Por Eric Holthaus

La semana pasada, en un centro de conferencias de Nueva Orleans que alguna vez sirvió como refugio de tormentas para miles durante el huracán Katrina, un grupo de científicos especializados en los polos hizo una declaración sorprendente: el Ártico, como lo conocíamos, ya no existe.

La región definitivamente está dirigiéndose a un estado de deshielo, dijeron los científicos, con consecuencias de alto alcance para los ecosistemas, la seguridad nacional y la estabilidad del sistema climático global. Fue un lugar apropiado para hacer un recordatorio importante: en su camino actual, la civilización está involucrada en una apuesta existencial con el sistema de soporte vital del planeta.

En un reporte anual sobre el estado del Ártico, titulado “El Ártico no muestra señales de volver a la región helada y segura de las décadas recientes”, la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA por sus siglas en inglés), que supervisa todas las investigaciones oficiales de Estados Unidos en la región, acuñó el término “Nuevo Ártico”.

Hasta hace aproximadamente una década, la región se mantenía relativamente bien, a pesar de un calentamiento a aproximadamente el doble del índice del planeta en su conjunto. Pero en los últimos años, ha sufrido un cambio abrupto que ahora lo define. El Ártico es nuestra visión de una Tierra cambiante, que se está transformando en algo que es radicalmente diferente de lo que es hoy.

En una conferencia de prensa que anunciaba la nueva evaluación, el administrador interino de la NOAA Timothy Gallaudet enfatiza el “gran impacto” que estos cambios están teniendo en todo, desde el turismo hasta la pesca y los patrones climáticos mundiales.

“Lo que ocurre en el Ártico no se queda en el Ártico, sino que afecta al resto del planeta”, dijo Gallaudet.

 

En una entrevista con NPR, el científico marino Jeremy Mathis, director del Programa Ártico de la NOAA, fue un poco más lejos. Cuando se trata del Ártico, Mathis dijo: “Ya no hay nada normal. El medio ambiente está cambiando tan rápido en tan poco tiempo que no podemos entender cómo se verá este nuevo estado.”

Utilizando como contexto 1500 años de registros naturales compilados a partir de sedimentos lacustres, núcleos de hielos y anillos de árboles, el informe de la NOAA dice que el Ártico está cambiando a un ritmo muy superior a lo que ocurrió en la región durante milenios.

“La tasa de cambios no tiene precedentes en al menos los últimos 1.500 años y probablemente se remonta incluso más allá», dijo Mathis. «No solo estamos viendo grandes cambios, estamos viendo que el ritmo de ese cambio comienza a aumentar».

En el informe de NOAA, los científicos del Ártico presentan sus mejores ideas sobre lo que este cambio podría significar para el mundo. Sus representaciones son aleccionadoras.

Tomemos, por ejemplo, la hipótesis del científico especializado en permafrost de la Universidad de Alaska-Fairbanks, Vladimir Romanovsky: Hasta ahora, el 2017 ha registrado las mayores temperaturas de permafrost registradas en Alaska. Si ese calentamiento continúa al ritmo actual, el descongelamiento generalizado podría comenzar en tan solo 10 años. El impacto de tal deshielo “será muy severo”, dice Romanovsky, y podría incluir la destrucción de la infraestructura local, como carreteras y edificios, en todo el Hemisferio Norte, y el lanzamiento de gases de efecto invernadero adicionales que han estado bloqueados en el hielo por generaciones.

La pérdida de hielo marino ya está teniendo cambios profundos en la base de la red trófica ártica. A medida que más luz solar llega a las aguas abiertas de color oscuro, se retiene más energía térmica y las temperaturas aumentan aún más. Eso es lo que Mathis, del Programa Ártico de la NOAA caracteriza como “un efecto casi desbocado”, que implica un alargamiento del periodo vegetativo, un reverdecimiento de la tundra, un aumento de los incendios forestales y un rápido incremento en el crecimiento del plancton. Todo eso se suma a una amplia interrupción de los patrones en los que los nativos del Ártico han confiado durante milenios.

‘Los inuit tienen una palabra para los cambios que están viendo en su entorno: uggianaqtuq, que significa “comportarse de manera extraña »: fuerte y triste artículo del New York Times sobre el hielo perdido, la esperanza perdida y la nostalgia en las comunidades del norte. https://t.co/XL3U5gz4r6

– Robert Macfarlane (@RobGMacfarlane) 25 de noviembre de 2017

Los efectos también se están sintiendo más lejos. “Estamos bastante seguros ahora”, dijo Mathis, que el calentamiento del Ártico está “creando condiciones en las que los fenómenos meteorológicos extremos comienzan a aparecer en América del Norte”. Por ejemplo, una investigación publicada a principios de este mes encontró un vínculo sólido entre la disminución del hielo marino del ártico y un riesgo creciente de sequía en California.

El lenguaje urgente del informe plantea la pregunta: ¿Qué acciones en concreto tomará la Casa Blanca, que niega la ciencia, como resultado de esta nueva información?

El administrador interino de la NOAA, Gallaudet, dijo que él personalmente presentó el informe en la Casa Blanca el mes pasado y agregó que los funcionarios de la administración de Trump están abordándolo, reconociéndolo y teniendo en cuenta su agenda”.

Que el ártico sea ahora una reliquia del pasado (la primera parte del planeta en una cuenta regresiva) debería perturbarnos. Es uno de esos hechos que quienes seguimos de cerca el cambio climático sabíamos que pasaría. Y con su llegada, es devastador en su totalidad.

La pérdida del viejo Ártico es tan cercana como la transformación irreversible que la humanidad ha hecho en su planeta en algo totalmente diferente de lo que dio lugar a la civilización en los últimos 10.000 años. Esta es una transición aterradora, y vale la pena el luto. Pero también es un recordatorio de que nuestro camino como individuos y como sociedad no es fijo.

Si el Ártico puede cambiar tan rápidamente, entonces nosotros también debemos hacerlo.

Eric Holthaus es un meteorólogo y escritor colaborador de Grist, que cubre ciencia climática, políticas y soluciones. Anteriormente ha escrito para el Wall Street Journal, Slate y una variedad de otras publicaciones.

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Traducido del inglés por Valeria Torres

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