Por Claudia Aranda Arellano

Frente al Palacio La Moneda, donde se realizó un show musical liderado por Ángel y Javiera Parra, nietos de Violeta, presentando “Las Últimas Composiciones de Violeta Parra”, producción desarrollada con los mismos instrumentos y estilos que se utilizaron en la versión original de Violeta (de su último disco con el mismo nombre) y que incluye los clásicos: “Gracias a la Vida”, “Volver a los 17”, “Run Run se fue pa´l Norte”, “Maldigo del Alto Cielo”, entre otros, se juntó toda una buena muestra del Chile actual, desparramados entre los pastos, el bandejón central y la calle más transitada de país, en un festín de identidades que, con el devenir de los cambios socioculturales de los últimos tiempos y sumado a la explosión inmigratoria, comienzan a reconocerse.

Mucha de la gente que allí se juntó a corear los clásicos de Violeta y otros a escucharlos por vez primera, venía de participar en el pasacalles de la segunda versión del «Santiago es carnaval 2017», y que tuvo a la folclorista, cantautora, pintora, escultora, bordadora y ceramista chilena Violeta Parra como motivo central.

Más de tres mil personas participaron con bailes y acompañando a los 52 carros alegóricos que tiñeron de fiesta el centro capitalino, en una iniciativa que buscó mostrar la diversidad cultural de la región metropolitana y develar su identidad.

Y como el carnaval tomó las particularidades de cada comuna, traduciéndolas en bellos carros alegóricos, construidos por vecinos y vecinas de las 52 comunas de la región, y como participó la gente que actualmente compone cada comuna, a la hora de relajarse en el pasto a disfrutar del concierto de “Los Parra”, quedó de manifiesto que a las sopaipillas, anticuchos (suerte de brocheta) de carne y mote con huesillo (bebida), comida callejera tradicional de antaño, hoy se le suman arepas, plátanos ensartados en el anticucho y un arcoíris de jugos naturales recién exprimidos, entre otras curiosidades.

La Directora Regional del Consejo de la Cultura de la Región Metropolitana, Ana Carolina Arriagada, ya había indicado que “este carnaval es una fiesta ciudadana que busca fortalecer la relación de la gente con la región. La idea es poder hacer un gran mosaico de estas prácticas culturales con la participación de la gente de las propias comunas ya que este es un carnaval ciudadano y está hecho por las familias y vecinos”.

Resultó que la fiesta mostró un Chile en colores. Y la distensión de un pueblo siempre tenso que pertenece a una ciudad patológicamente tensa, mostró necesidad. Necesidad justamente de que su identidad sea identificada, reconocida. Necesidad que frente a La Moneda tuvo alguna vez un precedente, histórico, cuando en el Chile de Salvador Allende, el ex Presidente al que el pueblo llamaba con cariño “el compañero presidente”, esa ciudadanía ocupaba con propiedad, tranquila y legítimamente este mismo espacio, los jardines y plazas, la calle, e incluso, adultos y niños, se colgaban de las rejas en las ventanas del mismo palacio de gobierno en un gesto de absoluta cercanía, identidad.


Ayer Violeta estuvo en la música, sonando desde el escenario y Violeta estuvo en Violeta, en su propio discurso, en ese folclor que no es retablo ni postal, sino identidad, ahí en la calle, en las veredas, en los jardines, en la fritanga de plátanos y carnitas, en el algodón de dulce (que ahora no solo viene en rosa), en nuestras sopaipillas que hoy se ofrecen con salsa de rocoto, en esa trompeta de murga que soplaba un haitiano, en mujeres que solas y cansadas dormían a pata suelta sobre el pasto junto a sus hijos, en las decenas de banderas mapuche que con entusiasmo la gente ondeaba por aquí y por allá (“se las llevaron todas”, me dijo alegre el vendedor), en esos chicos que aunque haya un concierto sonando igual guitarrean en un rincón, en tanta típica señora santiaguina de barrio que no canta ni ríe ni dice nada pero ahí está estoica horas de pie y hace que te preguntes en qué estarán pensando, en los niños siempre alegres, en los infaltables ciclistas y el ejército de recicladores que hoy hablan de la urgencia nuevas luchas, en los viejos que no faltan y que de seguro han visto todo esto ir cambiando frente a sus ojos cansados, y bajo la bandera más grande del país que está ahí en mitad de la Alameda, nuestra calle central, justo frente a La Moneda.