Por Alexandra Hibbett

La petición de renuncia al ahora ex-Director del LUM, Guillermo Nugent, a raíz de la muestra artística temporal “Resistencia Visual 1992”, y el debate público que ha suscitado, han provocado en mí una serie de reflexiones.

Trabajé como parte del equipo curatorial del Lugar de la Memoria, Tolerancia e Inclusión Social (LUM) por periodos durante 2014 y 2015 (durante la gestión de Denise Ledgard), equipo que produjo e implementó la última versión del guión de la muestra permanente, inaugurada al final del 2015. Yo venía de estudiar un doctorado en temas de memoria de posconflicto, y creía que tenía muy claro cómo debería ser la memoria cultural. Pero a partir de trabajar en el proyecto del LUM, aprendí la gran diferencia que hay entre pensar una problemática de manera teórica y abstracta, a pensarla de manera situada y concreta; la brecha entre trabajar en soledad para plantear una postura coherente pero desconectada de un proceso social, y trabajar en y entre grupos, relacionando sociedad civil e instituciones del Estado, para lograr un producto que fuera parte de un proceso social.

Luego, en 2016, Ledgard me propuso escribir juntas un estudio de su periodo de gestión del LUM (será publicado este año, en coautoría también con Blas de la Jara). Acepté porque me interesó reflexionar sobre cómo la muestra permanente del LUM se fue perfilando como resultado de su mismo proceso de creación y como parte de un diálogo con grupos de la sociedad civil e instituciones del Estado. También quería que fuera pública esa historia para que los necesarios estudios críticos del LUM pudieran tomar en cuenta su proceso y contexto de creación.

Respecto al reciente escándalo, ante todo, estoy de acuerdo con las muchas personas que han afirmado que ha sido un grave error de parte del Ministerio de Cultura pedir la renuncia de Nugent a raíz de la muestra “Resistencia Visual 1992”. Primero, como lo han dicho varios, comunica a la opinión pública que no se puede discutir los crímenes del fujimorismo desde una institución del Estado. Segundo, otorga mayor poder en el momento actual al fujimorismo, dando la impresión de que este grupo controla a los Ministerios desde el Congreso (como ha dicho, entre otros, Santiago Roncagliolo). Y tercero, establece un precedente grave que indica que la institucionalidad del LUM puede ser socavada por la opinión personal del Ministro de Cultura o por la oposición de sectores políticos (como ha sostenido Víctor Vich).

Además, si bien el tono y estilo de la muestra “Resistencia visual 1992” difiere de la muestra permanente, justamente por esto es plenamente apropiada como muestra temporal. El documento que entregamos el equipo curatorial como producto final de nuestro trabajo, documento aprobado en su momento, incluía un plan para las muestras temporales donde estas serían propuestas e implementadas por grupos externos al LUM en diálogo con este; es decir, por otros lugares y colectivos de memoria, que, dentro de ciertos parámetros (respeto a la verdad, los derechos humanos y la democracia), plantearían su propia visión sobre un tema de su interés.[1] Consideramos que tal estilo de muestra temporal sería el complemento necesario a una muestra permanente fija e inevitablemente incompleta. Entonces, en esta lógica, la muestra curada por Karen Bernedo e integrado por muchos artistas con larga trayectoria en activismo (especialmente del Museo Itinerante Arte por la Memoria) es plenamente adecuada.

Lo dicho hasta ahora coincide con la mayoría de las críticas a la renuncia que han circulado. Sin embargo, no estoy de acuerdo con aquellos que han criticado, a raíz de la petición de renuncia, al LUM en cuanto institución; su perfil, sus objetivos y su estrategia. Además, por los motivos que ahora voy a pasar a explicar, quiero plantear que hubiera sido idóneo que quedara claro que la voz que transmitía la muestra temporal no era la del LUM como institución, sino la de este grupo de artistas activistas, que estaba siendo acogida por el LUM para abrir un diálogo.

El objetivo principal del LUM se perfiló, dadas las idiosincrasias del contexto en que surgió y las particularidades de su propio proceso,[2] como el de ser un espacio pedagógico, que convoque principalmente a la audiencia limeña y particularmente a las nuevas generaciones que por lo general no tienen sensibilidad hacia el tema de la violencia política, a identificarse con las poblaciones afectadas y realizar una reflexión crítica que los lleve a reconocer las grandes tareas sociales que nos hacen falta realizar para ser un país verdaderamente democrático.[3] Es decir, no aspira a ser un memorial o santuario a las víctimas, ni un monumento a las fuerzas del orden (que han sido las demandas irreconciliables sobre lo que debería ser el LUM). Tampoco tiene como objetivo una promoción activista de la judicialización de casos específicos dentro de una refriega política coyuntural. Se trata, más bien, de una agenda de largo aliento y bajo perfil (un “trabajo de hormiga”, como lo fraseó en un post de Facebook Eliana Otta, quién también trabajó en el LUM), que apuesta por un cambio cultural y social lento pero sólido hacia mayor y más profunda aceptación de los principios de los derechos humanos y de la democracia.

Como argumentamos Ledgard, De la Jara y yo en el texto que está por publicarse, tal perfil institucional es el resultado de un contexto donde cualquier política de memoria tiene muy poco apoyo tanto social como estatal. No hay que olvidar en ningún momento de lo vulnerable que es el LUM como institución, y del logro que representa su inauguración con el perfil que actualmente tiene. No es una institución que tenga el futuro asegurado: por un lado, hay mucha polarización respecto al tema de la violencia política, pero por otro, es una polarización de unos pocos dentro de una general indiferencia y falta de apoyo a proyectos de memoria. Por esto, el LUM, como institución estatal que busca la memoria, la promoción de la democracia y los derechos humanos, tiene que actuar dentro de la legitimidad que logre construir ante los distintos los actores interesados: asociaciones de víctimas, ONGs de derechos humanos, académicos, y, sí, también, polémicamente dentro de mis círculos, las fuerzas del orden. En otras palabras, el LUM debe, para sobrevivir, tener el apoyo o al menos el consentimiento de todos los grupos interesados. Porque si no lo tiene, no puede funcionar como ese espacio convocante a los aún-no-convencidos, y a lo peor se podría articular en algún momento una demanda pública por cambiarle de sentido (hacia ser, por ejemplo, un monumento a las fuerzas del orden) o incluso por clausurarlo como museo de memoria y destinar las instalaciones a otro fin.

El éxito que ha tenido el LUM respecto a sus objetivos específicos para mí queda claro cada vez que voy; colegios, estudiantes, cada vez más gente visitando el Lugar, ya sea sin estar enterados de antemano sobre lo que vivió el país en esa época, o con una opinión ya formada. Hay bastante margen para mejoras: lo deberían visitar más colegios, más estudiantes, más público en general; y la implementación de la muestra permanente tiene graves fallas que deberían haber sido ya corregidas. Pero, fundamentalmente, está funcionando el LUM como ese espacio tan necesario para informarse y para la reflexión crítica respecto a la violencia y los retos para una auténtica democracia.

Entonces, no se debe concluir que el despido de Nugent es una confirmación de que la misma institucionalidad, objetivos, estrategia y muestra permanente del LUM siempre han estado y siempre estarán cerrados a la reflexión crítica sobre temas como los crímenes del gobierno de Fujimori. No es el caso, y cualquiera que visita la muestra permanente lo puede comprobar. Pero también podrá comprobar que el estilo de esa muestra apuesta por un tono desapasionado que apunta a que personas de diferentes sectores y opiniones puedan sentirse convocadas a escuchar diversas opiniones y a informarse.[4] Este tono desapasionado no debe confundirse con las voces que se expresen en las muestras temporales, sino servirles de marco. Eso no significa tibieza, ni un sacrificio a la verdad, sino que es una estrategia clave para que el LUM pueda, en este contexto, ir afectando los sentidos comunes de un amplio público, a favor de la reflexión crítica sobre tareas sociales pendientes y el respeto a la democracia y a los derechos humanos.

Por todo lo anterior, estoy de acuerdo con la iniciativa de, ahora sí, diseñar lineamientos claros y públicos para el LUM, en cuanto pueden normar la implementación de muestras temporales que abran a los debates que aún son necesarios abordar en nuestro contexto. El LUM tiene que tener una clara normativa institucional que dé cuenta de cómo curadores o agrupaciones externos al LUM pueden ocupar el espacio y plantear su voz. Se debería, además, crear el puesto de una curadora o un curador encargado de ver cómo la distinción entre la voz del LUM y las voces invitadas se logre comunicar en términos museográficos al público asistente y se logre abrir a un debate fructífero.[5]

Sin embargo, es de importancia fundamental que estos lineamientos tengan legitimidad ante los actores interesados. Deben debatirse en un proceso participativo transparente, así como fue debatida la propuesta de la muestra permanente, sobre la base de lo que ya ha sido debidamente institucionalizado en el LUM: sus fundamentos conceptuales, y el mencionado documento aprobado como entrega final de los curadores de la muestra permanente, que incluía un plan para las muestras temporales, plan que no ha sido implementado.

Notas

[1] Jorge Villacorta, uno de los curadores de la muestra, menciona esta propuesta aquí.

[2] Esto se explicará en más detalle en documento de mi co-autoría junto con Denise Ledgard y Blas de la Jara, por ser publicado por la Escuela de Gobierno de la PUCP.

[3] Esta visión está explicada y sustentada en el fundamento conceptual del LUM, Cada uno, un lugar de memoria (Lima: LUM, 2014), que se puede visualizar aquí.

[4] Esto no implica que el LUM “no ofenda a nadie”, como pretende el Presidente del Consejo de Ministros, ya que resulta inevitable que apologistas y negacionistas se sientan ofendidos por la verdad.

[5] Estos dos puntos también fueron expresados por Eliana Otta en un post de Facebook el 23/09/17.

Créditos de la imagen: http://revistalachimenea.blogspot.pe/2014/12/cronica-policial-parte-ii.html

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