Desaparición forzada: caso Daniel Solano

Fiske Menuko, Puel Mapu. El desvío de la causa, la estafa a los trabajadores rurales y el intento de contradecir un testimonio clave fueron los tres ejes centrales mencionados dentro de la sala de audiencia de la Ciudad Judicial, durante el día número 19 del juicio por la desaparición forzada de Daniel Solano. “¿Cuánto vale la vida de Daniel Solano?”, le preguntó Adrián Lapenta a uno de los primeros familiares (el cuñado) de Daniel que llegó a Río Negro, acompañando a Gualberto Solano desde Tartagal (Salta). “Nosotros no vinimos a buscar dinero, vinimos a buscar un familiar”, le respondió calmo aunque angustiado. “Yo te puedo ayudar, pero vos tenés que hablar con los changos para que sigan trabajando. Entonces fue mi suegro (Gualberto Solano) y habló, sí no, no teníamos alojamiento, transporte, comida. ¡Nada!”. “Habitualmente una persona trabaja cierta cantidad de días en el mes y cuando nos enviaban los recibos de sueldo, que los teníamos que imprimir, aparecían pocos días”, declaró, por su parte, la ex contadora de Agrocosecha. “En ese momento le pregunté por qué declaró lo que declaró. Y me dijo que lo hacía por plata. Lo hacía por interés, por necesidad (…) Si ustedes me dan plata yo digo la verdad”, testificó por último una de las oficiales de la policía que intentó desmentir la versión de una de las únicas testigos (claves) que vio cuando varios de los policías imputados ingresaron a una camioneta blanca a Daniel Solano. La extorsión, la estafa y el encubrimiento: la triple E del caso Solano. ¿Cuánto vale la vida de un joven originario en la Argentina? deberíamos preguntarnos también, parafraseando la pregunta de uno de los dueños de Agrocosecha S.A.; una pregunta retórica que debe interpelar a la sociedad argentina en general, en un contexto sociopolítico e histórico donde un joven como Rafael Nahuel es asesinado por la espalda acusado de ser un joven terrorista, mientras que, casi en el mismo ejercicio, dos años antes la comunidad nacional elegía a un hombre de ojos azules como presidente y salvador del país.

Introducción

En la audiencia número 19 del juicio por la desaparición forzada de Daniel Solano declararon 6 testigos, entre ellos un compañero de trabajo de Daniel Solano y el cuñado de éste último. También declararon la ex contadora de Agrocosecha S.A., una testigo propuesta por la defensa, una joven policía y la enfermera que escuchó la versión de que a Daniel se lo llevaron, del boliche Macuba Megadisco, varios de sus compañeros (véase “La teoría de los cinco pasajeros”).

Kiñe. Primer capítulo

La extorsión

El primer testigo en declarar fue un trabajador rural, compañero de habitación de Daniel Solano. El segundo testimonio lo protagonizó el cuñado de éste último. Ambos estuvieron presentes en la identificación de la ropa de Daniel que quedó en las gamelas. El primero dio detalles sobre el funcionamiento de la empresa Agrocosecha S.A., mientras que el segundo aportó datos relevantes sobre los primeros días de la investigación de la causa.

El compañero de Daniel afirmó, apenas ingresó a la sala judicial, no reconocer a ninguno de los policías imputados. Lo que sí pudo reconocer es que el dinero que ganaba “no alcanzaba ni para girar a la familia”. “La tuve en las manos la billetera. Estaba vacía. Me llamaron para reconocer las cosas de Daniel porque yo compartía la habitación con él”. En total eran tres los compañeros de habitación de Daniel. Recién el domingo por la mañana comenzaron a preguntarse con insistencia por su paradero. Este primer testigo no estuvo presente en Macuba.

El compañero de Daniel Solano observando a tres de los policías imputados. Foto Gustavo Figueroa.

En cambio el segundo testigo, cuñado de Daniel Solano reconoció de inmediato a Héctor Martínez, dado que este oficial fue el que llevó adelante la investigación los primeros meses de la desaparición. “Yo soy el esposo de la hermana de Daniel Solano”. “En Tartagal hicimos la denuncia”. “El papá de Daniel se comunicó con Adrián Lapenta”. “Yo le pedía una camioneta, con el afán de encontrarlo. Yo no sabía que era todo tan grande. La hipótesis era Neuquén, pero era todo falso, porque pasaban los días y no había nada concreto. Hice pegatinas en Neuquén. Fui varias veces. Yo no entendía por qué me dejaban ahí, hacía pegatina en todos lados y no había novedad”.

El cuñado de Daniel Solano señalando y reconociendo a Raúl Aramendi dentro de una fotografía aportada por la querella. Foto Gustavo Figueroa.

El cuñado de Daniel fue el primero en llegar a Choele Choel. Llegó junto a Gualberto Solano. Ambos estuvieron en contacto con la jueza a cargo de la causa Marisa Bosco, la abogada de la empresa Cecilia Constanzo y los dueños de Agrocosecha S.A. (los hermanos Lapenta y Pablo Mercado). Cada uno de ellos sostuvo la teoría de que Daniel se había ido a Neuquén. “Mientras que mi suegro (Gualberto Solano) se quedó viendo los videos donde supuestamente aparece Daniel en una terminal, yo me fuí a Neuquén (…) Me fui a las chacras. Después volví a la terminal y nos encontramos de nuevo con Pablo Mercado y los policías. Tenían olor a fernet. Se les notaba en el aliento. Fue la única vez que fuimos (…) Venía todo raro, la investigación, la búsqueda en Neuquén…”

El testimonio del cuñado de Daniel Solano fue cauto, preciso y verosímil. Foto Gustavo Figueroa.

Pero no sólo había sospecha, como afirma este testigo. También sucedieron, en esos primeros meses de búsqueda, hechos graves y extorsivos, dignos de ser mencionados. Por un lado el testigo afirmó que “desapareció la denuncia que hicimos en Tartagal” y que apenas ellos llegaron a Neuquén, le entregaron esta denuncia a un policía que no recuerda quién era. Por otro lado uno de los hermanos Lapenta, aprovechándose una vez más de la situación económica de la familia Solano, le sugirió a Gualberto: “yo te puedo ayudar, pero vos tenés que hablar con los changos para que sigan trabajando. Entonces fue mi suegro y habló, si no no teníamos alojamiento, transporte, comida. ¡Nada!” (en la audiencia número 20 otros compañeros de Daniel Solano explicaron cómo los hermanos Lapenta y los punteros extorsionaban a los trabajadores con el transporte).

Epu. Segundo capítulo

La estafa

La ex contadora de Agrocosecha fue concreta y específica. Su testimonio fue breve y conciso. “Habitualmente una persona trabaja cierta cantidad de días en el mes y cuando enviaban los recibos de sueldo, que los teníamos que imprimir, aparecían pocos días. Se lo comenté a la contadora que tienen ellos en Córdoba y me dijo que se liquidaba de esa manera”. También se lo comentó a Adrían Lapenta, pero éste le dio exactamente la misma respuesta: “es la manera que tenemos para liquidar”.

Esta contadora trabajó poco tiempo en la empresa, pero en ese corto lapso tuvo contacto con la abogada Cecilia Constanza, con los dueños de la empresa y por supuesto con las liquidaciones de cada trabajador rural. “Me vinculé con la empresa a través de una persona que me contactó”. La primera reunión que tuvo esta contadora con Adrián Lapenta “fue en la casa de los padres de Cecilia Constanzo”. “Yo hacía las altas y bajas del personal”.

La ex contadora recordó con nitidez los datos que omitía la administración de Agrocosecha S.A. Foto Gustavo Figueroa.

Cuando el abogado querellante le preguntó a esta testigo si existía alguna relación entre Agrocosecha y Expofrut, la contadora respondió enfáticamente y convencida: “le terciarizaba el personal”.

El testimonio de esta ex contadora de Agrocosecha S.A. constituye, junto al de la secretaria de la empresa (véase “Reconozco que fui tan explotada como ellos”), uno de los relatos más significativos de la causa, dado que coloca en evidencia la estafa a la que fueron sometidos durante décadas los trabajadores rurales del Alto Valle de Río Negro y Neuquén. (En la siguiente audiencia los trabajadores revelaron cuánto tiempo duraban esos contratos y qué es lo que hacían los dueños de Agrocosecha cuando había algún tipo de inspección en las gamelas).

Küla. Tercer capítulo

El encubrimiento

La última testigo, una cabo de la policía de Río Negro, declaró en contra del abogado querellante Sergio Heredia y en contra de una testigo clave dentro de la causa. Según esta oficial, la testigo, a la cual ella conoce de forma cercana y familiar, mintió sobre la causa. “La conozco porque es la hija de mi ex marido (…) Ella, luego de que me separé de su papá, fue a mi departamento, dejó a la custodia en la puerta (dado que es una testigo protegida dentro de la causa Solano) y me dijo que no se podía acercar a mí, pero que me tenía que contar algo. En ese momento le pregunté por qué declaró lo que declaró. Y me dijo que lo hacía por plata. Lo hacía por interés, por necesidad”. “Si ustedes me dan plata yo digo la verdad”, le sugirió antes de irse. En esta parte del relato cabe la pregunta: ¿quiénes son ‘ustedes’?

El interés de colocar en contradicción la declaración de esta testigo (clave) radica en que ella vio de cerca cuando varios de los policías imputados ingresan a Daniel Solano en una camioneta blanca y se lo llevan hacia un lugar alejado del boliche Macuba Megadisco.

Durante los primeros minutos de la audiencia (19) fue puesto a disposición de la fiscalía número 5 de General Roca, el comisario Gedeón Parra, acusado de entorpecer la investigación.

Por otro lado, la oficial confirmó que la testigo ha tenido muchos intentos de suicidio, como así también problemas con la justicia. “Primero denunció al padre por abuso. Después apuñaló a tres chicas en la plaza de Beltrán y también tiene (denuncias) por robos en tiendas”.

“¿Cambió el estándar de vida?”, le preguntó el abogado defensor Ricardo Thompson, con la clara intención de profundizar en la teoría de que el abogado querellante Sergio Heredia le pagó a esta testigo para que acusara a los policías imputados. “Muchísimo”, respondió ella. Y profundizó: “porque ella no trabajaba, no tenía recursos. Vivía de lo que podía robar en casa; de lo que le podía robar al padre, de lo que podía robar afuera. Y a partir de ésto ella tiene un lugar para vivir, puede mantenerse…”

Los recursos jurídicos de la defensa demuestran ser básicos, casi de manual, insustanciales. Tratar de desprestigiar los testimonios (claves), desprestigiando la integridad de la misma testigo, es algo predecible. Culpar a la víctima por su estado de embriaguez (o no) es otro de los recursos que intenta imponer la defensa para absolver a sus defendidos (los verdugos). Reforzar la coartada de cada uno de los policías imputados podría ser ubicado en un tercer lugar. Pero es en las palabras y en el pensamiento en dónde no se puede absolver la violencia sistemática e histórica que se ha ejercido y se ejerce sobre un grupo de personas determinado de la sociedad argentina. La pregunta retórica que propuso Adrían Lapenta, debería extenderse hacia la lectura del pueblo argentino en su totalidad. La pregunta, ¿cuánto vale la vida de Daniel Solano?, no puede quedar recluida sólo al expediente de este caso. Más extensivo aún, y parafraseando el interrogante del empresario fruticultor, deberíamos preguntarnos en cada nuevo caso de desaparición forzada, ¿cuánto vale la vida de un joven originario en la Argentina?

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