Por JOHN WEEKS 18 de Julio de 2018 para openDemocracy

¿Cuál es la fuente de la tendencia al autoritarismo del siglo XXI? El propósito central de la re-regulación neoliberal es sustraer la política económica del control de la democracia representativa.

Es difícil encontrar un país importante en el que las instituciones democráticas no estén bajo presión, en muchos casos bajo ataques agresivos. Los Estados Unidos tienen un régimen profundamente antidemocrático. En Europa, las antiguas tendencias autoritarias han dado un salto cuántico bajo el régimen de austeridad neoliberal promovido por el gobierno alemán al amparo de la Comisión Europea.

Las draconianas medidas de austeridad que se impusieron a los ciudadanos griegos representan un ejemplo obvio y chocante de la tendencia autoritaria dominante en Europa.   Los movimientos autoritarios y los partidos políticos tienen poder en Austria, Italia, Polonia y Hungría. Fuera de la UE, los esfuerzos del Gobierno del país más poblado de Europa, Rusia, por socavar la democracia a nivel nacional y en el resto de Europa están bien documentados. Los pocos acontecimientos en los principales países que apoyan la democracia vienen de España, donde los socialistas tienen el gobierno y el Podemos progresista y participativo es una fuerza política fuerte; y el cambio del Partido Laborista Británico hacia la socialdemocracia con la inminente posibilidad de una victoria electoral.

Más allá de Norteamérica y Europa, ningún país importante contrarresta la tendencia autoritaria, ni China, donde el gobierno supervisa una transición del autoritarismo socialista al autoritarismo de mercado. El florecimiento superficial de la participación democrática en Brasil y la India demostró ser efímero, con un golpe semilegal de derecha que socavó las instituciones representativas en el primero, y el gobierno en ejercicio de la India promoviendo la intolerancia étnico-religiosa.  En Vietnam, donde he trabajado durante 25 años, un gobierno autoritario ha completado una transición de la planificación central al capitalismo sólo ligeramente menos represiva que en China. Las instituciones democráticas de Filipinas, dudosas en el pasado, sufren ahora bajo el régimen más brutal de Asia.

«Democracia burguesa»

¿Cuál es la fuente de esta tendencia al autoritarismo del siglo XXI?  El final de la Primera Guerra Mundial, ya hace 100 años, marcó el comienzo de regímenes autoritarios provocados por los excesos del capitalismo. La Gran Guerra, como la llamaron mis padres, fue el conflicto más catastrófico de la historia de la humanidad. Diez años más tarde se produjo la crisis económica más devastadora que el mundo había conocido. Los excesos del capitalismo y la aparente incapacidad de los gobiernos representativos para contener dichos excesos indujeron a muchos, especialmente en Europa, a descartar la «democracia burguesa» por degenerada y disfuncional. Al terminar la Gran Guerra, los revolucionarios de Rusia derrocaron al capitalismo y prometieron un sistema de gobierno en interés de la clase obrera y el campesinado. La promesa y la esperanza de la democracia popular no se cumplieron a medida que el estado obrero se transformaba en un gobierno autoritario apenas disfrazado.

En Italia, Alemania y Japón, el descrédito de la «democracia burguesa» llevó a dictaduras descaradas que celebraron su naturaleza autoritaria. Los regímenes demostraron ser terriblemente exitosos no sólo en aplastar los movimientos obreros sino también en hacer retroceder los principios de la Ilustración. La destrucción de estos regímenes salvajes requirió una guerra aún más catastrófica que el conflicto de 1914-1918.

La «naturaleza interna del capital»

A raíz de la depresión económica, el fascismo, la guerra y la consolidación de la Unión Soviética, cuyos militares habían soportado la mayor carga de la guerra contra el fascismo, se desarrolló un casi consenso entre los principales partidos políticos de los Estados Unidos y Europa. Más de treinta años de catástrofe económica, dictadura y guerra demostraron incluso a los principales elementos de la clase capitalista la necesidad de gestionar el capitalismo. Durante su breve vida, este consenso sostuvo que la estabilidad y consolidación del capitalismo requería mecanismos de control para prevenir los excesos del sistema económico, los excesos generados por la competencia, lo que Marx llamó «la naturaleza interna del capital».

Inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, este reconocimiento de los excesos del capitalismo apareció incluso en la principal revista de economía de la época, The Economic Journal.  En 1947, el economista británico K. W. Rothschild escribió un artículo que debería figurar en la lista de lectura de todos los cursos progresistas de microeconomía,

… Cuando entramos en el campo de la rivalidad entre gigantes[corporativos], la separación tradicional entre lo político y lo económico ya no se puede mantener… El fascismo… ha entrado en el poder en gran medida por esta misma lucha en un intento de los oligopolistas más poderosos de fortalecer, a través de la acción política, su posición en el mercado laboral y frente a sus competidores más pequeños y, por último, para cambiar la situación del mercado mundial a su favor…

…Los aspectos imperialistas de las guerras modernas o de las intervenciones armadas deben ser vistos como parte de una teoría de mercado dinámica, al igual que las actividades «económicas» más tradicionales, como la fijación de precios implacables… Porque no existe una diferencia fundamental entre ambas. (Rothschild 1947, 319).

El auge del capital financiero desde la década de 1970 nos ha devuelto al autoritarismo capitalista que floreció en las décadas de 1920 y 1930. La competencia en el mercado es la fuente del gobierno autoritario y, por su naturaleza, la competencia entre oligopolios se extiende a los conflictos sociales y políticos.

La actual marea autoritaria en Europa y Estados Unidos viene de los excesos generados por la competencia capitalista, desatada y justificada ahora no por el fascismo sino por el neoliberalismo.  El neoliberalismo pretende ser el garante de la libertad – «mercados libres, hombres libres» fue el título de la infame conferencia de Milton Friedman a los empresarios londinenses en 1974. La realidad es todo lo contrario. La re-regulación del mercado neoliberal en los últimos treinta años ha destruido la libertad.

«Re-regulación»

Soy cuidadoso al utilizar el término «re-regulación» y no «desregulación».  Durante el periodo del New Deal (nuevo acuerdo), y durante el consenso socialdemócrata y cristianodemócrata de la posguerra europea, los gobiernos regularon el capital en el sentido específico de limitar su libertad de movimiento. Los aranceles y las «barreras no arancelarias», las limitaciones a la conversión de las monedas nacionales y la estricta supervisión de las instituciones financieras limitaban la forma y la intensidad de la competencia. El propósito explícito de estas políticas era impedir la «libre circulación de mercancías», restringir la movilidad transfronteriza del capital y contener estrechamente la especulación financiera.

La re-regulación neoliberal no se limita a revertir la regulación del capital. La re-regulación neoliberal reemplaza la contención progresiva del capital por reglas legales que facilitan activamente el poder colectivo del capital y socavan el poder colectivo del trabajo. La re-regulación neoliberal no es la negación de las restricciones al capital. Más bien, es la implementación de políticas activas para limitar las posibilidades de acción e intervención de los gobiernos en las esferas económica, social y política.

Durante el New Deal y la socialdemocracia en Europa, los gobiernos regularon el capital. En la era neoliberal el capital regula el gobierno.

El propósito central de la re-regulación neoliberal es sustraer la política económica del control de la democracia representativa. Esto requiere no sólo una nueva regulación económica, sino también una nueva regulación social y política.

«Ordoliberalismo»

Tal vez el ejemplo más claro de cómo imponer límites al gobierno representativo es el «ordoliberalismo» de la ideología económica derechista alemana. El término combina dos palabras, «orden» y «liberalismo».  No se trata de una filosofía de desregulación; más bien se trata de una filosofía de democracia restringida que aboga por reglas estrictas – «orden» – para limitar que los gobiernos promulguen leyes que se desvíen de los principios neoliberales.

La combinación de la economía neoclásica del Ordoliberalismo y el énfasis en que el Estado establezca reglas para hacer cumplir esa ideología produce un sistema de gobierno explícitamente antidemocrático que ahora está profundamente arraigado en los dos principales tratados que sirven como constitución de la Unión Europea. El actual gobierno alemán lleva más de una década induciendo con éxito a otros gobiernos de la UE a que legislen límites a su alcance jurídico para diseñar e implementar la política económica. Ejemplos del enfoque del ordoliberalismo en Estados Unidos son la legislación que establece el techo de la deuda pública y la meta de inflación del banco central.

Control de medios

La re-regulación más odiosa en interés del capital han sido las medidas legales para debilitar a los sindicatos y otras organizaciones y movimientos populares. Un elemento central de ese debilitamiento ha sido la consolidación del control del capital financiero sobre los medios de comunicación, facilitado a su vez por los cambios legales. Este control de los medios de comunicación es central para el proceso de re-regulación que libera al capital. El control de los medios de comunicación facilita la propaganda para minimizar y desviar la crítica, incluso el reconocimiento, de los excesos criminales del capitalismo. La imposición de límites legales y extralegales a la libertad personal en la era neoliberal deriva tanto ideológicamente como en la práctica del dogma de la libertad de mercado.

Fachada democrática

La imposición de límites legales y extralegales a la libertad personal en la era neoliberal deriva tanto ideológicamente como en la práctica del dogma de la libertad de mercado. La visión ahistórica de Adam Smith de que los mercados surgen como «consecuencia de una cierta propensión en la naturaleza humana… a transportar, negociar e intercambiar una cosa por otra» no podría estar más lejos de la realidad del capitalismo. Hay que hacer cumplir los llamados mercados libres, la aplicación de la ley se logra mediante una nueva regulación por parte del capital. En los últimos cuarenta años, esta nueva regulación ha supuesto el desmantelamiento del gobierno representativo, manteniéndolo al mismo tiempo como una fachada retórica.

La regulación activa de los procesos de mercado en los Estados Unidos en la década de 1930 y en Europa Occidental después de la Segunda Guerra Mundial suprimió la tendencia autoritaria inherente al capitalismo. La re-regulación por parte del capital, especialmente el capital financiero, desató ese autoritarismo.  El surgimiento del capital financiero, la llamada financiarización, expresa plenamente la naturaleza antidemocrática de los procesos de mercado.

A principios del siglo XXI, los grandes oligopolios y las poderosas corporaciones industriales sobre las que escribió Rothschild ya no impulsan la fuerza destructiva de la competencia capitalista. El capital financiero, no los enormes depredadores industriales del siglo XX, impulsan la competencia en este siglo XXI globalizado. La hegemonía del capital financiero da lugar a una dictadura política abiertamente autoritaria, sin disfrazarse de adornos democráticos.

Sobre el autor

John Weeks es profesor emérito de la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres y autor de

«Economía del 1%: Cómo la economía dominante sirve a los ricos, oscurece la realidad y distorsiona la política«, Anthem Press.

Traducido del inglés por María Cristina Sánchez