por Aram Aharonian

Con una holgada victoria, el presidente Nicolás Maduro, logró su reelección en un escenario dramático, de guerra económica, con un pueblo carente de alimentos, medicinas, transporte público, dinero en efectivo, con la impunidad de una galopante corrupción, y atemorizado por las amenazas de intervención extranjera.

Pero igual salió a votar. La victoria del 20 de mayo es el cuarto cheque en blanco que el pueblo le expide al sistema político para que haga lo que debe hacer. Es un voto de confianza, expedido en duras y amargas condiciones de escasez e inseguridad, suscrito para que se las resuelva, y no para que se las ignore o sirvan como promesas de la próxima campaña, señala Luis Britto García, el mayor intelectual venezolano.

Britto hace una serie de señalamientos al gobierno y señala que el repunte del crudo a 67,15 dólares por barril vuelve a dotar de piso económico para recuperar la producción, y de medios para asegurar un presente tolerable y un espléndido futuro. Cuando el gobierno se muestra incapaz de atender las demandas de los gobernados, la crisis económica y social deviene crisis política, dice.

“No puedo aquí engañar a nadie, (las sanciones) nos van a crear graves dificultades, dolorosas dificultades que vamos a enfrentar paulatinamente y las vamos a superar y las vamos a derrotar”, dijo el reelecto presidente Nicolás Maduro en su mensaje ante la Asamblea Constituyente, donde colgó el triunfalismo por un rato para aceptar el predecible agravamiento de la situación económica y social.

 “Vengo con el espíritu del futuro, de la construcción de lo nuevo, Venezuela necesita un nuevo comienzo en revolución, con revolución y para hacer revolución, escuchemos bien el clamor de un pueblo y también sus silencios (¿el 54% que no ejerció su voto), aprendamos a escuchar los silencios y el clamor del pueblo”, agregó.

Según los datos oficiales votó el 46%, bastante menos que lo tradicional para ese país, pero en un nivel semejante al que tuvieron las últimas elecciones de Chile y Colombia. En estas elecciones el bolivarianismo perdió unos dos millones de votos respecto a sus mejores elecciones, de los años 2012 y 2013.

La liberación del espía

La liberación del espía estadounidense Joshua Holt se oficializó tras una reunión entre Maduro y el republicano Bob Corker, presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, tras meses de negociaciones con congresistas estadounidenses (Dick Durban, Caleb McCarry, entre otros), y parece dibujar un nuevo momento en las tensas relaciones binacionales. McCarry y Maduro integraron hace 16 años el Grupo de Boston de legisladores de ambos países, tras el golpe de 2002.

La medida -con la cual Venezuela obtiene tiempo político-, se enmarca en la primera línea de acción anunciada por el presidente y corresponde al inicio de un nuevo proceso de diálogo, y sucede a la expulsión del encargado de negocios, Todd Robinson, y del jefe político de la embajada, Brian Naranjo, como respuesta a nuevas sanciones de la Administración Trump.

La liberación de Holt, que se logra por el tácito reconocimiento de la legalidad del gobierno venezolano, parece haber logrado un freno parcial de las nuevas acciones coercitivas que se anunciaban como respuesta inmediata al triunfo electoral de Maduro y que suponían presiones contra Rusia y China.

La sorpresiva negociación alcanzó al senador Marco Rubio, furibundo anticubano y antivenezolano, al secretario de Estado Mike Pompeo, y hasta al vicepresidente Mike Pence, quienes tomaron distancia de Corker afirmando que las sanciones seguirían, quizá sorprendidos por la creación de un canal alternativo fuera de su control. La negociación de Corker desplazó del escenario a los viajeros opositores, que intentan fungir como mediadores (con Washington), y a sus financistas y guionistas.

Las líneas de Maduro, ¿y el proyecto?

“Lo primero que llamo es a la transformación del liderazgo de la Revolución…  No estamos haciendo lo suficiente, no lo estamos haciendo bien… Hace falta una gran rectificación profunda, un aprendizaje profundo, hacer las cosas de nuevo y mejor más allá de la consigna, del aplauso, no estamos haciendo las cosas bien y tenemos que cambiar este país, pero tenemos que empezar por nosotros”, dijo Maduro en su discurso ante la ANC. Algunos de los presentes se mostraron nerviosos..

Una vez reelecto, Maduro parece decidido a afianzar su liderazgo marcando distancia de la figura de Hugo Chávez, lo quedó evidente en una campaña electoral deschavizada y no sería nada sorpresiva que haga cambios en el gabinete y otros espacios de poder, abriéndola la puerta a la generación de su hijo del mismo nombre, y dejar de usar la herencia del Comandante.

Y esbozó seis líneas, el anuncio de otro catálogo de buenas intenciones que parece más un maquillaje que un cambio radical, que un gran viraje hacia un proyecto desconocido. La primera, la del diálogo nacional y la pacificación, y la segunda de avance hacia un acuerdo económico con los sectores empresariales y productivos, públicos, mixtos y privados para lograr la estabilización de la economía (¿con quién, para qué?). Ambos debieran mostrar elementos tácticos, claros, para el mediano plazo, que permitan respirar a la ciudadanía y marquen un sendero a seguir que conduzca hacia la luz al final un túnel en apagón.

Para conjurar los peligros de la situación nacional y las amenazas externas es necesario construir un esquema de cohabitación entre los factores en pugna por el poder, ya que ninguno de ellos dispone de la fuerza suficiente para ser considerado como hegemónico ni está en condiciones de plasmar un programa de largo plazo. Las circunstancias obligan, por lo tanto, a retomar la negociación, señala el politólogo Leopoldo Puchi.

Pero le corresponde al gobierno desatar los nudos explosivos de la economía y la política, impulsando la producción nacional en el área industrial y agrícola y detener la hiperinflación a través de un programa macroeconómico que incluya la autorización para que el sector privado utilice sus divisas para la importación de insumos y bienes de consumo, añade

La tercera línea de acción propone “una lucha renovada y frontal contra todas las formas de corrupción y por el surgimiento de una nueva ética”, que debiera comenzar por investigar la extracción de 600 mil millones de dólares del Estado hacia cuentas privadas en el exterior. La cuarta línea se refiere a medidas sociales necesarias, que buscan ayudar al pueblo a sobrellevar la carga de las dificultades, como el Carnet de la Patria y el programa Hogares de la Patria., o sea la insistencia en soluciones paliativas y no estructurales

La quinta línea -que cuando Chávez era siempre la primera- es la Defensa de Venezuela, y dejó la duda si era considerado un problema político o militar. La sexta línea se refiere a buscar el socialismo para consolidar la paz del pueblo, que parece ser expuesta para complacer a aquellos sectores, nacionales y latinoamericanos, que reivindican volver a ese camino.

Mientras Maduro convoca a “una nueva jornada de diálogo permanente y de reconciliación” con todos los sectores políticos, sociales y económicos del país; Henri  Falcón, en un segundo lejano lugar, cuestiona y desconoce el proceso electoral, dando así, tardíamente, la razón a la estrategia abstencionista de la oposición.

Para algunos la abstención es una suerte de marginación, pero puede obedecer a la conducta electoral más o menos previsible de la oposición; y también al crítico contexto en el cual se realizan los comicios, donde se encuentran  las causas del descenso del voto por Maduro.

¿Tropicalismo?

A muchos, sobre todo en el exterior, es inexplicable que, en medio de la actual situación, haya sido reelecto Maduro, cuando Venezuela tiene una hiperinflación que –este mes- ronda el 13.000% anual, faltan alimentos y medicamentos, se produce un desangramiento diario por la emigración, en busca de nuevos horizontes.

El triunfo de Maduro fue posible por un pueblo que resistió al Golpe de Estado de 2002; que, a pesar de todos los errores, fue formado en la mística de construir otra realidad con mayor dignidad y a la que no está dispuesto a renunciar.

Ese pueblo ahora no acepta que los sectores dominantes y/o el poder del imperialismo derroten la autoestima construida, y le dio a los actuales gobernantes una última oportunidad para que se desprendan de quienes vienen dañando su sacrificio, haciendo realidad los sueños que todavía los mantienen en pie.

El Gobierno va a tratar de mostrar acciones de cambio para rescatar algo de confianza interna, y para ello no basta otra declaración del Presidente quien, obviamente, va a tratar de mostrar cambios, profundos o cosméticos -él y sus asesores sabrán-, en busca de los equilibrios políticos internos y el respeto en la relación internacional.

Y Maduro corre con una gran ventaja: no tendrá elecciones presidenciales por seis años y medio, lo que a él le debiera dar tranquilidad para esbozar un proyecto en el tiempo. Pero, por el otro lado, ni el chavismo no madurista ni la oposición podrán apostar a una estrategia electoral, y ahí es que surgen los fantasmas.

Si el pueblo no percibe soluciones en el corto y mediano plazo, la presión puede llegar a ser muy grande, capaz de fracturar al bolivarianismo civil y castrense y, con una opción electoral clausurada, obligaría a buscar otras soluciones.

La generación de relevo

De los 31 ministerios con que cuenta actualmente el Ejecutivo, muy probablemente Maduro cambie a muchos de sus titulares, para marcar su distancia del chavismo, lo que no significará mucho sin un proyecto coherente. La gente reclama gente nueva, que no necesariamente deben ser del Movimiento Somos Venezuela MSV), creado por Maduro en esta etapa de superación del chavismo, según le propusieron sus asesores extranjeros.

Las informaciones desde el palacio Miraflores hablan de nepotismo, con el nombramiento de Nicolás Maduro Guerra, hijo de presidente, en el despacho de la Presidencia o en la cartera de Juventud y Deporte, para el cual también se postulan Alexander Vargas y la cantautora y actual constituyente Rodbexa Poleo.

Integrantes del MSV, son las hermanas Luz María y Carolina Escarrá, hijas del fallecido jurista y diputado Carlos Escarrá, y aspiran a altos cargos en la Cancillería, mientras Ricardo Sánchez, convertido no hace mucho al chavismo y Carlos Vargas, Superintendente de la Criptomoneda, son evaluados para ocupar la cartera de Economía y Finanzas, hoy en manos de una ficha de Maduro, Simón Zerpa.

El portal supuestonegado.com, señala que Winston Vallenilla (Presidente de Tves), Roberto Mesutti (titular de la Casa del Artista) y Roque Valero, actual constituyente, son candidatos al ministerio de Cultura, mientras que Orlando Camacho, vocero de los empresarios que apoyan a Maduro desde 2013, desea la cartera de Industria y Comercio.

Dos nombres importantes en el armado de MSV son los hermanos Rodríguez, Jorge y Delcy. Tras ser presidente del Consejo Nacional Electoral y alcalde de Caracas por dos períodos, recién entró al gabinete presidencial con su nombramiento en la cartera de Comunicación. Delcy, presidenta de la Asamblea Constituyente y excanciller…y también presidenta del MSV, puede aspirar a ocupar la Vicepresidencia ejecutiva, ubicándose en el primer escalón de la sucesión presidencial.

Las áreas estratégicas y las Fuerzas Armadas

Once de los 31 ministerios -de áreas estratégicas como alimentación; construcción de viviendas y obras de gran envergadura; energía (eléctrica, petrolera, minas) y transporte- están controlados por militares, tanto activos como retirados: Despacho, Interior y Justicia, Defensa, Agricultura y tierras, Pesca y acuicultura, Hábitat y vivienda, Ecosocialismo, Petróleo, Obras públicas, Transporte terrestre, Electricidad.

Una de las preguntas sin respuesta por ahora es si dará Maduro más protagonismo y poder al ala militar en el gobierno. Se habla del general Carlos Osorio en la Vicepresidencia, lo que marcaría la presencia castrense en el área política y la posibilidades de que otras áreas estratégicas, como Economía y Desarrollo minero también queden en manos militares.

¿Quién es la oposición?

El pueblo votó – dice Carlos Manuel Rodríguez- esperando propuestas del presidente reelecto para solucionar los ingentes problemas ocasionado por la guerra económica, los errores cometidos durante 2014-2018 y las debilidades del gobierno para avanzar en el proceso revolucionario (profundizar las transformaciones económico-sociales) y en lo referido a la soberanía popular, fortalecimiento político, pero sobre todo para establecer mecanismos que impulsen la seguridad agroalimentaria, de salud, industrial y personal.

No votó, agrega, para seguir oyendo chácharas, discursitos latosos, sin ofertas reales ni concretas, sin propuestas que permitan abordar desde ya los problemas y elaborar sus soluciones de manera pronta y efectiva; ni para que sigan los mismos burócratas enriqueciéndose con los dólares del pueblo, derrochando el erario público, disfrutando de lujos, hoteles suntuosos, altas comisiones sin que se vea los resultados a su gestión.

“El liderazgo de la Mesa de Unidad Democrática tiene 19 años de fracasos”, sentenció el joven dirigente del partido socialcristiano Copei Pedro Pablo Fernández, retratando . fielmente el proceso de reveses y derrotas de los partidos y dirigentes de oposición, sin atisbo de esfuerzo o interés alguno por la reflexión y la autocrítica, dependientes de las orientaciones del exterior.

Va a ser difícil superar la desarticulación de la oposición que, sostenida por Washington, Bogotá y Madrid, desplegó un feroz golpe de Estado contra el presidente Hugo Chávez en 2002 y una desestabilización terrorista desde 2014, que duró varios meses y que significó muchos muertos. Esa oposición quedó totalmente a merced de las decisiones de sus padrinos, patrocinantes, guionistas y financistas externos (el gobierno estadounidense, la OEA, el Grupo de Lima, sectores de la Unión Europea).

Y cuando se creía que Henry Falcón podían conformar un nuevo liderazgo en la oposición, asumieron posiciones que buscan el perdón de la MUD. Los espacios están abiertos, pero el liderazgo opositor está vacío y, quizá por eso, tienen una oportunidad los outsiders, los líderes nuevos que los viejos dinosaurios no dejan aparecer.

El pueblo está cansado y su paciencia tiene un límite, como lo demostró en 1989 cuando salió a la calle contra el ajuste del FMI y Carlos Andrés Pérez… y cuando el 13 de abril de 2002 tomó nuevamente las calles para exigir que los golpistas restituyeran a su presidente constitucional. Ese pueblo que aún recuerda que Chávez los hizo sujetos de política (y no meros objetos de ella), no va a esperar seis años y medio: puede decir basta en cualquier momento.

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