Por Alejandra Dandan para Página/12

Milagro Sala acaba de llegar a la casa de La Ciénega, el confín del mundo trasformado en una nueva cárcel al que el gobierno nacional busca desterrarla mientras en todo el país se preparan las marchas por la desaparición forzada de Santiago Maldonado. “Creo que esto es para entretener a los argentinos”, dice a PáginaI12. “Pero los argentinos están muy consternados por lo que pasó con Santiago y también están organizados. Nada es causal. Las marchas de los compañeros estatales, de las madres o sectores de las organizaciones sociales demuestran que estamos organizados y que se ha tomado conciencia que al país tenemos que defenderlo entre todos. Que el país está en crisis. Y que esta fiesta que esta haciendo (Mauricio) Macri es para que el que tiene menos tenga todavía menos”.

En La Ciénaga la abrazaron algunos compañeros de la Tupac Amaru. Estaban trabajando en los arreglos de la casa cuando vieron una “humarada” de autos y “tipos” que bajaron a “todo trapo” por el costado del paredón de la casa.

– ¡Abran la puerta! –les ordenaron. Y cuando preguntaron qué pasaba, los carceleros vestidos a todo trapo les dijeron “Milagro está acá”.

“Estoy muy nerviosa todavía porque no puedo creer que estoy en la casa de El Carmen”, es lo primero que dice Milagro, a las 16.25, respira entrecortada. “Cerca de las 11.30 o 12, me llamaron del área de salud del penal. Le dije si me estaban por sacar a la noche, quiero avisar a mi familia y tener seguridad. Y así se hicieron las 13 y a las 14.30 me dijeron que vaya viendo qué me iba a llevar. Les dije: yo agarro mi ropa y calzado nomás. Todo lo otro queda para mis compañeras que no tienen nada. Así que la tele, el DVD y el grabador se los dejé a las chicas. Y después han entrado rápido y me dijeron: ´Sala comience a guardar su cosas y su ropa porque ya vino la gente, ya se tiene que ir´. ¿Pero así, apurado?, les dije yo. ¡Ya se tiene que ir!, me dijeron. Llegó el juez (Pablo) Pullén Llermanos y me dice: ‘usted tiene que salir todos los días a las 9 de la mañana al balcón para ver donde está Gendarmería y hacerle señas para que vean que usted está bien’. No quise contradecirlo. ¿Te imaginas todos los días a las nueve de la mañana salir a hacerle señalas a los gendarmes?

– También están poniendo alambrados. 

– ¡Y los siguen poniendo! Y están poniendo cámaras alrededor de la casa,  querían ponerlas adentro, pero mi hija les dijo no y el abogado les dijo no.

–¿Cuál es su sensación en este momento?

–Creo que lo que está pasando es producto de la lucha que hicieron miles y miles de compañeros de todas las provincias, de otros países del mundo, de Latinoamérica. Y quiero decir gracias a todos ellos. De corazón, agradezco lo que hicieron para que pudiese tener la domiciliaria. También quiero agradecer a los chicos que dicen que esto que están haciendo es una brutalidad. La verdad es así. Me trasladan de una cárcel a otra cárcel: o sea, mi casa la han convertido en otra cárcel. Yo creo que ni a los genocidas le pusieron Gendarmería en una domiciliaria. Por eso, y si bien hay algo de una sensación de alegría, también hay una parte de bronca por lo que siguen haciendo, esa historia de que uno es peligrosa, cuando los que están cometiendo delitos son ellos. Yo, con tal de estar con mi hija, con mi hijo, la verdad… es muy doloroso verlos llegar los días de visita al penal y los venía irse a veces llorando.

–Sabemos que les habló a los representantes de la CIDH de ellos y de sus nietos.

–Catriel (su nieto) me decía: ‘Lela decile a mi mamá que no me pida que sea feliz porque no voy a ser feliz porque no estás conmigo. O que en Navidad no lo obligue su mamá a poner el arbolito porque estaba acostumbrado a hacerlo conmigo’. Hubo cosas muy dolorosas. Días en los que estaba muy bien. Y días que estaba muy mal. Que me enojaba incluso con mis compañeros del Comité y les pido disculpas. Pero me sentía impotente. Sentirme atada en el penal, que no podía hablar con nadie, que no podía opinar, que no podía defenderme, tantas veces que me han acusado de muchísimas cosas y eso me daba mucha impotencia y bronca. Como siempre digo, mis padres me han criado con mucha dignidad. Me decían que nunca tenía que bajar la cabeza. Y acá tenía que bajar la cabeza, me han humillado, me han maltratado mal de una manera que ningún ser humano tiene que ser tratado, incluso ahora me siguen maltratando. Me trasladan a la casa que no es mi domicilio real para poner un camión de Gendarmería. Tengo mucho miedo ahora porque mi marido no está en buen estado de salud. Todo me quitaron y me dejaron sin nada. ¿Te imaginas que cómo salgo de acá? ¿Cómo lo llevo al médico a las dos o tres de la mañana sabiendo que no puedo salir?

–¿Se siente dentro de otra cárcel?

–Sí es así, hasta lo reconoció Pullen Llermanos cuando dijo: ´esto es un traslado de una cárcel a otra cárcel´. Ellos están infligiendo la resolución de la CIDH. Lo que tengo no es una domiciliaria. Y después hay restricciones de visitas. Me trasladaron de una cárcel a otra, pero con medidas mucho mas fuertes. Voy a estar vigilada las 24 horas. Soy consciente de por qué estoy en la cárcel, por qué me meten en la cárcel.

–¿Por qué?

–Hace poco uno de los funcionarios de Gerardo Morales, Agustín Perasi, dijo que tenían que respetar la resolución de la Comisión Interamericana. ¿Te acordás? Pero decía que yo los iba a perjudicar en las elecciones. Como rival política ellos me tienen mucho miedo. Yo tranquilamente le digo a Gerardo Morales que si cree que las cosas que está haciendo están bien políticamente, que me de la libertad. Que me libere y compitamos como verdaderos contrincantes políticos. Porque en este estado no puedo competir con él. Pero él está amenazando a todos, avasallando al que charla con Milagro, al que usa una remera de la Tupac. Los hostiga y persigue. Es una locura. Nosotros incluimos, pensamos en la cultura del trabajo, en la educación y el estudio. Esos fueron los pecados que cometimos y a ellos no les han gustado nada. Hoy en Jujuy hay muchísimos compañeros que no tienen trabajo. Hay mucha pobreza. Se adueñaron de todo Jujuy.

El artículo original se puede leer aquí