El navío Lifeline, que transportaba a 234 migrantes que habían estado en el mar durante más de una semana, llegó a Malta esta noche. Los inmigrantes serán reubicados en ocho países europeos -Malta, Francia, Italia, Irlanda, Portugal, Bélgica, los Países Bajos y Luxemburgo-, pero la recepción se limitará únicamente a aquellos que tengan derecho a solicitar asilo, mientras que todos los demás serán rechazados.

Además, parece que el barco será confiscado y se detendrá al capitán por no haber obedecido la orden del Centro de Operaciones de la Guardia Costera italiana de entregar a los náufragos a las lanchas patrulleras libias o de llevarlos a un puerto libio. Y ello a pesar de que los jueces de Palermo y Ragusa escribieron en sus sentencias que no existen «puertos seguros de desembarque» en Libia y que la agencia de la ONU para los refugiados ha definido repetidamente la situación de los centros de detención en Libia como «preocupante» y «por debajo de todos los estándares internacionales».

Otro grave episodio de criminalización de la solidaridad, por lo tanto, aquellos que respetan las obligaciones y normas de las convenciones internacionales terminan siendo juzgados y se convierten en blanco de odiosas campañas de difamación por parte de los políticos y los medios de comunicación. Por no mencionar el atroz destino de quienes corren el riesgo de regresar a los infames campos de concentración libios.

Traducido del italiano por María Cristina Sánchez