por Álvaro Verzi Rangel

La internacional capitalista encontró en un exmilitar xenófobo, misógino, homofóbico, Jair Bolsonaro, a la figura para conquistar por los votos la presidencia de Brasil, vista la incapacidad de los golpistas de 2016 para llevar a fondo las reformas estructurales que garanticen la nula intervención del Estado en las relaciones capital-trabajo y en las transacciones comerciales y financieras, el “mercado libre” en estado puro.

El trabajo para imponerlo en el imaginario colectivo de los brasileños, inmersos en una profunda crisis con más de 13 millones de desempleados, comenzó hace más de una década, de la mano del movimiento ultraliberal, sus think tanks y enorme financiamiento, y la activa participación de las iglesias evangélicas, que jugaron un papel clave en la campaña electoral y en la construcción del imaginario colectivo, lleno de golpes bajos, fake news (mentiras), como es habitual en esta época de la posverdad.

La internacional capitalista existe, la moviliza el movimiento  libertario de extrema derecha o ultraliberal (en inglés los llaman libertarians)  y, obviamente, está muy bien financiada: funciona a través de  un inmenso conglomerado de fundaciones, institutos, ONGs, centros y sociedades unidos entre sí por hilos poco detectables, entre los que se destaca la Atlas Economic Research Foundation, o Red Atlas.

En el Foro Latinoamericano de la Libertad de la Red Atlas, que tuvo lugar en mayo de 2017 en el lujoso Brick Hotel de Buenos Aires, con presencia del presidente argentino Mauricio Macri y el escritor peruano-español Mario Vargas Llosa, se debatió cómo derrotar al socialismo en todos los niveles, desde las batallas campales en los campus universitarios hasta la movilización de un país para abrazar la destitución de un gobierno constitucional, como en Brasil.

Cuando una de las crisis estructurales del capitalismo se hizo sentir a mediados de la década de los 70, la operación de esta red de think tanks se hallaba ya muy avanzada. Uno de sus campos de experimentación estaba siendo el Chile del dictador Ausgusto Pinochet, aupado al poder por el golpe de Estado promovido por EEUU en 1973.  Proliferaron los artículos, libros, entrevistas radiofónicas, etc., criticando el Estado del Bienestar, mundializados por la red de terrorismo mediático de los grandes conglomerados cartelizados.

Más allá de las causas reales que impulsaron a la socialdemocracia a instaurar el Estado del Bienestar en los países del centro capitalista, especialmente en Europa occidental, lo que estorbaba al capitalismo era la regulación de las relaciones capital-trabajo, la política redistributiva que garantizaba las prestaciones sociales, así como la enseñanza y la sanidad gratuitas, y, sobre todo, la fortaleza de los sindicatos y las organizaciones populares.

Con los gobiernos de Margaret Thatcher en Reino Unido y de Ronald Reagan en EEUU, llegaron los procesos de privatización, desindustrialización, desregulación, externalización y demolición del Estado del Bienestar, lo que significaba sobre todo desregular el mercado de trabajo. Pero su mayor éxito fue, como expresó la propia Thatcherque incluso los partidos socialdemócratas europeos se estaban convirtiendo al credo neoliberalMás allá de Tony Blair, Felipe González fue también un alumno aventajado.

En 1981 comienzan en San Francisaco las actividades de la Red Atlas, de la mano de Anthony Fisher, quien cifraba el éxito de esta red de fundaciones en que el público las percibía como instituciones académicas e imparciales. Pronto le crecieron filiales -con distintos nombres- en otros países, especialmente de Latinoaméricay en Europa del Este tras la desintegración de la URSS. 

En 1991 tomó el relevo de la dirección de Atlas el argentino-estadounidense Alejandro Chafuen, que había apoyado el golpe militar de 1976 en Argentina y desde entonces dedica su vida a la destrucción de los movimientos y gobiernos progresistas en América del Sur y Centroamérica.

Gigantes corporativos, como ExxonMobil y MasterCard, se sumaron a los donantes de Atlas, que se “prestigió” con figuras destacadas entre los ultraliberales, como las fundaciones asociadas con el inversor John Templeton (fondos buitre) y los millonarios hermanos Charles y David Koch. Así comenzaron a florecer numerosas fundaciones y ONGs conservadoras.

La administración de Donald Trump está repleta de ex alumnos de grupos relacionados con Atlas y amigos de la red. Sebastian Gorka, el asesor islamofóbico de contraterrorismo de Trump, dirigió un grupo de reflexión respaldado por Atlas en Hungría. El vicepresidente Mike Pence asistió a un evento de Atlas. La secretaria de Educación Betsy DeVos y Chafuen lideraron el Acton Institute, un grupo de reflexión de Michigan que desarrollaba argumentos religiosos a favor de las políticas de los ultraliberales, que ahora mantiene una filial en Brasil, el Centro Interdisciplinario de Ética y Economía Personalista.

Pero la figura principal del entramado es hoy Judy Shelton, economista y miembro principal de la Red Atlas, quien se hizo cargo de la NED, tras ser consejera de la campaña de Trump.  Para Chafuen el camino está trazado: más grupos de reflexión, más esfuerzos para derrocar gobiernos izquierdistas y más devotos y alumnos de Atlas elevados a los más altos niveles de gobierno en todo el mundo.

Entre otras actividades, la Red Atlas produce videos virales en YouTube que difunden la propaganda ultraliberal, para contribuir a reconfigurar el mapa político de América Latina y, por tanto, funcionando de hecho como un brazo de la política imperialista estadounidense.

Varios líderes ligados a Atlas consiguieron ganar notoriedad últimamente: varios ministros del gobierno conservador argentino, senadores bolivianos y dirigentes del Movimento Brasil Livre (MBL), que ayudaron a derrocar a la presidenta constitucional Dilma Rousseff, según señala Lee Fang en un exhaustivo informe en The Intercept.

La red, que ayudó a alterar el poder político en diversos países, es una extensión tácita de la política exterior de EEUU – los think tanksasociados a Atlas son financiados por el Departamento de Estado y la National Endowment for Democracy (Fundación Nacional para la Democracia – NED), brazo crucial del soft power estadounidense patrocinado por los hermanos Koch, poderosos billonarios ultraconservadores.

La NED y el Departamento de Estado, que cuentan con entidades públicas que funcionan como centros de operación y despliegue de líneas y fondos como la Fundación Panamericana para el Desarrollo (PADF), Freedom House y la Agencia del Desarrollo Internacional de Estados Unidos (Usaid), son los principales entes actores que reparten directrices y recursos, a cambio de resultados concretos en la guerra asimétrica en la que participan.

Atlas cuenta con 450 fundaciones, ONGs  y grupos de reflexión y presión, con un presupuesto operativo de cinco millones de dólares (2016), aportados por sus fundaciones “benéficas, sin fines de lucro” asociadas, que apoyaron, entre otras al MBL y a organizaciones que participaron de la ofensiva en Argentina, como las fundaciones Creer y Crecer y  Pensar, un think tank de Atlas que se incorporó al partido (Propuesta Republicana, PRO) creado por Mauricio Macri; a las fuerzas de oposición en Venezuela y al candidato de derecha en las elecciones presidenciales chilenas, Sebastián Piñera.

La red tiene 13 entidades afiliadas en Brasil, 12 en Argentina, once en Chile, ocho en Perú, cinco en México y Costa Rica, cuatro en Uruguay, Venezuela, Bolivia y Guatemala, dos en República Dominicana, Ecuador y El Salvador, y una en Colombia, Panamá, Bahamas, Jamaica y Honduras.

Los líderes del MBL y los de la Fundação Eléutera – un grupo de “expertos” neoliberales extremadamente influyente en el escenario posgolpe hondureño– recibieron financiamiento de Atlas y forman parte de la nueva generación de actores políticos que pasaron por sus seminarios de entrenamiento en EEUU.

La extrema derecha “moderna” es el movimiento libertario de extrema derecha que hoy navega con pabellón republicano, que basa su accionar en una deliberada estrategia de desinformar a las mayorías para imponer sus políticas plutocráticas y que tiene en la Red Atlas a su principal propulsor en América Latina.

El impulsor de este movimiento es el multimillonario Charles Koch, quien adoptó la tesis de  James McGill Buchanan –economista de la Universidad de Chicago y Premio Nobel- para desarmar el Estado progresista, con una estrategia operativa en defensa de la santidad de los derechos de la propiedad privada y para doblegar al modelo de gobierno: para que prospere el capitalismo, sostenía, hace falta ponerle cadenas a la democracia.

Entre las quince organizaciones más importantes financiadas por Koch están Americans for Prosperity, el  Cato Institute, la Heritage Foundation, el American Legislative Exchange Council, el Mercatus Center, Americans for Tax Reform, Concerned Veterans of America, el Leadership Institute, Generation Opportunity, el Institute for Justice, el Independent Institute, el Club for Growth, el Donors Trust, Freedom Partners, Judicial Watch… A ellas hay que agregar las más de sesenta organizaciones de la State Policy Network (Red de Políticas de los Estados Unidos).

El Center for International Private Enterprise (CIPE) es una fundación afiliada con la NED, creada por el gobierno de EEUU para llevar adelante las metas de la política exterior de Washington, que financia a organizaciones políticas en el mundo en desarrollo. Fue instalada por la Fundación Cámara de Comercio de EEUU, la organización de cabildeo más grande del país. El 96% de sus fondos provienen del Departamento de Estado y de la USAID.

CIPE jugó un rol primordial en el financiamiento de la red de Atlas y fue la fuerza principal en el fortalecimiento del la red. Desde 1991, el argentino-estadounidense Alejandro Chaufen, apologista de la sangrienta dictadura argentina, dirige la Red Atlas.

En Brasil

En Brasil, ONGs y think tanks trabajaron juntos para atacar las políticas distributivas del Partido de los Trabajadores, manipularon un gran escándalo de corrupción, crearon centros académicos y entrenaron activistas para el combate permanente en los medios y a través de las redes sociales para direccionar la mayor parte de la revuelta contra Dilma Rousseff, exigiendo su derrocamiento y el fin de las políticas de bienestar social.

Los medios internacionales comparan a la revuelta brasileña con el movimiento estadounidense Tea Party debido al aporte tácito de los conglomerados industriales locales y una nueva red de actores mediáticos de extrema derecha y tendencias conspiratorias. Helio Beltrão, un ejecutivo de un fondo de inversiones de alto riesgo que ahora dirige el Instituto Mises (recibió el nombre del filósofo ultraconservador Ludwig von Mises), dice que con el apoyo de Atlas, ahora existen en Brasil cerca de 30 instituciones “sin fines de lucro” actuando y colaborando entre sí, como los Estudantes pela Liberdade y el MBL.

Entre ellas se pueden destacar:

-El Centro Interdisciplinar de Etica y Economía Personalista de Río de Janeiro es un think tank religioso de Atlas que desarrolla argumentos teológicos para políticas que benficien a los empresarios y los negocios. El centro reproduce el modelo del Acton Institute estadounidense financiado por la Secretaria de Educación Betsy DeVos. Su directorio editorial incluye a Chafuen y al abogado Ives Gandra da Silva Martins, quien preparó el oficio para el juicio político a Dilma Rousseff, y los argumentos para impedir el de su sucesor, el golpista Michel Temer.

-El instituto Millenium es un think tank jurídico en Río de Janeiro, que promueve actividades para favorecer soluciones de libre mercado en Brasil. El grupo, fundado en 2006, recibe financiamiento de varias grandes corporaciones con sede en el país: Bank of America, Merryll Lynch, Grupo RBS, Gerdau, y de Am-Cham Brazil, el grupo de empresas estadounidenses en el país. Millenium fue particularmente activa en la promoción  de manifestaciones callejeras contra la presidenta Dilma Rousseff.

-El instituto Liberal fue fundado en 1983 en Río de Janeiro por Donald Stewart Jr., magnate de la construcción y activista libertario, que hizo buena parte de su fortuna por contratos amañados por la USAID en Brasil durante la dictadura militar. El Instituto estaba entre los primeros socios de la Red Atlas en Latinoamérica. Fue financiado parcialmente por la NED y la CIPE.

Es como un equipo de fútbol: la defensa es la academia, y los políticos son los atacantes. En el mediocampo estarían los que se desempeñan en la cultura, encargados del manejo mediático y de la desinformación y manipulación de la opinión pública.

El grupo patrocina a bloggeros y comentaristas incendiarios, entre ellos a Rodrigo Constantino, conocido como el Breitbart de Brasil. (Breitbart News Network es un portal de ultraderecha- abiertamente pro-libertad y pro-Israel, puesto en marcha por Andrew Breitbart durante una visita a Tel Aviv en 2007.)

Constantino polariza la política brasileña con una retórica ultrasectaria. Propenso a permanentes teorías conspirativas, preside el Instituto Liberal y popularizó una narrativa según la cual los defensores del PT serían una “izquierda caviar”, ricos hipócritas que abrazan el socialismo para sentirse moralmente superiores, pero que en la realidad desprecian a las clases trabajadoras que afirman representar.

La “breitbartización” del discurso es apenas una de las muchas formas sutiles por las cuales Atlas Network ha influido en el debate político.

Fernando Schüler, académico y columnista asociado a Millenium –otro think tank de Atlas en Brasil- se encarga de atacar a los 17 mil sindicatos del país y señala que “con la tecnología, las personas podrían participar directamente, organizando  por WhatsApp, Facebook y YouTube una especie de manifestación pública de bajo costo” (es lo que entiende como participación popular). Para Schüler, el modelo actual – una constelación de think tanks en Washington sustentada por abultadas donaciones- sería el único camino para Brasil.

Atlas, precisamente, se dedica en parte a eso: ofrece becas y subvenciones para nuevos grupos de reflexión y laboratorios de ideas, imparte cursos sobre gestión política y relaciones públicas, patrocina eventos de trabajo en red en todo el mundo y, en los últimos años, ha dedicado recursos especiales para inducir a los libertarios de ultraderecha a influir en la opinión pública a través de los redes sociales y videos en línea.

En Argentina, la Fundación Pensar era una rama de la Red Atlas en Argentina que se convirtió en el PRO, el partido político que llevó a la presidencia en 2015 a Mauricio Macri. Dirigentes de Pensar y de la Fundación Libertad –otra rama de la Red-, ocupan hoy cargos clave en la administración argentina. Pero hay una serie de fundaciones, dirigida por altos funcionarios de la administración Macri, que drenan dineros públicos hacia ellas, aumentando los fondos provenientes de la Red Atlas y la NED.

A esa red se deben sumar las fundaciones SUMA (dirigida por el vicepresidenta Gabriela Muchetti), Seguridad y Justicia (del secretario de Seguridad Eugenio Burzaco), Crecer y Crecer (del alcalde Néstor Grindetti), Formar (del ministro de Educación Guillermo Dietrich), Pericles (del asesor jurídico presidencial Rodríguez Simón), entre otras.

La Procuraduría de la Criminalidad Económica y Lavado de Activos denunció en 2014 al ministro de Cultura Hernán Lombardi por el desvío de fondos públicos hacia Pensar. Asimismo se denunció ante la justicia el “diezmo” que la dirigente macrista Gladys Rodríguez solicitaba a quienes accedían a empleos públicos en la Provincia de Buenos Aires, para engrosar los fondos de la misma fundación.

El Centro de Apertura y Desarrollo de América latina (CADAL, entre los 60 think tanks más influyentes de la región según el Global Think Tank Index Report) es asociado a la Network of Democracy Research Institutes, NDRI, y puso en marcha el Instituto Vaclav Pavel y Análisis Latino, que dirige el periodista Fernando Laborda (premio a los Jóvenes Líderes 2006 de la Red Atlas), todo con fondos proporcionados por la NED, vía la Red Atlas y por los dineros drenados desde el Estado argentino.

Colofón

Es cierto que el desempeño de la derecha fue impresionante en el primer turno electoral y trajo sorpresas con la elección de figuras identificadas con el bolsonarismo en cargos de gobernaciones y legislativos. Desde hacía tres semanas, el cuadro electoral estaba definido, con las candidaturas de centro e izquierda (no opuestas al Partido de los Trabajadores del expresidente Lula da Silva) en el 42% de los votos, mientras la suma de los candidatos antiPT sumaron casi el 57,6%.

Hoy hay conciencia en Brasil que Bolsonaro es sólo el mascarón de proa de algo mucho más grande, el ultraliberalismo trasnacional. La segunda vuelta electoral del 28 de octubre se inicia con el mismo desafío, de construir un bloque democrático, vital para defender la democracia y detener el fascismo.

* Codirector del Observatorio en Comunicación y Democracia (OCD) y del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE). Con apoyo de los equipo de investigación de OCD y CLAE

El artículo original se puede leer aquí