Por Fernando Salinas

En la discusión que va a emerger sobre el Plan Araucanía presentado por el gobierno el día de ayer se van a ver enfrentadas nuevamente la cosmovisión mapuche con la visión neoliberal. Hay muchos aspectos conflictivos, como la posibilidad de arriendo de las tierras, la forma en que se financiará este plan o el tipo de actividades económicas que se quiere promover. Creo que todavía el gobierno está lejos de comprender cuáles son los temas de fondo.

Sin embargo, hay un punto que, en mi opinión, merece una atención especial. Me refiero a la ley de cuotas, en la cual se obliga a los partidos políticos a incluir en sus listas electorales un porcentaje mínimo de candidatos mapuches. Esta proposición no cumple el objetivo de garantizar la participación parlamentaria del pueblo mapuche, ya que dependerá de los resultados de las elecciones. Esto ya se comprobó en la ley de cuotas para la mujer en el parlamento, donde quedó en evidencia que muchos partidos políticos sólo cumplieron formalmente la ley sin producir un cambio relevante.

Por lo anterior, la opción de escaños reservados es la única que garantiza una participación efectiva en el Congreso. Sin embargo, hay un aspecto que es tan o más importante que lo anterior, el cual voy a esbozar a continuación.

Cuando la participación mapuche solo puede darse a través de un partido político institucional, como se está proponiendo, estamos forzando a un pueblo a adscribirse a conceptos sociales y políticos completamente ajenos a su cosmovisión. ¿Por qué un mapuche que desea representar a su pueblo solo puede hacerlo si asume una posición política que pertenece a otra tradición cultural?

Suena contradictorio decir que se quiere reconocer la identidad de un pueblo, como el mapuche, en la Constitución y, al mismo tiempo, para que puedan participar del trabajo legislativo los obligamos a escoger entre visiones que no recogen su modo de organización social y su relación sagrada con la naturaleza. Desde el punto de vista ecológico nos enfrentamos a dos visiones completamente distintas: el pueblo mapuche desea vivir en equilibrio con su ecosistema, en cambio, el sistema imperante en nuestro país sólo está pensando en la productividad. De más está decir que esta visión productivista tiene al planeta al borde de un colapso ecológico global. Lamentablemente, no se valora la inmensa riqueza de la tradición mapuche en tiempos en que el humano debe restablecer su conexión con la tierra, de otra manera, no tenemos futuro como civilización.

En mi opinión, los parlamentarios mapuches deben representar la cosmovisión de su pueblo en el parlamento y, en cada instancia legislativa, tomar una posición de cara a su pueblo y no a un partido político.

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