto. “La última cena con Gualberto fue en Choele Choel el 22 marzo de 2018. Al otro día (un viernes) viajaron con Sergio. Ese día nos sacamos las últimas fotos en el patio”. El recuerdo de Gualberto es, sin duda, latente y cercano. Sin querer, la entrevista la comenzamos dentro del auto, durante el viaje a Choele Choel.

“Yo venía observando una deficiencia en la salud de Gualberto, pero yo creo que también había una ingenuidad de mi parte, viéndolo ahora, en el sentido que yo deduje que era propio del cansancio de todo lo que estaba viviendo, de todo lo que estábamos viviendo todos, pero particularmente Gualberto que era el papá. Hay que pensar que Gualberto, si bien estaba Sergio, si bien convivía conmigo acá en la parroquia, él estaba, en términos de familia, sólo. No hubo otro familiar que haya podido organizarse y participar del acompañamiento a Gualberto durante lo que fue la búsqueda de Daniel en el jagüel (desde el 25 de enero hasta el 27 de febrero de 2018). Ahí estaba él muy solito. En ese tiempo él vivió con muchísima preocupación”.

Cristián Bonín dentro de la Secretaria Parroquial, tratando de definir la(s) forma(s) de la violencia(s). Foto: Gustavo Figueroa

Con Cristián nos conocimos dentro del juicio. “¿Vos sos el que escribe las crónicas?”, me preguntó. Los encuentros con Cristián, como con el resto de los amigos de la familia Solano, fueron acotados y breves por lo que, sin demasiados preámbulos, debíamos combinar actividades y entrevistas. Yo necesitaba conocer el acampe, el boliche bailable (Macuba) y la casita donde vivió Gualberto (durante los días que estuve se desarmó y se guardaron las cosas de Gualberto). En esa casita Gualberto se refugió (como detalla Cristián) muchas veces para quedarse en silencio y en soledad. Cristián compartió muchas horas con Gualberto. Almuerzos, cenas, charlas amenas, pequeños viajes. Cristián fue, por ejemplo, la persona que llevó durante todas las mañanas a Gualberto al jagüel, para concretar la búsqueda del cuerpo de Daniel.

“Gualberto se subía a mi auto, íbamos a buscar a los antropólogos, y de ahí nos íbamos 25 kilómetros hasta el campo “La manuela” (kilómetro 37). Gualberto era uno de los últimos que dejaba el campo. Algunos de los días le tocó vivir cosas muy, muy fuertes: broncas, impotencias fuertes… En esas situaciones él se volvía antes. Uno o dos días no fue, se quedó descansando en su casita de la parroquia. Se instrumentaron durante muchos días, muchos recursos y no logramos extraer material de fondo. ¡Fracasamos en eso! La herramienta o la técnica no era la más adecuada para la características del pozo.”

La soledad y el silencio eran dos características de Gualberto. Dos características que hacían que se guardara todo y lo contuviera todo en su cuerpo. Cristián vio esta situación constantemente o por lo menos en este último periodo de Gualberto, en donde la incertidumbre y la esperanza se intentaban mezclar angustiosamente.

“Y a esto hay que sumarle una hermana de Gualberto que se llama María que tenía un problema de salud, y que cuando estábamos en el jagüel y en el arranque del juicio ella estaba en terapia intensiva. El origen del problema de María era menor, porque se trataban de cálculos en la vesícula, pero devino, por no tratarse en tiempo y forma, en una infección que le afectó al punto que le tuvieron que practicar una cirugía y quedó varios días en terapia intensiva. Yo me acuerdo cuando regresamos del jagüel, ni teníamos señal y eso lo tenía muy inquieto. Desde las siete de la mañana hasta las ocho de la tarde pensando así, en estos términos: ‘¿se habrá muerto mi hermana? Porque si se murió nadie me va a poder avisar nada porque en este sector no hay señal’. Gualberto era una persona muy sensible y yo creo muy cerebral, de pensar mucho, y vivía esto con una preocupación muy intensa también. Así que ni bien llegaba se comunicaba con toda la familia, escuchaba primero cómo estaba María y luego relataba como había sido el día. Que era un relato duro porque era poner en palabras, en pocas palabras (al estilo de Gualberto) una experiencia de fracaso, que hay que multiplicarlo por la cantidad de días que llevó el jagüel, que fueron cerca de 30. Yo creo que fueron 30 días donde le tuvo que relatar a su familia situaciones de frustración (salvo uno o dos días donde se sacó bastante material). Así que enero y febrero fueron meses muy duros.”

Todas las muertes de la familia Solano se guardaban en el cuerpo de Gualberto, como se guardaban sus palabras. “Era el estilo y el tranco de Gualberto”, aclara Cristián. Gualberto contenía todo: la necesidad de encontrar a su hijo para abrazarlo, el malestar que significaba encontrarse con los verdugos dentro del juicio, la distancia de sus seres queridos, la enfermedad acuciante que invadía el cuerpo de sus familiares  (y que de alguna forma también llegaba hasta su cuerpo). Las muertes de la familia se multiplican, quedan, incluso alojadas en las personas que aún sigue sintiendo la presencia cercana de Daniel y Gualberto.

“Su familia está toda afectada. Daniel es asesinado y desaparecido por la policía y hay encubrimiento por parte del Estado, pero la segunda persona de la familia Solano que fallece (que muere en 2016) es la abuela. Ella también muere de tristeza. A ella le asesinan el nieto (Daniel), y se le va el hijo mayor (a fines de 2011, principios de 2012). Es decir, el resto de las hijas de Gualberto quedaron solas. Delia (la esposa de Gualberto) falleció cuando Daniel era chiquitito. Gualberto crió al resto de hijas e hijos solito o acompañado de la familia, pero se generó un cataclismo fuerte en la familia. Y Juana (que es la mamá de Gualberto y abuela de Daniel) falleció a mitad de 2016. Era una mujer que murió de tristeza. La deprimió lo que pasó. Entonces hay muertos de la familia Solano que nosotros conocemos, y está esta muerte que nosotros no conocemos. Y están las muertes que nosotros desconocemos de personas que están vivas porque la desaparición de Daniel, la muerte de Juana y la muerte de Gualberto, también producen muertes en los corazones de Romina, Maira, de Pablo, de sus hijas, de don Manuel (que es el papá de Gualberto Solano)”.

La entrevista con el padre Bonín duró toda una mañana. Primero nos sentamos en la parroquia donde almorzó y cenó muchas veces Gualberto. Cristián me mostró algunas imágenes que logró capturar dentro de las gamelas. Luego nos reunimos en la Secretaria Parroquial. Inevitablemente la conversación derivó desde las fotografías de Gualberto a senderos filosóficos, donde la pregunta retórica comenzaba a ocupar un rol y un lugar importante. Cristián lograba, con cada párrafo que articulaba, escupir una verdad irrebatible, como si hubiera masticado durante mucho tiempo las escenas que presenció; frases que se expresaban, finalmente, con un tono sereno, pero que no por eso dejaban de interpelar e inquietar.

“¡La impunidad enferma y mata! Mata de una manera que vemos y mata de una manera que no vemos. No logro dimensionar todavía que el día que asesinaron y desaparecieron a Daniel también comenzó el cruel asesinato de Gualberto, el cruel asesinato de Juana y la desaparición de los sueños, de la alegría, del bienestar básico de la familia Solano y todos los allegados que se conectan desde el cariño lindo con ellos”.

Epu | Dos. La responsabilidad del hospital (público) en la muerte de Gualberto

“Gualberto se fue con Sergio a Tartagal. Y creo que allá un día no se sintió bien, así es que lo llevan al hospital. Se queda un tiempo internado en el hospital público. Ahí hay desatención. Prácticamente, creo que lo había dejado como en una cama para que esperara dos o tres días hasta que viniera un médico. ¡Estas cuestiones de la salud pública! Así como decimos a veces que el Poder Judicial no tiene vocación de justicia, en la salud pública los pocos que están harán lo que pueden, pero también… no sé lo que va pasando, pero las víctimas terminan en una situación de orfandad. A Daniel lo mata la policía y yo creo que a Gualberto lo mata la policía, el poder judicial y la inoperancia de la Salud Pública”.

El padre Cristián Bonín es un observador cercano de la causa Solano. Foto: Gustavo Figueroa

Mientras Cristián habla yo le realizo varios retratos. Estamos a corta distancia. Nos separa una mesa que funciona a modo de escritorio. La Secretaria Parroquial es una habitación pequeña. Me sirvo de la luz que ingresa por una ventana desde la calle para retratar la escena, mientras un grabador de voz cerca del padre Bonín, capta uno de los hechos menos mencionados dentro de la causa Solano.

“Si Gualberto se descompuso en Tartagal y allá se encontraron con algo que no observaron acá, que no le advirtieron ni a mi, ni al abogado, ni a la familia, entonces acá lo revisaron mal. Si lo revisaron mal, ¿cuál es la conclusión? Si vieron que era una afección cardíaca respiratoria, pero de base emocional (tratable) y allá se encuentran con que hay una necrosis en la zona estomacal, que el cuadro general del cuerpo es muy frágil, que hacer una cirugía ya es iniciarla tarde, es algo que debió hacerse antes, y en la actualidad podía afectar la vida de Gualberto. ¡Se lo visualiza ocho o nueve días después que Gualberto se fue de Choele! Entonces, la salud también forma parte de los que, por omisión o acción desacertada, afectaron negativamente a la salud de Gualberto”.

El tono de Cristián no deja de ser un tono crítico, aunque angustiado; más que angustiado, Cristián lanza interrogantes al aire con la necesidad ineludible de ser respondidos. ¿Cuál fue el rol del Hospital Zonal de Choele Choel en la muerte de Gualberto? ¿Si se hubieran atendido a tiempo a Gualberto y no casi diez días después, hubiera mejorado su estado de salud? ¿Cuánto tiempo tiene que pasar antes que se forme, en el interior de un cuerpo, un tejido muerto (necrosis)?

“Gualberto recibía estímulos para enfermarse todos los días, así que visitó el hospital público seguido. Así como recibió buenas atenciones, yo me hago todas las preguntas en referencias a las últimas atenciones que recibió Gualberto. Nosotros acá notamos que le costaba respirar, que respiraba pero se agitaba con facilidad y transpiraba mucho. No se notaba afuera porque andaba con una campera, pero la remera la transpiraba más de lo normal, como que transpiraba mucho y no era normal en él, como no es normal en nadie. Entonces, sabiendo que se venía Semana Santa y que había un receso judicial, surge la oportunidad de viajar con Sergio Heredia a Tartagal, para que Gualberto esté con su familia y se airee un poco. Había estado en el jagüel, había estado en el arranque del juicio, habían habido motivos para que se encuentre con su familia, pero no lo notamos bien de salud, sin dimensionar lo que estaba pasando. Sergio sí: “no se si vuelve Gualberto de Tartagal, lo veo muy mal”, me comentó. A mi no me salió pensarlo así, pero decidimos que esa semana anterior al viernes 23, se saque un turno en el hospital. El martes fue la audiencia, pero Gualberto se quedó en el pasillo. Lo lleve y lo traje. Y el lunes y el jueves le hicieron estudios con algunas indicaciones, pero lo estandarizaron. No salió nada, pero después sí sale, a los pocos días en Tartagal. Y lo que salta en Tartagal es grave: una hernia estaba comprometiendo la salud de Gualberto y algunos órganos del cuerpo, específicamente el sistema respiratorio y cardíaco. Entonces en el hospital se nos transmitió que viaje tranquilo, como que lo que estaba pasando, en términos de salud, era algo tratable, superable. Le habían dado una medicación, pero a mí me llama mucho la atención que algo tan grueso se vea en Tartagal, genere la decisión de tener que intervenirlo casi de urgencia y esto es casi una semana después de que estuviera acá, en Choele. ¡No es que pasó mucho tiempo! De Tartagal se lo llevan de urgencia a San Bernardo (Salta, Capital) y allí es donde se le practica la cirugía. La cirugía sale bien y Gualberto comienza como a responder, muy de a poquito, pero de golpe comienza a complicarse toda la salud, comienzan a detenerse los órganos hasta que se da el paro cardíaco y muere.”

Cristián hace una pausa en su relato. Los recuerdos son muchos. Citar a Gualberto es remover o darle vida a una película que sigue latente y cercana. Entre las broncas y los interrogantes (abiertos) elige tomar otras postales de Gualberto. La entrevista toma un giro o yo le doy un giro al escribirla. Aunque, es verdad que, pensar a Gualberto, es mezclar la indignación con la ternura. ¡La sonrisa de Gualberto es indignación y ternura! Cristián me ilustra y me indica una de las fotografías que están detrás mío: un grupo de niños muestran sus rostros de asombro mientras presencian una obra de títeres. El silencio y la sonrisa de Gualberto trasciende hacia lugares aún indescifrables.

Kula | Tres. El día que Gualberto conoció el mar

“Otra imagen que tengo de Gualberto es cuando conoció el mar en octubre de 2017, en el Cóndor (Viedma). Ese día había sido duro porque habíamos estado hablando con la Ministra de Educación, la Secretaria de Derechos Humanos y los legisladores… ¡Nadie nos dio ‘bola’! Pero nos hicimos una escapadita para ver al mar. Yo no sabía que Gualberto no conocía el mar. Cuando me enteré dije ‘es el momento’. El rostro de asombro de Gualberto…”

Cristián, resistiendo durante toda la entrevista, ya no pudo contener más la emoción. Sus ojos y su rostro pasaron del blanco al rojo. “Voy a mejorar, pero inmediatamente voy a desmejorar”, me confesó mientras sus manos intentaban cubrir su rostro. Nos quedamos unos minutos en silencio. Apague la cámara. Y mientras intentábamos recuperarnos como podíamos, afuera en la calle, se escuchaba un leve murmullo: el ruido de una moto que acelera, el silbido de un pájaro que cruzaba el aire como saludando. Cerca de Cristián había un gran ventanal por donde ingresaba una luz dura de mediodía. La luz solo iluminaba una parte del rostro de Cristián. La ventana daba a un pasillo y a la entrada de la parroquia, por donde un día antes habíamos ingresado. Finalmente, Cristián me alienta a seguir, sin antes definir con más precisión el mensaje presente dentro de la escena de Gualberto en el mar.

Cristián se emociona, en varios pasajes de la entrevista, al recordar a Gualberto. Foto Gustavo Figueroa

“Cuando hay una persona adulta que se asombra, te conecta con esa inocencia linda, con esa inocencia sana que uno quisiera tenerla siempre. Gualberto no ahorraba expresividad cuando algo lo impactaba; lo impactara para bien o para mal. ¡Esa inocencia es pureza! Y Gualberto la tenía para todo lo que emprendía. ¡El asombro hace deducir la pureza de una persona en todo lo que emprende!”.

Meli | Cuatro. La despedida

Choele Choel como muchas ciudades de Río Negro y Neuquén, son ciudades anónimas y literalmente oscuras. El desmantelamiento de las vías de trenes convirtieron a esta ciudad en un lugar propicio para los residuos sociales del proyecto extractivista, el desmantelamiento frutícola y el avance del narcotráfico. Choele Choel, como otras ciudades del Valle Medio, podría ser digna de un cuento de Dickens o Dostoievski. ¡Se vivencia el mismo deterioro social! El silencio, la resignación y la falta de empatía forman parte del paisaje cotidiano. Algo que quedó representado en las diferentes actividades y marchas que se realizaron por Daniel,  a las que sólo asistieron grupos minúsculos. Pero con la muerte de Gualberto algo pasó, una indignación particular y extraña sucedió, movilizó, emocionó; paradójicamente Gualberto Solano, con su muerte, despertó sentimientos que durante la búsqueda de Daniel (que es finalmente lo que produjo la muerte del padre) no se despertaron.

“La muerte de Gualberto convocó porque tocó; lo que toca nos mueve, nos conmueve, que es moverse con lo que pasó. Y sin saber quién íbamos a estar, algo a la tardecita noche íbamos a hacer, para darle más tiempo a la gente. Se pensó en un micrófono abierto, que se hizo donde esta el arbolito de Daniel (acampe de la familia Solano en Choele Choel). Y después se marchó por las calles de Choele. Y ahí hubo vecinos de Choele, gente adulta y jóvenes. Supieron ver la constancia insobornable y la pureza del asombro de Gualberto. Hay un episodio de injusticia y hay un papá que es fiel, muy fiel, que decide no abandonar a su hijo; un hijo que ni siquiera es un hijo vivo. Es buscar el cuerpo muerto de su hijo, y esclarecer lo que pasó. Es eso lo que siempre quiso Gualberto.”

La no palabra y la constancia insobornable de Gualberto logró ingresar en la sociedad de Río Negro, para combinar formas distintas de comprender e interpretar el mundo, como si en el silencio y en la presencia de Gualberto conviviera una filosofía extraña que debemos intentar revelar, comprender, decodificar.

“Esa noche pasamos los audios en los que Gualberto fue así de explícito. Con Gualberto muerto, escuchamos su voz viva, que sigue viva sin la necesidad de que haya que reproducirla en un audio, porque lo que haya dicho y haya hecho Gualberto sigue haciendo ruido. El tenía la particularidad de que era un hombre que no hablaba mucho, pero su testimonio nos sigue hablando. Por eso la paradoja de la no palabra: cuando se actúa desde la pureza o al estilo de Gualberto, lo que se dice de un lugar puro, de pocas palabras, de mucho sacrificio, de mucha constancia insobornable, crea en quienes somos testigos y en quienes lo escuchamos, una melodía que no se apaga”.

La empatía debiera ser entonces aquello que dignifica; ubicarse en el lugar del otro, ese otro que padece, y siente una forma de opresión; posicionarse e intentar comprender desde su visión de las cosas, sin perder la nuestra, pero finalmente acompañando, siguiendo el ritmo y el movimiento del ‘tranco’ que propone un familiar que ha vivenciado la desaparición (forzada) de un hijo.

“Se juntó mucha gente, y la idea era marchar en silencio. ¡Esa era la consigna! Porque también había miedo, había gente que estaba muy indignada, que estaba enojada con lo que había pasado y un miedo que teníamos era que uno, por ahí, se enojara contra alguien e hicieran algo feo, algo que no tiene que ver con el estilo de Gualberto. Entonces era compartir tranquilo, no marchar por determinados lugares, si por las calles de Choele y al estilo y al tranco de Gualberto, esa fue la consigna: caminar despacito, en silencio y llevar una luz que lo diga todo. La comunidad caminando y con una luz, que dice mucho. Y así se hizo esa caminata y así terminó ese día. Cuando llegamos dimos una vuelta por la Avenida Avellaneda, y la gente fue dejando la velita al pie del árbol de Daniel, y quedó esa especie de fuego, de muchas velas iluminando desde abajo al árbol de Daniel. Y en silencio nos quedamos algunos contemplando, otros se fueron, pero yo creo que fue la mejor manera de despedirlo, y se dio un poco improvisadamente, y fue lo que elegimos todos. Pero si fue posible, entre personas muy distintas, entre organizaciones muy distintas; él que convocó fue Gualberto, y él hizo posible compartir de esa manera que dijo mucho, que expresó mucho sin que haya palabra, fue justamente el estilo de Gualberto.  El tranco de Gualberto y el estilo de él, que tiene mucha fuerza y que hay que transformarlo en aprendizaje, porque a veces hay que gritar, hay que levantar la voz. Es imprescindible. Pero a veces le tengo temor a los conflictos que inauguran posibilidades de violencia cruenta y que eso no redunde en otra cosa que en el inicio de un espiral de más violencia que es, en definitiva, aquello que queremos transformar y convertir.”

Durante estos últimos siete años Cristián Bonín a recibido distintas amenazas y diferentes formas de atentados por comprometerse con la causa Solano. Foto Gustavo Figueroa

Siempre recordaré el andar lento de Gualberto dentro de la sala de audiencia, mientras los verdugos de su hijo (y también de él) hacían muecas o se reían. Gualberto no reaccionaba (o por lo menos no reaccionaba por fuera). Simplemente apoyaba su cabeza sobre la madera y escuchaba. Luego ya no pudo escuchar más y dejó de asistir a las audiencias testimoniales. Se quedaba prácticamente solo en los pasillos de la Ciudad Judicial. Pero ahí estaba, y el que pasaba podía reconocer, como afirma Cristián, la constancia insobornable e inclaudicable de Gualberto.

“Entonces hay grandes desafíos sociales, pero a veces las maneras, los medios, no son claros. ¡Yo no los tengo claros! Y yo creo que Gualberto, no digo que haya sentado un método, pero es un vivencia puntual por la que tenemos que dejarnos interpelar. Gualberto es el que dejó la comodidad de Salta, y acá tenemos que abandonar comodidades. Él es el que hizo huelga, y la carne suya sufrió, pero en favor de justicia y de esclarecimiento por su hijo, por su familia, y estoy seguro que él también pensó a nivel Río Negro y a nivel Argentina, con un estilo que nunca fue agresivo. Y muchos de los jóvenes presentes esa noche lo expresaron. Por eso hay mucho que extraer de la pureza de Gualberto y esta apertura  a complementarse con gente de la más diversa. A veces hay que ser vehemente, a veces hay que ser directo. Hay que ser frontal, hay que sacudir el árbol. Hay cosas que no empiezan a pasar si así no se es, pero desde un lugar que no se va a abandonar nunca: constancia inclaudicable e insobornable.”

Kechu | Cinco. El silencio insano y el secuestro de la palabra que puede esclarecer

Pero no todos los silencios pueden ser definidos como los expresó Gualberto. Existen silencios cómplices que ocultan, que callan, que no se comprometen con un(a) otro/a que padece. El contraste es significativo y Cristián lo presenta de manera didáctica, como un relato visual que no puede ser obviado no solo por los que miran el caso Solano con atención, sino también por todos los casos de desaparición forzada y asesinatos que han ocurrido cerca de la multinacional Expofrut Argentina S.A..

“Ese silencio insano. El secuestro de la palabra que puede esclarecer. El secuestro del gesto que podría esclarecer. El secuestro de la expresión que puede provocar incomodidad o que puede dejar puesto en un lugar de incomodidad, porque por lo general, el que denuncia y critica, cuando lo hace fundadamente, lejos de la queja estéril, porque así como hay un silencio insano, hay mucha expresividad insana. Es como la ‘pseudopalabra’, que son expresiones concretas, pero no son provocadoras de bien. Opinar por opinar, decir por decir. Tendrá sus propias explicaciones, pero uno lo ve en la propia vida. ¿Cuántas veces callamos? Elegimos no meternos, no involucrarnos, no profundizar, porque es hablar sin profundizar o la palabra divorciada del cuerpo también, caer en ese intelectualismo o en esa opinión fácil. Recién hablamos de Gualberto, él era un hombre de pocas palabras. Pero su testimonio está sostenido en 1, 2, 3 o 4 palabras que pudiera decir. Yo en esa persona creo. Yo en las víctimas creo. En principio creo. Yo elijo vivir así. Tiene autoridad. ¡Por principio creo en la víctima! Interpreto, trato de contener, hacer partir mi visión de la realidad desde el lugar de la víctima, sea el explotado, sea quien fuere, y desde ahí iniciar el proceso de cambio. Me parece que es el lugar más real, más auténtico. Y hay un silencio que nos atraviesa: un silencio insano y una verborragia insana. Y ahí hay que trabajar, si no es una cosa que se da sólo en el ámbito de la explotación rural. Si sabemos de episodios que se dan de violencia intrafamiliar, de algún abuso. Hay abusos en Valle Medio, en situación de narcotráfico, de la droga, si son situaciones vitales, si esas cosas que pasan nos están afectando directamente, todos los días, son del interés real, no son del desinterés general y sin embargo sobre las cuestiones vitales no logramos abordarlas saludablemente. Hay resistencias, prejuicios, puenteos, o se acciona de un manera que se hace difícil una profundización de la situación para que emerja todo lo que tenga que emerger. Ver y desde ahí proyectar pasos. Esto de parirnos como sociedad. No es una cesárea eso, es  la experiencia del parto natural, con el dolor, el grito y el jadeo de un parto natural, pero es dar a luz finalmente”.

El análisis del padre Cristián Bonín sobre caso Solano se extiende rápidamente hacia otras formas de violencias. Foto Gustavo Figueroa

El testimonio de Cristián Bonín, como el de otros testigos que se solidarizan con los familiares de víctimas de desapariciones forzadas, debería representar un documento histórico y fidedigno que nos permite repensar el escenario represivo que se avecina en Latinoamérica. ¿Cuál es nuestro rol como personas frente a las distintas formas de opresión que se ejecutan en un territorio atravesado por el extractivismo y la ambición avara de las multinacionales?

“Hay prácticas explotatorias que comienzan a internalizarse como un modo de vivir. Uno piensa: ‘total, en el caso de los obreros rurales, es gente a la que no conozco mucho, es gente considerada de segunda clase o es gente que está a 2700 o 3000 kilómetros de distancia. Son los borrachos, son los negros del norte’. Esa cosa está. Una forma de considerar, de hacer tolerable el pensamiento de que no hay que agarrárselas contra la empresa explotatoria es despreciar o devaluar, como persona, al explotado, como diciendo: ‘la identidad de ese no es contemplada, la categoría de persona de ese ser me duele menos porque no es sujeto de derecho. Entonces entramos en lo rancio de ese pensamiento, pero ese obrero es persona, es sujeto de derecho. ¿Qué te dice eso? ¿te molesta? ¿Qué estás haciendo vos por ese sujeto de derecho? ¡El que es menos persona es el que está explotando! Esa empresa que vos decís: ‘no quiero que se vaya. Si se va esa empresa, se genera una perturbación en la economía de Valle Medio’. Y es enfrentarse a esos ruidos molestos, y a lo que vos sos, porque lo que se empieza a ver es lo que vos sos en esta sociedad: cómplice de una empresa que explota y sigue explotando. ¿Cuánto te molesta ver eso? ¿Me molesta a mi también? Hay humanas resistencias cuando empieza  a desnudarse y vivenciarse algo que para uno puede ser vergonzoso o contradictorio contra la propia prédica, con lo que uno puede referenciar o representar, pero a veces se crece desde el lugar de la vergüenza, pero bien asumida. Porque si es real, es buen cimiento para construir. Por eso yo creo que hay silencio o verborragias que no nos hacen bien, si como hay silencios de Gualberto sostenidos, con su testimonio que lo dice todo, que es muy saludable. Y así como hay expresiones, como puede ser una marcha, como puede ser elevar el tono de la voz, el que no es escuchado se verá en la necesidad de tener que gritar, que son expresiones o gritos que despiertan, que despiertan la vida, que despiertan a la inauguración de un cambio necesario porque implica realizar un pasaje de una situación de injusticia a una situación de justicia”.

Kayu | Seis. Todos los rostros de la Argentina.

Tanto Choele Choel, como también las ciudades de Fiske Menuko, Valcheta, Viedma y Carmen de Patagones, son parte de los escenarios donde se emplazaron los mayores campos de concentración del Pueblo Nación mapuche durante el genocidio fundante de este Estado (mal llamada “Campaña Expedicionaria al Desierto”). Es decir que, haciendo un recuento histórico, primero fueron nuestros abuelos y bisabuelas los y las que fueron sometidas en estas tierras, mientras que ahora en la actualidad, los jóvenes trabajadores son vulnerados aunque, hay que reconocerlo, se efectué de una manera más edulcorada, “aceptable” socialmente, con ciertas garantías laborales. ¿Qué garantías laborales puede tener una persona que trabaja en las chacras de Río Negro? ¿Dónde comienzan y terminan esas garantías laborales? ¿Acaso Daniel no fue víctima de un doble proceso genocida? ¿Acaso los jóvenes en el norte de la Argentina no abandonan sus lugares porque previamente ya han sido expulsados de sus tierras originarias? ¿Qué ocurriría judicialmente si se contemplarán estos casos como parte de un doble proceso genocida; un proceso genocida, que como afirma la antropóloga Diana Lenton, nunca concluyó? ¿Acaso las víctimas actuales no mantienen un parecido directo con esas “víctimas originarias”?

“Empezar a asumir esa parte vergonzosa de nuestra historia, toca el orgullo recalcitrante de la soberbia de quienes participaron, contemporáneamente, y en algún momento de la historia. Es decir, es un ruido que va a exponer aspectos vergonzosos de tu manera de sentir, pensar y actuar, de tu concepto de Nación, de patria, de tu concepto de persona, de tu concepto de justo e injusto, de tu concepto de bien y de mal. Se toca todo, se ve una estructura tocada, la cosmovisión se ve tocada, por eso hay una resistencia muy sostenida de intereses que no quieren verse tocados. ¡No hay una Argentina, hay muchas Argentinas! Entonces, asumir el hecho de esa pluralidad, empezar a pensar y seguir pensando, actuando, para crear una experiencia de convivencia entre esas distintas argentinas, donde hay muchos rostros, donde hay mucha historias, donde hay históricos reclamos de injusticia negados por la institucionalidad o relativizados por la institucionalidad, pero en la sangre, en la carne y en la memoria del explotado queda, es asumir eso. Yo observo que ha habido intentos de asumirlos, pero a veces en el intento se cuela una ambición que busca sacar provecho de una buena causa; en realidad hay una decisión genuina de construirnos de este lugar, pero también existe un poco de qué provecho egoísta le puedo sacar a esta manera de abordar una deconstrucción y una construcción de la Argentina o de la Latinoamérica. Los ‘internismos’ dentro del poder político, esto de terminar transformándolos en lo que cuestionamos, de perder esa constancia insobornable, esa pureza de la idea linda. Yo concibo la idea linda, no como la idea impracticable. ¡Esa ya fracasó! Para mi es un poema, podrá servir ahí. La idea linda es la que tiene la posibilidad de encarnarse transformando la realidad. Es la idea encarnable. Yo me he esperanzado con muchas propuestas que consideraba ideas encarnables, en bien de la vida de los pueblos, pero después empecé a ver que no dejamos de reproducir los egoísmos de siempre, las soberbias de siempre, los apetitos de poder de siempre y nos olvidábamos de los olvidados de siempre, y ya ese proyecto llevaba la muerte escrita porque no llevaba más que reproducir más de lo mismo, más detenidamente”.

Es necesario pensar todas las identidades que atraviesan Latinoamérica, fundamentalmente porque nos desarrollamos en un contexto en el que los proyectos extractivos y multinacionales intentan, con diferentes medios y recursos (con el apoyo de los Estados), borrar todo tipo de huella cultural, convirtiendo de esta manera, a los países de Abya Yala (América) en una sola masa homogénea y productiva. El mundo que se avecina es tan violento como nos podamos imaginar. Los activistas por los Derechos Humanos no sólo son perseguidos y judicializados, sino que también son asesinados impunemente (véase Berta Cáseres y Marielle Franco). La ley antiterrorista se aplica sistemáticamente sobre Chile y Argentina, y ahora recientemente se piensa ejecutar también en Brasil (permitiendo ocupar y usurpar parte de la selva amazónica, produciendo, como consecuencia, unas de las matanzas sobre los pueblos originarios más grande de la historia reciente). Es con esta fotografía social de fondo, cuando el testimonio de Cristián Bonín, junto al testimonio de otros referentes sociales, se convierte en un documento necesario, fundante, digno de ser leído, distribuido y repensando. Mientras que otros deciden sistemáticamente estar del lado oscuro de la realidad, sirviéndose del silencio cómplice y las regalías miserables del empresariado foráneo, hombres y mujeres deciden dar su testimonio para la posteridad y la memoria de los pueblos. El testimonio (oral o escrito) como denuncia y documento directo es un recurso que poseen los pueblos para construir su memoria; una memoria legítima que, carente de silencios impunes y cómplices, pueda revertir o modificar el ADN de la violencia, como el que posee la Argentina, un Estado (y sociedad) se forjó sobre un genocidio (originario).

“La generosidad que se necesita es más profunda de lo que imaginamos. En lo personal, ¿me siento preparado para una experiencia de esas? Yo la deseo, pero siento que tengo que madurar. Por otro lado, es un error pensar estar maduro para iniciar esto. Lo vamos a iniciar ya con las madureces y las inmadureces  propias, pero en el camino también se va ir madurando. Las herramientas y los modos de avanzar en una sociedad justa y gozosa –que no es ni más ni menos que eso–, en un mundo complicado, donde pareciera que orbitamos alrededor de las patrias financiera, porque es algo que no manejamos los que estamos abajo, ni una familia Solano, ni la gente que está en los barrios, ni el comerciante, ni el periodista que me hace la entrevista. ¿Por qué tenemos que ir detrás de algo que los pueblos no tienen control, aquello en que los pueblos no están representados? Hay que dejar de latir alrededor de ese corazón financiero podrido, especulador, ladrón, corrupto. Por eso esto es algo profundo, pero hay que aspirarlo con ideas de concretarlo, y yo sueño con ese desafío. Trato en lo posible de ser fermento, desde el lugar que ocupo, trato de vivirlo”.

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