Science Daily informa sobre un artículo publicado en el British Medical Journal por Mark Fransham y Danny Dorling en la Universidad de Oxford en el que se pide acción sobre la reforma de la asistencia social y el mercado de la vivienda. El número de personas oficialmente registradas como durmiendo en las calles de Inglaterra subió de 1.768 en 2010 a 4.751 en 2017, pero las organizaciones benéficas estiman que la cifra verdadera es más del doble, escriben.

«También ha aumentado el número de familias sin hogar alojadas por las autoridades locales en viviendas temporales, que han pasado de 50.000 en 2010 a 78.000 en 2017. Y sólo en Londres se calcula que hay 225.000 personas «sin techo escondidos» de entre 16 y 25 años de edad, que organizan su propio alojamiento temporal con amigos o familiares.

«La falta de hogar también conlleva riesgos tanto físicos como mentales para la salud, incluyendo condiciones respiratorias, depresión, ansiedad, lesiones involuntarias y exceso de mortalidad invernal, agregan. En el extremo final, cuando se calculó por última vez (para el 2001-09) las personas sin hogar solteras tenían una edad media a la muerte de 47 años, en comparación con 77 años para la población general.»

Los autores señalan que los cambios introducidos por las medidas de austeridad son las causas probables del creciente número de personas sin hogar, como «presiones al alza sobre los costos de la vivienda, junto con una menor disponibilidad de vivienda social asequible desde principios de los años ochenta, una menor financiación para apoyar a las personas vulnerables con su vivienda (cortada en un 59% en términos reales desde 2010) y restricciones a la prestación de vivienda para las familias de bajos ingresos».

En Liverpool, Manchester y Birmingham se están probando varias iniciativas que han demostrado algunos «éxitos de Finlandia, con un ahorro potencial estimado de 3 millones de libras esterlinas a 5 millones de libras esterlinas al año».

«Lo que se necesita es una estrategia integral que mejore los servicios para las personas vulnerables, una mayor oferta de vivienda asequible, más seguridad de los arrendamientos, prestaciones en efectivo adecuadas para cubrir el creciente costo de la vivienda y un uso más eficiente de nuestro parque de viviendas existente», concluyen.

Fuente: Mark Fransham, Danny Dorling. Homelessness and public health. BMJ, 2018; k214 DOI: 10.1136/bmj.k214