Gabriel Manzo ha expuesto en infinidad de lugares. Un artista con una fuerte formación académica tanto en Mar del Plata, como en España, donde residió unos cuantos años.

“La Macchina del fango”, la serie que presenta en el Museo Municipal de Arte de La Plata a partir de este jueves 2 de agosto, ha estado exhibida en  España (Valencia y Cáceres), en Italia (Roma) y en su Mar del Plata natal, donde actualmente reside. Los fines de semana viaja a La Plata donde con su compañero Alberto llevan adelante el proyecto gastronónomico de La Alicia, un espacio culinario no menos cargado de arte.

La muestra se puede visitar de martes a viernes de 10 a 20 y sábados y domingos de 14 a 21hs, en el Pasaje Dardo Rocha (calle 50 entre 6 y 7), con entrada libre y gratuita.

¿Qué nos vamos a encontrar en esta exposición?

Esta serie está inspirada en la orografía de Cáceres, España y el discurso del periodista italiano, Roberto Saviano. Recoge símbolos con los que propongo un retrato de la sociedad actual. La serie completa reúne más de cuarenta piezas de las cuales veintitrés fueron seleccionadas para el MumArt en esta oportunidad. El conjunto está conformado por dibujos sobre papel de seda italiana, pinturas de gran formato realizadas sobre tela empapelada y dos instalaciones que parten del lenguaje de la escultura que fueron realizadas en pasta de papel policromado.

¿Por qué esa elección de materiales, qué busca transmitir?

Los materiales tienen un doble sentido. Por un lado son materiales naturales con los que a partir de la manufacturación en el taller recrean el sentido del barro como materia que se amasa y se construye la forma y al mismo tiempo ensucia, del mismo modo ocurre con las pastas de papel cargadas de pigmentos, manchan las manos y dejan suciedad, pero nos dan otra vez la posibilidad de construir. Es el uso simbólico de un material que representa la ambivalencia del concepto del fango.

Las espinas refieren a la naturaleza vegetal aportada por el paisaje extremeño y también a las púas metálicas de las armas medievales de la ciudad de Cáceres, donde residí durante más de seis años. Estas comienzan siendo un elemento punzante que en las representaciones más posteriores, de vuelta en Argentina, comienzan a desestructurarse y conformar un tejido que nos devuelve a la idea constructiva más que la de un arma medieval. Otra vez la macchina recurre a la visión benévola y la propuesta de mirar esa posibilidad de construcción.

¿Qué significa poder exponer en un lugar tan emblemático?

Llegué por primera vez a La Plata en mayo de 1994 para visitar a uno de mis hermanos que recién comenzaba medicina. Callejeando entre números y diagonales descubrí la avenida 7 y entre los palacios de la ciudad el Pasaje Dardo Rocha. Me perdí en cada sala que se encontraba abierta y caminé por la nave central fantaseando con que mis trabajos podrían un día estar colgados allí. Ilusiones de un recién graduado en artes visuales que anhelaba ser artista. Alimentaba los sueños de un novato recién salido del cascarón. Casi 25 años después y habiendo llevado mi obra por muchas galerías y salas de España, Italia, Estados Unidos o Indonesia no hubiese imaginado volver a Argentina y vivir la mitad de mis semanas en Villa Elisa. Llegar al MumArt y al Pasaje Dardo Rocha significa poner no solo mis pasos en el Palacio sino dejar rastro de lo que mi obra ha transitado durante todos estos años. Cumplir un sueño en un país que suele reconocer a sus artistas mucho tiempo después de haberse podido desarrollar fuera de él.

En tanto que alquimista en los fogones, ¿de qué manera se produce la alquimia en estos cuadros y esculturas?

La alquimia tiene que ver con la posibilidad de estar en un taller como si fuera una cocina, un laboratorio. Es la posibilidad de tener un profundo conocimiento de los materiales para poder mezclar, manipular y combinarlos para generar con ellos ideas a veces contrapuestas… el papel, un material tan frágil termina siendo un metal, agudo y cortante… o una piedra, pesada y fuerte.