Por Eduardo Yentzen

La Democracia es una forma de gobierno y de convivencia surgida –o recuperada- dentro del desarrollo del paradigma racionalista occidental. Ahora bien, quiero aquí postular que ella es susceptible de enriquecimiento y profundización a partir de un paradigma portador de un mayor desarrollo humano y un mayor nivel de conciencia cual es el paradigma holístico.

Mi convicción es que el paradigma holístico permite aportar a la democracia una mayor calidad, dotándola de más elementos, más variables, más dimensiones, más profundidad, más interacciones, más flexibilidad, más tolerancia, más complementariedad, más fraternidad, más equilibrio, más calidad humana, mayor cuidado del planeta y mejor salud psicológica.

El paradigma holístico aplicado a la democracia permite profundizar las transformaciones. Así, puedo alcanzar cualquier fin deseado sin necesidad de un cambio de sistema, pero debo aceptar que para ese cambio requiero la adhesión en conciencia de las mayorías ciudadanas. Esto implica a su vez sanar a la democracia de todas las distorsiones que impiden la real adhesión en conciencia de las mayorías ciudadanas.

Esto conexión entre democracia y paradigma holístico es posible porque la democracia ya es concordante con la matriz holística, pues está concebida como una totalidad que acepta a todos sus componentes en relación sistémica, pidiéndoles a todas las partes que toleren sus diferencias en pos de la convivencia común, sin renunciar por ello a postular sus visiones.

Relacionaré a continuación algunos principios de la democracia con algunos principios del paradigma holístico, para proponer un camino de elaboración de una democracia holística.

1º Participación.

Cuando lamentamos, en la democracia actual, la falta de interés por participar, esta falta no está en el sujeto que no participa, sino en la ausencia del sentimiento de una totalidad de la cual sentirse parte, y de la ausencia de una parte con la cual sentirse identificado o convocado.

La ausencia de participación proviene de rechazar o de desinteresarse del todo del cual uno forma parte. Cuando se produce esta ruptura de la totalidad –cuando por ejemplo se vive en el mismo país, sin un sentimiento de pertenecer todos a ese país- no hay motivación a participar en el desarrollo de éste como un todo.

La participación es un pilar de la democracia. La participación está definida como tomar parte, hacerse parte o ser parte. Ello implica la existencia de un todo que contiene a todos los que forman parte, y del cual todos participamos. La participación es así una relación de una parte con un todo. Soy partícipe de algo que es mayor que yo, que me contiene y me incluye.

Todos los que somos parte de una totalidad estamos partidos de de esa totalidad. Por eso son partidos políticos los que se re-parten el Estado, entidad síntesis de la totalidad de la nación.

Es por ello que la participación de partes en un todo tiene que contener la tolerancia hacia las otras partes. Cuando se pierde la tolerancia a las diferentes partes –a la diferencia-la totalidad se rompe. Pero al mismo tiempo la voluntad de participación supone la visualización del todo y la importancia del todo. Si mi todo es Chile, y yo lo valoro, la preservación y mejoramiento de este todo me llamaría a participar.

La participación supone que hay otros participantes que son mis iguales dentro de esa totalidad que integro y que nos contiene. Aquel a quien se le impide participar –a quien no se le considera parte de ese todo- se le margina, se le excluye.

La exclusión de una parte de una totalidad crea las condiciones para que esa parte excluida aislada del todo se perciba a si misma como una totalidad, creándose así las condiciones para la constitución de dos totalidades disputándose exclusivamente para sí la totalidad que antes los contenía. Ejemplo: en otro tiempo la totalidad marxista y la totalidad capitalista disputándose para tener sólo para sí la totalidad del país o del mundo; o bien en otro contexto la totalidad católica y la totalidad protestante; o la totalidad católica y la totalidad islámica, etc.

Esta es siempre la raíz del conflicto –la ausencia de paz-, lo que permite postular que la raíz del conflicto sólo se supera si todos somos partícipes del todo.

Para recuperar la participación se requieren dos cosas: uno, tener algo que constituya una totalidad deseable para todas las partes; y dos, no excluir a nadie de la participación en esa totalidad deseable.

2º Principios, medios y fines.

Toda visión de mundo cuenta con principios, medios y fines. Si la visión de mundo es mecanicista éstos serán piezas separadas; si es holística serán componentes integrados dentro de una totalidad mayor.

La soberanía popular es un principio de la democracia; es el derecho del pueblo a gobernarse por sí mismo. La finalidad de este principio es que se gobierne en bien de todo el pueblo, y el medio para ejecutarlo es que el pueblo gobierne. Gobierno del pueblo (principio), por el pueblo (medio), para el pueblo (fin o finalidad).

Ahora bien, si miramos estos tres elementos desde una perspectiva dinámica y sistémica, entendemos que principios, medios y fines no son sino momentos dentro de un continuo, manifestaciones de un proceso.

Si un principio es la participación de todos, el medio (método) requiere hacer real ese principio, y el fin -visto al final- es que todos participaron.

3º Individuo y sociedad.

Quien se ocupa de sí mismo vive dentro de un ‘sí mismo’ mayor, que es el grupo humano al que pertenece, su país, la raza humana. No existe contraposición entre individuo y grupo, pues son una misma realidad a distinta escala: todo grupo mayor es una unidad de todos los individuos que lo componen. Una sociedad, es en su realidad más básica, una sumatoria de personas, de individualidades. En una tribu, las personas alcanzan a distinguirse aún como individuos; pero en las sociedades de masas tiende a perderse la dimensión de valor de cada individuo. Por ello surgen las agrupaciones intermedias y el concepto de representatividad. Así a través de la democracia el individuo sigue existiendo en las sociedades de masas.

Desde el pensamiento holístico podemos hacer una analogía de fondo entre psicología y democracia, a partir de las estructuras de la personalidad y de la cultura de un país. La personalidad de un individuo es en sí misma una ‘sociedad’ a pequeña escala, conformada por varias tribus, que son nuestros roles, los que están constituidos por varios personajes interiores, que son sus individuos. Es equivalente a una nación con sus tribus urbanas y luego sus individuos.

Nuestra personalidad es a la vez unidad y diversidad, unidad y pluralidad. Los personajes interiores en nuestra personalidad tienen entre sí relaciones de dominación o colaboración, aceptación o rechazo, juicios negativos o positivos, odio o amor, etc. En definitiva, las mismas relaciones que las que se dan entre las personas de un país.

Continuando con la analogía, el modo de gobierno de nuestra personalidad puede ser democrático o autoritario. Profundizar la democracia en nuestro siquismo contribuirá a profundizar la democracia en el país.

Al mismo tiempo, cada persona puede trabajar en convertir su pluralidad en una real unidad: integrarla y armonizarla; y si la totalidad de las personas realizaran ese proceso, el total de la sociedad se integraría y armonizaría. Un cambio personal generalizado genera un cambio social correspondiente, es decir, el cambio de las unidades integrantes de una totalidad transforma a la totalidad que los contiene. Lo inverso también ocurre pero de ello somos resultado, y no agentes activos.

4º Igualdad

El principio de ser iguales tiene que ver con ‘ser’ iguales, es decir, iguales en tanto ser. Pero hemos trasladado la aspiración de ser iguales a otro campo, al del tener, sean objetos, posibilidades, derechos, etc.

Nos comparamos en los teneres, o en las formas, y nos reconocemos diferentes: unos tienen mucho otros tienen poco. Para compensar esto nos planteamos utopías igualitarias. La idea de igualdad en el tener surge por la pérdida de la certeza –de la vivencia espontánea- de la igualdad en el ser.

La igualdad desde el principio holístico tiene que ver con una mirada a escala que ve a la totalidad de la humanidad a una distancia que hace evidente su igualdad, en comparación con otras entidades del planeta, en su estructura, en sus funciones. Eso nos hace iguales en esencia, aunque diferentes a pequeña escala en atributos y formas.

¿Dónde queda entonces la igualdad frente a la constatación de la diferencia? A otra escala, a una certeza obvia vista desde una perspectiva más elevada y más amplia. Desde este sentido de igualdad en el ser tenemos acceso a la tolerancia, que es esencialmente la comprensión y aceptación de la multiplicidad de formas que no excluyen el hecho esencial de ser todos iguales.

Ahora bien, comprendiendo la igualdad en el ser podemos avanzar, no hacia una igualdad en el tener, pero sí hacia una significativa atenuación de las diferencias en el tener. Complementariamente, sabemos desde lo psicológico que las necesidades del tener son en general resultados de compensaciones a debilidades del ser. Ello hace que si avanzamos en dotar a los ciudadanos más acaparadores de una fortaleza del ser, es concebible que puedan reducir su necesidad de acumulación en el tener.

5º Conservación y cambio.

¿Qué se conserva y qué se transforma en democracia? Se conserva el todo estructurador, a la vez que se pueden transformar todos sus componentes internos. Esto hace de la democracia algo vivo y es una analogía perfecta con un organismo vivo que se conserva y se está transformando todo el tiempo interiormente. Un individuo, nosotros mismos, nos vemos más o menos igual en 7 años, y en ese tiempo todas nuestras células han cambiado.

Así, la democracia puede irse desarrollando y enriqueciendo –cambiando- en tanto se conservan sus procedimientos, y se conserva la estructura del todo –el país, el mundo: la estructura total que contiene y permite el cambio de sus partes.

Ahora bien, el organismo tiene un ritmo o un tempo de transformación en su interior. También la democracia requiere tiempos y ritmos para que sus individuos vayan recibiendo, comprendiendo y deseando las transformaciones que se le proponen. La intolerancia de las partes a esos ritmos, la tentación de ocupar fuerza para acelerar los tiempos orgánicos, rompe al organismo –destruye la democracia.

El paradigma holístico aporta esta visión orgánica que convoca a respetar los ritmos del cambio, y a preservar la conservación del todo del que se forma parte; y desalienta el totalitarismo, que significa que las partes creen ser el todo y fuerzan a las otras partes a someterse a ellas; con lo que la convivencia de la totalidad mayor se destruye, y se vive un siclo de destructividad hasta que surge una fuerza que vuelve a reconstituir al todo por sobre las partes. Una dictadura es expresión de una parte tomándose por la fuerza la representación del todo. La recuperación democrática es el proceso de recuperar el todo para todas las partes, y poner por encima la convivencia tolerante entre ellas.

La parte que domina al todo quiere conservarlo todo. La parte sometida a otra parte quiere cambiarlo todo. Si ninguna parte domina al todo, las partes comparten el todo, y se equilibran las fuerzas de conservación y cambio.

Invitación

Los cinco puntos anteriores representan una dirección de lectura de la democracia desde algunos de los principios del paradigma holístico que a mi entender proporcionan un sentido positivo y constructivo para la conducción del proceso humano hacia un fin deseado.

Este ejercicio de conexión de lo holístico a la democracia es preliminar, y requiere además de desarrollo y profundización, un ‘aterrizaje’ al pensamiento práctico y organizativo, a conductas y leyes.

Pero aún en esta formulación preliminar pienso que ofrece un horizonte de sentido y de confianza para guiar la conducción de los procesos humanos y políticos.