Ayer, 27 de octubre del 2017, el Parlament de Catalunya declaró la independencia. Sabemos que es una respuesta simbólica que le queda mucho tramo para ser traducida en una República Catalana, pero la gravedad de la situación política condujo a la aceleración del proceso. Seis horas después el Gobierno de Rajoy destituye al gobierno catalán, pero convoca elecciones para diciembre.

Se sabía que el riesgo estaba declarado, no iba a ser de otro modo, porque los dos trenes iban por el mismo carril en direcciones opuestas. La Plaza Sant Jaume, sede donde se halla el Palacio de la Generalitat y el Ayuntamiento ha sido una fiesta de alegría desbordante. El sueño de generaciones de catalanes ha visto su despertar, y esa alegría, consciente o inconsciente de su implicación posterior tiene que ser escuchada, porque la alegría de un pueblo se gana con acciones coherentes, y aquí la coherencia ha sido la de pedir poder expresar una opinión, un deseo generacional de respeto a una cultura, a un pueblo, sus raíces y su deseo de gobernarse independientemente de instituciones impuestas y más allá de unas leyes no votadas por los actuales ciudadanos.

La declaración se ha hecho con la frase: “La República Catalana se constituye como estado independiente y soberano”, con 70 votos a favor, 10 en contra y 2 en blanco de un total de 135 diputados. “Vienen tiempos difíciles, de tensión, pero no tenemos alternativa” declara Marta Rovira, portavoz de Junts pel Sí (coalición de independentistas). Rovira ha dejado clara la respuesta: “Estamos aquí para cumplir el mandato del 1 de octubre…los ciudadanos nos garantizaron el país y ahora es nuestro trabajo garantizarles el Estado”. Sus declaraciones han continuado de modo contundente dando el poder al ciudadano: “Construir un estado como nos proponemos hacer, significa que el poder del Estado no puede estar nunca sobre el poder de la gente”.

Con estas declaraciones y la acción del pueblo catalán en las urnas el día 1 de octubre, no queda más que pensar en una futura propuesta: las leyes las tendrá que determinar el pueblo, los ciudadanos, renovándose acorde al avance de los tiempos.