Por Gloria Muñoz Ramírez

Sabemos que los pueblos indígenas de México merecen que el nombre de su vocera aparezca en la boleta electoral de 2018. Marichuy y el Concejo Indígena de Gobierno (CIG) han explicado que no se trata de competir por la silla presidencial, sino de visibilizar los problemas del México profundo, no sólo de los pueblos indígenas, pero sobre todo de ellos.

No sorprende que la motivación del Congreso Nacional Indígena (CNI) para irrumpir, no participar en el proceso electoral venidero resulte inentendible para todos los partidos políticos que desprecian o atacan esta iniciativa que pone en evidencia su separación con las demandas justas de una sociedad adolorida. Hasta ahí todo en orden. Pero, aunque los ataques son de todos los colores, no deja de sorprender el grado de virulencia y racismo que muestran los aliados de Andrés Manuel López Obrador y su partido Morena, quienes están en su derecho de no coincidir con la iniciativa de los pueblos indígenas de México, pero es inexplicable que, autonombrándose “de izquierda”, insistan en calificativos discriminatorios, misóginos e incluso fascistas contra la vocera del CIG.

La mayor parte de estas descalificaciones se difunden en redes sociales. Basta con que haya un post en páginas de periódicos o medios digitales que aluda a alguna actividad de la aspirante a la candidatura independiente, para que surjan decenas o cientos de comentarios que aluden con desprecio a su condición de indígena, sanadora y mujer. Los comentaristas actúan como los peñabots, sólo que aparentemente no son parte de una red automatizada, sino, como se puede comprobar cuando se hace una revisión de los perfiles, suelen ser personas que simpatizan o militan con López Obrador. De 100 comentarios racistas revisados sobre una sola nota, 58 eran perfiles reales de seguidores del aspirante presidencial de Morena, quienes se refieren a Marichuy como “sirvienta”, “tía de Marcos”, “mujer analfabeta” y la conminan a “quedarse haciendo tortillas” o “lavando ropa”.

La vasta preparación política de María de Jesús Patricio, su trabajo desde hace décadas como defensora del territorio, sus saberes comunitarios y académicos y su recorrido por el México de abajo no son mencionados por quienes no ofrecen ningún argumento para esgrimir la insulsa acusación de que es “un invento del gobierno priísta y de Salinas de Gortari” para “dividir a la izquierda”. Y, obvio, tampoco mencionan nada acerca del cuestionable origen del equipo actual de su candidato.

Hasta el momento no hay una declaración de López Obrador que contradiga o se deslinde de las opiniones racistas de sus correligionarios. Su silencio habla. Mientras tanto, el CIG y su vocera Marichuy siguen con serenidad su camino por el México de abajo. La organización es lo suyo y 2018 los espera.

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