Ya comenzó el cese al fuego dispuesto por el ELN para favorecer la realización de la segunda vuelta electoral en Colombia. Dos proyectos de país enfrentados, dos futuros incompatibles confrontan en estas elecciones: la vuelta al pasado más siniestro de la política corrupta con Iván Duque y una propuesta de desarrollo sustentable y garantías de paz con Gustavo Petro.

El senador Duque es considerado una marioneta del también senador Álvaro Uribe Vélez, dos veces presidente y hombre poderoso del poder económico colombiano y, fundamentalmente, representante de la oligarquía Antioqueña.

Petro, exalcalde de Bogotá y en su adolescencia miembro de la guerrilla del M-19, configura un espacio de convergencia de luchas histórica de Colombia, pueblos originarios, campesinado, ecología, contra la corrupción y por el fortalecimiento de la educación y la salud pública, que durante el gobierno de Uribe se convirtieron en negocios privados.

Quienes apuestan por Duque destacan su pasado como economista del Banco Interamericano de Desarrollo y su posible facilidad para lograr préstamos extranjeros. Para quienes Petro es la mejor alternativa han tenido que bregar para asegurar un mayor control de los votos e impedir los fraudes cometidos en la primera vuelta, además de seducir a los votantes de otras propuestas para alcanzar a Duque, que obtuvo casi 15 puntos de ventaja en esa primera cita electoral.

Si la Coalición Por la Paz que conforman las agrupaciones que ya integraban la Colombia Humana de Petro, junto a figuras de la Coalición Colombia como Antonas Mockus y Claudia López, además de miembros del Polo Democrático y el Partido Liberal consiguen sacar del sopor abstencionista a la población colombiana, hay chances de que Colombia se encamine a un nuevo horizonte político y social.

Para ponerle fin a la violencia y desarmar el apoyo al paramilitarismo del Estado y las grandes empresas es necesario que la ciudadanía colombiana se involucre en esta elección  y vote por Petro.

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