La pugna interna plantea en la actual coyuntura política tres escenarios de confrontación que mantienen en la expectativa no solo a la militancia sino al país: la consulta popular, la autoridad de Alianza PAIS y el juicio al vicepresidente de la República, Jorge Glas.

De ser el movimiento político más importante en las últimas décadas con inéditos 14 triunfos electorales en el lapso de diez años, la inestabilidad llegó a las filas de Alianza PAIS (AP), lo que provoca incertidumbre entre sus adherentes y partidarios sobre el futuro de la organización política.

El movimiento, que aglutinó a un conjunto de movimientos sociales y académicos, nació como un escape a la crisis política y económica en la década de 1990 y principios del nuevo milenio, cuando siete mandatarios ocuparon el sillón presidencial en el lapso de diez años en medio de la convulsión social provocada por las medidas neoliberales de esos gobiernos.

Bajo el liderazgo de Rafael Correa Delgado, en ese entonces un desconocido economista y profesor universitario que tuvo un fugaz paso por el Ministerio de Economía del gobierno de Alfredo Palacio, Alianza PAIS llegó en 2007 al poder y se convirtió en una poderosa organización que acabó con la hegemonía de los partidos tradicionales.

Si bien la organización política mostró en todos estos años ante la opinión pública una cara de unidad y un potente discurso antineoliberal, al interior de esa tienda se había instalado el descontento en cierta militancia, lo cual quedó evidenciado una vez que Correa dejó el poder el 24 de mayo de este año.

En su lógica de reconciliar al país, el sucesor de Correa, el presidente Lenín Moreno, convocó inmediatamente a un amplio diálogo a distintos sectores políticos y sociales. Entre los primeros asistentes estuvieron dos de los más duros opositores a Correa: el alcalde de Guayaquil, el socialcristiano Jaime Nebot, y el excandidato presidencial del antiguo roldosismo, Abdalá Bucaram Pulley.

Estas citas ‘prendieron las alarmas’ en un sector del movimiento y del propio exmandatario, que no tardó en cuestionar esos encuentros, con lo que siempre ha denominado “lo peor de la política ecuatoriana” y  que fueron los mismos sectores que en su mandato se dedicaron a desprestigiar a AP y a sus principales dirigentes.

Altos directivos, entre ellos el vicepresidente de la República, Jorge Glas, fueron más allá y denunciaron un supuesto acuerdo con esas organizaciones, a las cuales se les habría entregado el control de ciertas áreas estratégicas del aparato estatal.

El mandatario Moreno, por su parte, respondió quitándole las funciones encomendadas al segundo mandatario, al tiempo que negó los supuestos pactos con el socialcristianismo y el bucaramato.

Al tiempo que se precipitaban las investigaciones contra Glas, el presidente llamó a la militancia a sumarse al diálogo, a los nuevos tiempos de “libertad” y a dejar los comportamientos “ovejunos”, en referencia al exmandatario. Eran los primeros síntomas de una espiral de división que ha llegado a los actuales momentos a tener carácter de irreconciliable.

La pugna interna, que ha convertido al movimiento al mismo tiempo en gobierno y oposición, plantea en la actual coyuntura política tres escenarios de confrontación que mantienen en la expectativa no solo a la militancia sino al país: la consulta popular, la autoridad de Alianza PAIS y el juicio al vicepresidente de la República, Jorge Glas.

En medio de esa agitación, el expresidente Correa, radicado en Bélgica con su familia, retornó a Ecuador el pasado sábado 25 de noviembre,  donde fue recibido por simpatizantes pero también por un reducido grupo de opositores liderados por la familia Bucaram.

Correa llegó con miras a participar este domingo 3 de diciembre en la convención de AP, a celebrarse en la ciudad costera de Esmeraldas, donde busca, según sus palabras, “expulsar a los traidores del proceso político de la Revolución Ciudadana” y dejar sentadas las bases para lo que será una campaña en contra de la que denomina una consulta popular “mañosa”, por el contenido de las preguntas 2 y 3 que -según insiste- tienen como objetivo cerrarle toda posibilidad futura de participación política.

El analista político y docente de la Universidad Católica del Ecuador, Jorge Mora, en declaraciones para Andes considera que la actitud del expresidente Correa y sus cercanos colaboradores obedece a un intento por mantener una posición que ostentaron por una década. En ese sentido señaló que lo recomendable sería que el exmandatario y sus cercanos hagan una “pausa” y que entiendan que el “país vive otro momento político”.

Si bien reconoce los logros y avances del país en la última década, también pone de relieve los aspectos negativos de ese gobierno, por ello considera que es tiempo de una nueva arquitectura del proceso de la revolución ciudadana.

En ese sentido considera un desatino la convención del domingo en Esmeraldas porque puede marcar el fin de la Revolución Ciudadana y cree que el exmandatario puede pasar de ser el salvador del proceso a su destructor.

El analista Oswaldo Moreno, director de  Consultores Políticos Independientes, no obstante considera a Correa como un actor político relevante. De hecho, sectores políticos y mediáticos locales y extranjeros lo reconocen ya como la figura más visible de la oposición al actual Gobierno.

En ese sentido coincide el catedrático de la universidad Andina Simón Bolívar, Esteban Nicholls, quien en declaraciones a AFP considera que la presencia del exmandatario tenía como objetivo central hacer una encuesta de “carne y hueso” para medir la capacidad de movilización que conserva.

Sin embargo, la simpatía que conserva Correa choca con la popularidad que también ostenta el presidente Moreno, quien justamente busca capitalizar las operaciones políticas aprovechando que las encuestas de empresas privadas de opinión le favorecen.

En ese sentido, la última semana puso el pie en el acelerador en el tema de la consulta y la designación de las nuevas autoridades del Consejo Nacional Electoral, cuyos vocales tienen, además, en sus manos la potestad de dirimir el conflicto interno de AP suscitado tras la expulsión de Moreno de la presidencia del movimiento, sanción que ha sido desconocida por la facción afín al mandatario.

Correa denunció los diálogos reservados que mantuvieron en días pasados representantes del gobierno, entre ellos el secretario de la Presidencia, Eduardo Mangas, con autoridades del CNE, para conformar una mayoría funcional al Ejecutivo.

Si el CNE toma la decisión de deslegitimar la expulsión de Moreno de las filas de AP prácticamente se dejaría sin piso la denominada VII convención del domingo y el ala correísta quedaría naufragando entre las corrientes de la nueva mayoría promorenista.

Mientras tanto, en la orilla judicial, el proceso contra el vicepresidente Glas por presunta asociación ilícita dentro del caso Odebrecht avanza con la presentación de pruebas, que según la Fiscalía demostrarían la responsabilidad del segundo mandatario.

Correa, quien cree en la inocencia de Glas, ha advertido de la posibilidad de un complot con la constructora brasileña para el gobierno adueñarse de la vicepresidencia. Asegura que antes de retornar a Bélgica procurará visitar en una cárcel de Quito al que considera el “primer perseguido político” del gobierno de Moreno.

Bajo ese tenso panorama atizado por la negativa a conceder el recinto ferial y ante la amenaza de un paro de transportes en Esmeraldas, un grupo de la militancia se apresta este domingo a reunirse con el objetivo de mantener latente la Revolución Ciudadana bajo el legado de Correa.

El artículo original se puede leer aquí