por Camilo Rengifo Marín

No es normal que en poco más de un mes (entre el 1 de junio y el 3 de julio) hayan asesinado a 19 líderes sociales en Colombia y tampoco debiera ser normal que millones de colombianos continúen por ahí llorando por la eliminación de su selección de fútbol en el Mundial de Rusia, sin ni siquiera saberlo o sorprenderse por saberlo.

 ¿Culpa de quién? ¿A quiénes señalamos por los asesinatos y a quiénes condenamos por el silencio?, se pregunta la exsenadora Piedad Córdoba. En Colombia el fútbol se ha usado, históricamente, para tender una cortina de humo sobre la impunidad de los verdugos. Y en ese ocultamiento han sido y son corresponsables, sin duda, los medios de comunicación hegemónicos.

Ya el 4 de febrero de 1929,  los militares que, dos meses atrás, habían perpetrado una masacre de trabajadores en la United Fruit Company, lo utilizaron para congraciarse con el pueblo, recibiendo a la selección magdalenense que venía de coronarse campeona en los Juegos Nacionales, y, por petición de los jugadores, liberaron a varios huelguistas que permanecían confinados en mazmorras.

Siempre los gobiernos se habían mostrado reacios a apoyar un campeonato de fútbol profesional, pero en 1949, meses después del asesinato del candidato presidencial Jorge Eliécer Gaitán, cuando el país seguía envuelto en llamas, por fin se inauguró el torneo.

Los indignados usuarios de las redes sociales no paran de postear, con cruentas imágenes de los asesinados, que el Mundial de Fútbol encegueció a los colombianos como sociedad; otros cantaron los goles y al tiempo de la derrota de la selección “cafetera” en el Mundial de Rusia no pararon sus estados de tristeza equiparándolos con el dolor de los lideres asesinados.

Obviamente, los asesinatos sistemáticos no empezaron con el mundial de fútbol, se vienen presentando desde hace décadas. «Siempre nos toca ponerles períodos, georreferenciarlos con algún acontecimiento, pero paradójicamente el antecedente de este luctuoso mes es la firma de Acuerdo de “Paz” pactado por las FARC, la guerrilla más vieja del continente y el gobierno de Juan Manuel Santos», añade la dirigente social.

Piedad señala que “Desde el año 2016 no paramos de contar los muertos a diario, de alertar de miles de maneras al gobierno nacional y a sus instituciones que si no se demostraba voluntad para evitar más muertes de líderes sociales este flagelo se agudizaría y al día de hoy son más de 300 los asesinados”.

La derrota de la selección de fútbol en Rusia visibilizó la nueva ola de terror con la que se despide Santos del gobierno. “Este país mata a sus campesinos, a sus jóvenes y mujeres, se está asesinando a quienes pacíficamente defienden sus tierras y sus derechos o lo que es peor, en Colombia se amenaza y se asesina a quienes participaron en campañas electorales diferentes a las del candidato ganador”, agrega.

En su libro Cien años de fútbol, el periodista Alberto Galvis Ramírez nos cuenta que, emocionado por el empate coin la Unión Soviética en 1962, el entonces presidente de Colombia, Guillermo León Valencia, pronunció esta frase tan grandilocuente como cargada de intención política: “Felicitaciones, compatriotas: fue un triunfo de la democracia sobre el totalitarismo”.

Moraleja, cuatro días después Colombia cayó 5-0 ante Yugoslavia. El jefe de deportes de El Espectador, Mike Forero Nougués, comprendió que el revés era propicio para desenfundar su sarcasmo. “Fue un triunfo del totalitarismo sobre la democracia”, tituló a seis columnas, recuerda en el New York Times el periodista Alberto Salcedo, quien también insiste en que varios hechos trágicos obligan a poner esta derrota deportiva en su justo contexto.

En el Cauca, lugar donde nació Yerry Mina, el defensor del Barcelona de España e inesperado goleador en Rusia, fueron masacrados siete campesinos. En la región Caribe fue asesinado un dirigente comunal mientras veía el partido. Antes, una profesora había sido amenazada de muerte por un comandante paramilitar. En lo que va de 2018 han sido asesinados noventa y ocho líderes sociales.

Terminó –para los colombianos- la cortina de humo del fútbol y el país está volviendo a su guerra reciclada de siempre, al fracaso histórico como nación, a las masacres en manos de militares, paramilitares y sus socios narcotraficantes, en momentos en que la asunción de Iván Duque –ahijado del genocida Álvaro Uribe- presagia el fin de la paz acordada y que nuevos nubarrones se ciernen sobre los colombianos.

No es “rabia sino de una tristeza honda por la muerte, pero también por la naturalidad con la que los colombianos asumimos esas muertes. Me pregunto si de verdad es que no le interesa a la sociedad o si los medios de comunicación han impuesto una matriz de opinión para que eso no importe y continuemos con la vida como si solo hubiera pasado la derrota del fútbol cuando a lo que asistimos es a la derrota de la vida y la esperanza”, concluye Piedad Córdoba.

 

* Economista y docente universitario colombiano, analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

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