Por Enric Feliu Blanch.-

Cuando hablamos de listas de espera en la sanidad pública, lo primero que le viene a uno a la cabeza son las listas de espera para las intervenciones quirúrgicas. Es decir, el tiempo que transcurre entre que terapéuticamente el medico toma la decisión de que hay que operar a causa de una determinada patología y la efectiva realización de la intervención quirúrgica en su día decidida.

Pero no va a ser la única lista de espera que va a sufrir el paciente. Previamente ya ha pasado por otras dos: en primer lugar la de la cita con el médico especialista . Desde que su médico de cabecera toma la decisión de que la enfermedad que sufre su paciente ha de pasar  por alguna de las especialidades, por ejemplo traumatología, ese paciente se incorpora a una primera lista. Pero aun va a padecer una segunda, la de la espera para la realización de pruebas diagnósticas, imprescindibles para determinar el alcance de la enfermedad y el  tratamiento terapéutico.

Y llevamos ya tres listas de espera distintas, con su discurrir particular en cada una de ellas, pendiente por ejemplo la del médico especialista de si estarán cubiertas las bajas y vacaciones de los mismos, la de diagnosis en atención a los equipos disponibles (los recortes realizados a día de hoy  han afectado gravemente el mantenimiento de los aparatos, tal como ha pasado en grandes Hospitales como el de Valle Hebrón en Barcelona, en algunas áreas). Y, para que hablar de las intervenciones quirúrgicas. Es posible que a  un paciente se le haya suspendido su intervención justo antes de entrar en quirófano por razones de emergencia al necesitarse el quirófano asignado.

Pero no acabamos aquí con las listas de espera (intervenciones, diagnosis y especialista). Aún tenemos más. De algunas no nos damos  ni cuenta: por ejemplo urgencias. Es en realidad también una lista de espera el tiempo que espera un paciente en dicho Servicio. Es habitual que   enfermos que acudan a dichas urgencias    estén más de seis horas, y  algunos pendientes más de dos días  de subirlos a planta o bien darles el alta. Un plazo máximo de 24 horas debería ser suficiente para realizar las correspondientes pruebas y  determinar si se le da el alta médica o, en caso contrario, ingresarlo en el Hospital.

¿Pero por que se produce habitualmente ese colapso en las urgencias?  Pues por la primera y básica lista de espera, la del médico de cabecera. Si en un ambulatorio tardan para ser visitado en darte hora hasta tres semanas, qué hará una persona enferma? Tratará de curarse lo más rápido posible acudiendo a donde hayan médicos para que lo visiten, es decir, a los servicios de urgencia.

Característica esencial de las listas de espera y aspecto que obvian los responsables de la gestión sanitaria publica, más allá de las estadísticas, es su dinamicidad. La enfermedad del paciente, pese a ser una cifra estática en un listado, evoluciona con el paso del tiempo. Es muy habitual, sobre todo en la especialidad de traumatología, que el dolor se incremente . El paciente , pendiente meses, incluso años, de una intervención, por ejemplo de prótesis de rodilla, acudirá cada quince días a los Servicios de urgencia para calmar los dolores  que durante el periodo de lista de espera sufra. Aguantará mucho pero al final reclamará que le den cualquier medicina para calmarlos. No es extraño que después del uso sistemático de calmantes, el paciente, tras ser operado, deba iniciar un desenganche de los mismos, una deshabituación de su uso.

¿Es imposible un sistema sanitario publico sin listas de espera ? Parece difícil. El tema fundamental es que las listas de espera no pueden suponer un agravamiento de la situación médica del enfermo afectado, incrementándose el dolor y sufrimiento del mismo, y perdiendo calidad de vida tanto él o ella como su familia y entorno,que también se verán afectados ante la impotencia de no poder hacer nada para mitigarlo.

El Servicio Nacional de Salud debe de optimizar  al máximo los recursos públicos de los que dispone sin que la salud de los pacientes se vea agravada.

Las listas de espera deben por tanto ser transparentes, basadas únicamente  en criterios terapéuticos, y nunca estáticas, dado que la situación del enfermo no es una foto fija sino que siempre hay una evolución de la enfermedad.

Podemos mejorar por tanto el sistema de listas de espera, pero la pregunta que hay que hacerse  en realidad es  si interesa mejorar el sistema de listas de espera.

La respuesta es no.  El lobby sanitario privado por varias y diversas razones está interesado en mantener  la situación actual  .

La denuncia social  de los dramas humanos de las listas de espera,  dando rostros de personas reales más allá de las  cifras frías y estadísticas incompletas ha servido a veces, para nuestra sorpresa,      como reclamo de  campañas publicitarias de la sanidad privada.

Por otro lado las administraciones públicas, después de recortar significativamente los presupuestos de la sanidad pública, han impulsado luego, sin ningún tipo de rubor,  los llamados planes  de choque, consistentes en incrementos presupuestarios ridículos y que además han favorecido muchas veces al sector sanitario privado, derivando intervenciones quirúrgicas sin aprovechar al máximo previamente los recursos humanos y materiales de los hospitales públicos. En su día el Instituto para el Desarrollo y la Integración de la Sanidad (IDIS), que reúne al sector sanitario privado hizo pública una propuesta de reducción de listas de espera a cambio de 1.500 millones de euros  que  “se realizaría incrementando una media de tres a cuatro operaciones/quirófano/día en la red de hospitales de la sanidad privada”.

¿Es coincidencia que los responsables políticos de la sanidad pública acaben después de sus mandatos en las empresas privadas del mismo sector?

Quién recorta la sanidad pública, a su vez desprestigia luego el servicio público, anuncia la eficiencia del sector privado y traspasa los recursos públicos para hacer negocio privado, construyendo un sistema sanitario público de casi beneficencia para una gran parte de la población, la que no puede pagarse una mutua privada.

Y en todo este juego pernicioso en ningún momento importa el dolor y sufrimiento del paciente, incluyendo si acaso muere. Tampoco importa como la familia y su entorno se agotan psicológicamente, ni cómo los profesionales de la sanidad pública literalmente se “queman” al contemplar impotentes como un paciente empeora de su enfermedad sin que puedan hacer nada por él.

Las Listas de espera matan. Lo sabemos, tenemos razón y hay alternativa. Por eso salimos a la calle.