Invocando el desembarco de miles de africanos en nuestras costas, hay quienes no son escrupulosos en definir África como un parásito que vive detrás de nuestra generosidad. Sin embargo, un estudio publicado por Global Justice Now y varias otras organizaciones británicas, bajo el título emblemático «Honest Accounts 2017», muestra que África le da al mundo más riqueza de la que recibe.

Se ha observado una anomalía desde los primeros números. Por ejemplo, en 2015, el continente recibió 31.000 millones de dólares por las remesas de emigrantes, pero al mismo tiempo perdió 32 por los beneficios de expatriación de empresas extranjeras que operan en su territorio. En el mismo año recibió $ 19 mil millones como ayuda para el desarrollo, pero devolvió 18 por intereses sobre préstamos regresivos. Los desembolsos más difíciles son, no obstante, los ilegítimos. Por ejemplo, se estima que a través del sistema de facturación, las multinacionales están transfiriendo abusivamente $ 67 mil millones en paraísos fiscales cada año. Sin mencionar el comercio ilegal de madera, peces y especies protegidas, que implica en el continente una pérdida anual de $ 28 mil millones. Por último, el informe británico incluye entre las pérdidas otros 36.000 millones de dólares para combatir el cambio climático causado por los países ricos. La conclusión es que en 2015, frente a las ganancias financieras de $ 161 mil millones, África tuvo un desembolso de 202 mil millones, dando por resultado convertirse en acreedor neto de $ 42 mil millones.

Cada una de las prácticas abusivas de saqueo en el continente tiene graves repercusiones en la condición económica y social de las poblaciones. Pero una de las formas más odiosas es la sub-facturación de los bienes exportados, ya que provoca cuellos de botella importantes en los casos de los estados de origen. El sistema, ampliamente probado, es la venta de minerales, aceite o alimentos con doble facturación. La primera, emitida por la empresa manufacturera a una filial del grupo ubicado en un paraíso fiscal, tiene como objetivo obtener riqueza de los países de origen mediante la declaración de precios más bajos que los reales, por lo que pagan pocos impuestos y bajos derechos de extracción. La segunda, emitida por la filial ubicada en el paraíso fiscal hacia el cliente final, pretende facturar a precios reales o incluso más altos para retener las ganancias cuando hay una baja tributación de los ingresos. De cuánto es la pérdida de ingresos fiscales de los países africanos a causa de la facturación falsa, no se sabe con exactitud, pero un estudio realizado por la American Global Financial Integrity, con relación al 2008-2010, estima que la pérdida global en el período examinado fue del orden de $ 38 mil millones, cerca de 2% del gasto público total en el continente. Pero, aunque parezca increíble, la situación es aún peor. En 2016, cuando aparecieron los documentos relacionados con Panamá, se supo que una multinacional había sustraído del estado ugandés 404 millones de dólares, el doble de lo que el país gasta cada año en salud pública.

África es quizás el continente más rico del mundo en recursos naturales. Sólo por mencionar el caso de la República Democrática del Congo, su riqueza mineral se estima en 24 millones de dólares. Pero África es también el continente con mayor incidencia de pobres, hambrientos, subalimentados, analfabetos. Simplemente porque es un continente saqueado por el poder económico internacional de acuerdo con las élites locales. Así que si queremos poner fin al caos migratorio, no es con los migrantes que debemos desquitarnos, sino con aquellos que hacen la vida tan difícil como para producir la migración forzada. Un punto primordial es la lucha contra los paraísos fiscales, pero para tener éxito debemos dejar de intercambiar víctimas por verdugos.

Publicación original en Avvenire, septiembre de 2017