Por: Patricia Fachin

Sarantis Thanopulos, psiquiatra y psicoanalista greco italiano, busca en la psicología una fuente para explicar las acciones terroristas que han sido frecuentes en Europa. Para él, justificar esos actos con base en los problemas económicos y sociales que sus autores puedan venir a enfrentar «no es suficiente», porque el terrorismo tiene una naturaleza propia, «es el producto de un narcisismo negativo, defensivo (cerrado a la alteridad) que identifica la vida con la definición monolítica de un modelo ideal de vivencia totalmente desprovisto de contradicciones», afirma. Sin embargo, subraya, «a pesar de la ferocidad de esas personas, no creo que las masacres que están ocurriendo en Europa, inspiradas en el ISIS, sean actos terroristas propiamente dichos. En los terroristas sobrevive una parte residual de pasión: el odio también dirigido al propio terrorista y a sus víctimas, contra la sustancia humana ‘corrupta’ común de ellos”.

En la siguiente entrevista, concedida por correo electrónico a la IHU On-Line, Thanopulos dice que dos «fallas de integración» pueden explicar por qué jóvenes se asocian a los jihadistas y optan por la muerte, y no por la vida. La primera, explica, «se refiere a la imposibilidad de un intercambio aceptablemente igual entre los países desarrollados y el resto del mundo. No es un problema religioso en sí, pero en Europa y Estados Unidos está marcado por la derrota política y militar de los países islámicos y por la explotación histórica que estas personas han sufrido. Estas dos cosas empujan a las personas y las naciones hacia una identidad religiosa, pero esta identidad, construida defensivamente, no es útil. Los musulmanes que migran a Occidente en general no son, en realidad, aceptados y están privados de sus tierras originales. Por lo tanto tienden a quedar emocionalmente suspendidos entre la limitación de las tendencias culturales del país adoptivo y el aislamiento en sus creencias religiosas inferiorizadas. Esto implica un sentimiento permanente de erradicación”.

La segunda falta se refiere a la brecha entre las generaciones. «El conflicto generacional, que hace de la entrada de los jóvenes en la vida social un proceso de renovación, está congelado. No es sólo un problema ocupacional. Es sobre todo la imposibilidad de que los jóvenes creen sus oportunidades, si no por encima, al menos de acuerdo con la conservación del orden existente. Ellos corren el riesgo de convertirse en prisioneros de un mundo que vive en un tiempo presente permanente sin transformaciones y futuro, que mata también el pasado.”

El psicoanalista puntualiza además que los terroristas están privados de la esperanza de dar sentido a su existencia. «Cuando preferimos asesinar nuestras emociones para evitar que ellas nos maten – porque no somos capaces de dar un sentido a lo que sentimos y hacemos -, la destrucción de sí mismo y del otro puede aparecer como la única cosa importante que podemos alcanzar. Hay la idea de resurrección en ello, una vitalidad venida de la muerte, la cual desesperadamente desafía el propio miedo a morir. No es un miedo a la muerte física. Es el terror de la falta de sentido que nos invade cuando nos sentimos emocionalmente involucrados sin estar en la condición de manejar este sentimiento», afirma.

IHU On-Line – ¿Cómo usted entiende el fenómeno del terrorismo, especialmente tal como ha ocurrido en Europa?

Sarantis Thanopulos – El terrorismo es el producto de un narcisismo negativo, defensivo (cerrado a la alteridad) que identifica la vida con la definición monolítica de un modelo ideal de vivencia totalmente desprovisto de contradicciones. El monumento abstracto de una vida futura llena de felicidad toma el lugar de la vida realmente experimentada con sus desestabilizaciones, turbulencias, frustraciones, decepciones y lutos. El presente es malo y el futuro será bueno: toda acción malvada se justifica si busca un nuevo orden pacífico y armónico. El modo ideal de absorber la experiencia real y los individuos reales. La primera víctima es el propio terrorista que pierde su identidad reflejada en el ser humano ejemplar desmembrado, «sin carne» que él desea ser. No hay espacio para personas «inocentes» y cuanto más la «idea» toma el lugar de la vida real, tanto más los asesinatos se convierten en masacres indiscriminadas.

A pesar de la ferocidad de esas personas, no creo que las masacres que están ocurriendo en Europa, inspiradas en el ISIS, sean actos terroristas propiamente dichos. En los terroristas sobrevive una parte residual de pasión: el odio también dirigido al propio terrorista y a sus víctimas, contra la sustancia humana «corrupta» común de ellos. Una pasión negativa domina el presente mientras el amor se proyecta para el futuro, cuando el nuevo orden estará establecido.

Los que promueven asesinatos masivos en Europa actúan de forma mecánica, operativa. No odian a sus víctimas; son indiferentes afectivamente. Ellos no son tocados por la duda, sentimiento impetuoso que inspira la rigidez defensiva de personas fanáticas. Tampoco poseen la concepción de un nuevo mundo, edificado sobre la destrucción del antiguo orden.

IHU On-Line – No hay consenso entre los expertos acerca de cuál es la influencia del Islam en las prácticas terroristas. ¿Qué relaciones diría que es posible establecer entre el terrorismo y más precisamente el Islam y el jihadismo?

Sarantis Thanopulos – Los asesinos no son, en realidad, personas religiosas. El islamismo es usado por ellos como un tipo de droga para anestesiar sus sentimientos. Por supuesto que hay muchas referencias totalitarias al Islam, pero eso sucede porque esta religión es percibida por ellos como una civilidad derrotada privada de un poder concreto. Ellos pueden identificarse con ella sintiendo que no tienen restricciones y actuando en libertad plena junto a las reglas y limitaciones sociales y religiosas. En un nivel más profundo, inconscientemente, perciben al Islam como una religión muerta y la usan para ser de la misma materia que la muerte, y ser invulnerables a su acción, que amenaza el mundo interior de ellos.

IHU On-Line – ¿Qué ha motivado, en su evaluación, la adhesión de jóvenes a estos grupos? Desde el punto de vista psicoanalítico, ¿cuál es su diagnóstico en relación a esa negación de la vida, si es que podemos hablar así?

Sarantis Thanopulos – Asesinos son personas que niegan la vida porque la identifican dentro de sí mismas como su mayor vulnerabilidad, como un punto débil que puede destruirlos. Ellos perciben que cuanto más vivos están, tanto más crece su fragilidad. Nuestra vida interior se dirige hacia la vida externa y se convierte en el lugar de tensiones insoportables si no conseguimos establecer relaciones sólidas de intercambio con el mundo exterior. Los seres humanos ponen, en primer lugar, su cohesión psíquica (la posibilidad de hacer que la propia existencia tenga un sentido) y, cuando las tensiones extremas la amenazan, pueden buscar una descarga psíquica actuando de modo destructivo. La destrucción se vuelve, para ellos, más confiable que la construcción, la omnipotencia toma el lugar de la impotencia. Esto tiene sentido, aunque sea siniestro e inhumano como lo percibimos, también porque la inmovilidad psíquica que la acción destructiva produce genera la falsa percepción de solidez.

IHU On-Line – ¿Es posible trazar un perfil de los jóvenes que practican esos actos terroristas? Muchos analistas dicen que están al margen de la sociedad y enfrentan una serie de problemas económicos y sociales. ¿Es suficiente para explicar este tipo de práctica?

Sarantis Thanopulos – No, no es suficiente. Desde el punto de vista económico y social, no son tan marginados. Hay un problema de integración cultural que no funciona. La integración no es asimilación de una cultura por otra, sino las nuevas perspectivas, la apertura de nuestra experiencia que el juego de las diferencias crea. Estos jóvenes, que encuentran un destino en convertirse en los mensajeros de la muerte, viven en la intersección entre dos fallas de la integración.

Fallas de la integración

La primera se refiere a la imposibilidad de un intercambio aceptablemente igual entre los países desarrollados y el resto del mundo. No es un problema religioso en sí, pero en Europa y Estados Unidos está marcado por la derrota política y militar de los países islámicos y por la explotación histórica que estas personas han sufrido. Estas dos cosas empujan a las personas y las naciones hacia una identidad religiosa, pero esta identidad, construida defensivamente, no es útil. Los musulmanes que migran a Occidente en general no son, en realidad, aceptados y están privados de sus tierras originales. Por lo tanto tienden a quedar emocionalmente suspendidos entre la limitación de las tendencias culturales del país adoptivo y el aislamiento en sus creencias religiosas inferiorizadas. Esto implica un sentimiento permanente de erradicación.

La segunda falla se refiere a la brecha entre las generaciones. El conflicto generacional, que hace de la entrada de los jóvenes en la vida social un proceso de renovación, está congelado. No es sólo un problema ocupacional. Es sobre todo la imposibilidad de que los jóvenes creen sus oportunidades, si no por encima, al menos de acuerdo con la conservación del orden existente. Ellos corren el riesgo de convertirse en prisioneros de un mundo que vive en un tiempo presente permanente, sin transformaciones y futuro, que mata también el pasado.

La confluencia de las dos formas de erradicación en personas psicológicamente vulnerables (expuestos a experiencias emocionales difíciles de sus familias) puede crear destructores de la vida. No sólo se sienten rechazados. No están en contra de la integración en el sentido de que odian a los que no los aceptan. Ellos perdieron el sentido de la vida común (que implica aceptación o rechazo) y se convierten en agentes de desintegración sin odio.

IHU On-Line – En un reciente artículo usted dijo que los terroristas están privados de cualquier esperanza de dar sentido a su existencia. ¿Puede explicarnos esta idea? ¿Es la falta de dar sentido a la existencia que motiva ese tipo de acción?

Sarantis Thanopulos – ¿Cómo alguien puede vivir dando un sentido a la propia experiencia y existencia si percibe que las propias emociones y deseos lo llevaron a un sentimiento de vacío infinito? La persona sólo puede atacar lo que toca sus emociones y deseos: el otro como una parte ‘co-constructiva’ de su propia experiencia. Al hacer esto, el individuo no está odiando la vida; prefiere su silencio. Sufre de necrofilia.

IHU On-Line – ¿Es posible romper con esa crisis de sentido de la existencia? ¿Cómo ofrecer sentido a esas personas? ¿El psicoanálisis, la religión, la filosofía todavía pueden ofrecer alguna respuesta en ese sentido?

Sarantis Thanopulos – No podemos dar a esas personas un sentido. No necesitan «nuestros» significados. Cuando preferimos asesinar nuestras emociones para evitar que ellas nos maten – porque no somos capaces de dar un sentido a lo que sentimos y lo que hacemos -, la destrucción de sí mismo y del otro puede aparecer como la única cosa importante que podemos alcanzar. Hay la idea de resurrección en ello, una vitalidad venida de la muerte, la cual desesperadamente desafía el propio miedo a morir. No es un miedo a la muerte física. Es el terror de la falta de sentido que nos invade cuando nos sentimos emocionalmente involucrados sin estar en la condición de gestionar este sentimiento.

Sólo podemos construir las condiciones que hacen posible a los vulnerables crear su propio sentido de existencia. No conseguimos combatir la muerte psíquica con valores abstractos. El psicoanálisis, la religión y la filosofía necesitan sostener la vida. Para facilitar las condiciones que permiten a las personas aceptar las transformaciones producidas por su plena participación en el campo del deseo y para vivir la desestabilización, que la profundidad de la experiencia transformadora implica, extrayendo placer de ella.

En el campo de la religión, eso significa que la idea de eternidad no puede absorber la vida verdaderamente experimentada, que la esperanza de una vida después de la muerte, que funda la creencia religiosa, no puede basarse en existencias desencarnadas, en seres humanos emocionalmente, eróticamente muertos.

IHU On-Line – ¿Qué es el fenómeno de acting (actuar) y qué relación establece entre él y el terrorismo?

Sarantis Thanopulos – Actuar (acting) en lugar de pensar la propia experiencia partiendo de los deseos, de la emoción y de los sentimientos es un instrumento típico que usamos para librarnos de tensiones psíquico-corpóreas que no podemos elaborar y transformar. En la Grecia antigua, había dos palabras para «actuar«: «πράττειν» y «δράν«. La primera define acción en su ocurrencia factual, en su realización concreta, operativa. La segunda define la acción en su potencialidad, junto con su apertura a otros desdoblamientos. Es en la acción sobre el escenario, como decía Aristóteles, donde las cosas suceden como podrían suceder.

Nuestras acciones son significativas cuando no están totalmente realizadas en sus desdoblamientos emocionales, transformativos y creativos, y cuando mantienen un carácter experimental (onírico), abiertas a una mayor elaboración en lugar de estar cerradas en sí mismas. Podemos comer un alimento para no tener hambre o para degustarlo, disfrutar, con nuestros sentidos, emociones/sentimientos y pensamientos.

En el primer caso, actuamos de acuerdo con una «necesidad» de una manera automática que trata con (calcula) «cantidades» y es totalmente alcanzado, sin mayores elaboraciones, con el cese de la necesidad.

En el segundo caso, la acción se ocupa de la «calidad», siguiendo la dinámica del deseo (y su forma sublime: la aspiración) que le gustan las diferencias, los cambios, la imprevisibilidad, la complejidad, la persistencia, la intensidad y la profundidad. La acción permanece insaturada desarrollando la potencialidad: transforma la estructura psíquico-corpórea entera y la revela, así como a sí misma, para otras transformaciones y perspectivas de la vida.

Los «terroristas» yihadistas son una forma extrema de una psique homeostática que funciona sobre la base de la liberación inmediata de una necesidad: el descarte de una tensión que produce alivio.

IHU On-Line – ¿Por qué y en qué medida, por otro lado, usted sugiere que la resolución del terrorismo pasa por comprender la relación entre el sistema económico y la política?

Sarantis Thanopulos – Está claro que nuestro sistema económico produce cada vez más desigualdad. Existe una disociación progresiva entre, por un lado, el valor de un producto y, por otro, el valor del trabajo que lo produjo y el valor de uso. Las cosas son producidas para ser consumidas en términos de descargar nuestras tensiones en vez de ser usadas de un modo propio: transformar nuestra relación con la realidad permitiendo ser transformados por eso.

El sistema productivo se orienta casi totalmente hacia la satisfacción de las necesidades que excluye el deseo: envolvimiento profundo y placer. Es evidente que la producción de bienes no puede implicar directamente el deseo. La diferencia que el deseo hace tiene que ver con la concepción de vida y la experiencia real que ella sostiene. Por ejemplo, una casa es un sistema complejo de cosas materiales que el sistema productivo nos proporciona y nos da la posibilidad de satisfacer las necesidades físicas. Pero la casa es sobre todo un hogar: privacidad, intimidad, calor humano, calidad de las relaciones, placer estético, confort, recepción, apertura al mundo exterior. ¿Cómo podemos diseñar y usar los objetos materiales para obtener todo esto? En un extremo, hay casas hermosas, panorámicas, lujosas, muy tecnológicas, ricas de cosas preciosas que son hogares incómodos. En el otro extremo, hay casas pequeñas, pobres que son espacios vivos. El uso de las cosas es un problema real con el que hemos perdido el contacto.

Aquí no hablo contra las necesidades. Y no tengo la intención de idealizar los deseos. Sin embargo, tenemos que considerar la diferencia entre una vida en que las necesidades eliminan los deseos y una vida en que están los deseos que nos ayudan a gestionar nuestras necesidades y a satisfacerlas. Lo que llamamos «necesidad psíquica«, en su calidad propia que no es un conjunto defensivo de la estructura psíquica, es una necesidad (la cesación de una tensión) interpretada e inspirada en su satisfacción por el deseo.

Consumo para eliminar las tensiones

Nosotros producimos bienes que esencialmente consumimos para eliminar tensiones, para distraernos de las dificultades e impasses, para calmarnos. Y cuando esto crea un estado depresivo, producimos medios de excitación, animación. La alternancia de excitación y alivio es el principal soporte de la vida occidental, que rápidamente se expande por el resto del mundo. ¿Qué es la globalización si no es así? Eso de que estamos hablando crea un mercado enorme, casi infinito en un mundo abstracto, un sistema económico que, esencialmente, se reproduce. Cuando convertimos deseos en necesidades, también podemos crear nuevas necesidades. Lo que nos da la posibilidad de expandir continuamente nuestro mercado y realizar beneficios increíbles, porque no vendemos objetos para un uso real (que regula el precio), pero producimos el vicio y los medios para satisfacerlo.

Hay un circuito perverso donde la producción de los medios que satisfacen el vicio, estando incapaz de proporcionar una satisfacción real de nuestras necesidades y deseos, crea un estado depresivo y tensiones suplementarias, fortaleciendo la demanda de soluciones excitantes/animadoras, que nos calman. Esto implica la posibilidad de vender modos antidepresivos, homeostáticos de vida y de promover tanto la producción de cosas que sustentan directamente estos modos como una planificación de todos los bienes producidos que facilitan el uso viciado de ellos y aumentan su demanda.

Es claro que lo único que el sistema económico puede producir es una concentración enorme de riqueza en manos de una oligarquía. Su disociación del valor del trabajo y del valor de uso hace que los intercambios, en cualquier nivel, sean totalmente arbitrarios y desiguales. Es un sistema loco que cuanto más domina nuestras vidas, más produce una locura fría, terriblemente destructiva.

La política perdió el control, porque perdió su papel específico de mediación entre la satisfacción de las necesidades y la satisfacción de los deseos.

IHU On-Line – ¿Por qué en su evaluación la civilización actual está generando una ceguera ética?

Sarantis Thanopulos – La civilización actual va contra la dimensión femenina de nuestra materia psíquico-corpórea, en la que nos revelamos a la alteridad. Dado que es esta dimensión la que nos permite disfrutar de las diferencias, disfrutar de lo que transforma nuestra experiencia y nuestras perspectivas de vida, no logramos alcanzar una postura ética. Esto quiere decir que hemos perdido el camino de un sentido verdadero de responsabilidad (que no deriva del miedo de elementos políticos, culturales o religiosos). Estamos perdiendo la capacidad de cuidar de lo que deseamos, de respetar su modo idiomático, original de ser.

Estamos en la condición de ser los responsables solamente cuando entendemos que, al abusar de nuestro objeto de deseo, lo destruimos. Si no protegemos su forma de ser, destruimos lo que lo hace deseable: sus características intrínsecas, su diferencia y particularidad irreductible que lo hace interesante y agradable a nosotros. Esto vale no sólo para las personas activas con las que tenemos interés en tratar, sino también para objetos materiales y culturales (un coche, un alimento, una bebida, una novela, una creencia religiosa o política) que tienen sus identidades y ofrecen una variedad de aspectos y posibilidades a ser percibidos, concebidos y usados. Incluso cuando tratamos con un objeto para satisfacer nuestras necesidades materiales fundamentales, no podemos realmente protegerlo de nuestra tendencia a usarlo de una manera irracional, impulsiva, gastándolo, si no tenemos condiciones de conectarlo a nuestros deseos.

El deseo es la única cosa que nos da un sentido de responsabilidad porque nos hace sentir vacíos cuando no respetamos lo que nos gusta y lo usamos. Si nuestro objeto de deseo muere, nuestro deseo muere también. Esta regulación responsable de nuestros cambios con el otro viene del lado de fuera de nuestra relación con lo que deseamos, a partir de las transformaciones continuas de nuestra percepción de nosotros mismos y de los demás, que nos permite percibir dónde estamos vivos y dónde corremos el riesgo de morir – en nuestra sustancia psíquico-física humana fundamental -, para moderar el exceso de nuestras pasiones.

Ceguera ética y existencial

La ceguera ética es una ceguera existencial. Dejando a la lógica pura de las necesidades, nuestra visión de la vida es irreal y corre el riesgo de perjudicar, de un modo irremediable, todas las condiciones básicas de nuestra existencia. No siempre se puede satisfacer el deseo. Él crea conflictos de interés y enemistades, a veces contrasta con las condiciones objetivas, materiales de la vida. Sin embargo, sólo cuando somos personas de deseo, y de modo responsable -lo que significa la aceptación de los conflictos que nuestras diferencias traen-, es que podemos lidiar con la realidad de una manera constructiva, sin exagerar. Cuando los conflictos y las diferencias no son aceptados y preferimos permanecer en un mundo purificado, ‘no conflictual’, reina la indiferencia y nos asesinamos los unos a los otros (emotiva y físicamente) por una colisión casual o por el disturbio que nuestro encuentro envuelve.

IHU On-Line – ¿Cómo, en su evaluación, los jefes de Estado y líderes religiosos, la comunidad internacional en general, se han pronunciado acerca del terrorismo?

Sarantis Thanopulos – El papa Francisco y el ex presidente estadounidense Barack Obama son destacados entre los demás líderes. Ellos reconocieron el problema ético que genera locura fría, terrorismo y su estrecha relación con el fenómeno de la migración. Pero cuando vemos al presidente [Donald] Trump (atípico y no confiable en su cargo, pero elegido por las masas americanas) revocando el proyecto llamado «Development, Relief, and Education for Alien Minors – DREAM«, lo que es un declive de la administración política de la sociedad que tampoco Obama pudo detener, o cuando vemos el Brexit (donde la estupidez de los políticos compite con la ceguera ética), sentimos una incomodidad con la idea de que personas tan culturalmente pobres administran nuestro futuro.

[Angela] Merkel ha intentado tener otra visión, pero factores electorales y su convicción de que una austeridad ciega funcionaría, la colocaron en una posición ambigua entre una apertura relativa a los migrantes y un cierre a la marginalidad de la mayoría de los ciudadanos de los países europeos en términos del poder político real, la capacidad de disfrutar de trabajo y de las relaciones y de desarrollar un modo satisfactorio de vida. La exclusión social y la pérdida de identidad en Europa y Estados Unidos producen un movimiento invisible silencioso de exilio/migración interior. En cierta ocasión, escribí que el terrorismo frío es la metástasis peligrosa de un cáncer localizado en el corazón del mundo occidental.

IHU On-Line – ¿Qué sería una alternativa para acabar con el terrorismo?

Sarantis Thanopulos – Una oposición a todas las formas superficiales que alientan artificialmente un modo de ser, una oposición a todos los proyectos políticos que insisten en parámetros cuantitativos y que no se preocupan por la calidad de vivir la vida. Una batalla constante contra el populismo que engaña a las personas y las lleva a reacciones impulsivas que favorecen la catástrofe ética que vivimos. La comprensión de que la migración es un movimiento real, derivado de nuestra ceguera y que, sin embargo, puede enriquecerse si se trata de manejar responsablemente con ella. Negándola, vamos a pagar un precio alto.

Una firme determinación para usar las cosas para personalizar nuestra relación con ellas. Esta es la única manera de permanecer sanos en un ambiente insano. Implica sobre todo nuestra capacidad para cultivar la amistad. Perdiendo la amistad, también perdemos al enemigo. Vivimos sin enemigos reales y no somos conscientes del peligro que es un mundo sin ellos.

Alguien no puede ser nuestro amigo sin estar libre para constituirse como un enemigo de nuestros deseos (opuesto a él) en uno u otro aspecto, nivel o campo de nuestras reacciones. El que es nuestro amigo hoy puede ser nuestro enemigo mañana y viceversa. La mejor amistad («φιλία πρώτη», según Aristóteles) es la amistad desinteresada y eso significa inclusión de la enemistad (libertad) en su espacio. Cuando el enemigo está separado del amigo, podemos ser llevados a una guerra contra él. La guerra es dolorosa y puede destruir muchas cosas que amamos. Sin embargo, a partir de la destrucción podemos recuperarnos si recordamos que el enemigo permanece siendo un amigo potencial. Aceptando el luto, necesitamos elaborar, podemos amplificar nuestro espacio (después de la disputa) a fin de incluirlo. Antígona percibió esto con Policina, pero Creonte, no.

Podemos ser impelidos (por fallas nuestras o de los demás, o por coyunturas infelices) a separar a los amigos de los enemigos, pagando el precio. Pero no podemos darnos el lujo de disociarlos.

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