En su visita a Buenos Aires para participar de la movilización Ni una menos, Adriana Guzmán y Jimena Tejerina, integrantes del movimiento feminista comunitario antipatriarcal de Bolivia, participaron de un almuerzo entre compañeras en la Casona Cultural Pepa Noia. “Hemos venido para encontrarnos, reconocernos y entender que todas tenemos que estar en la lucha si queremos construir un mundo donde podamos vivir bien también las mujeres”, dijeron.

Por Melissa Zenobi e Inés Hayes para CTA

Fotos de Yael Blanca

Durante la actividad, organizada por la Escuela de Feminismo Popular Nora Cortiñas, Adriana Guzmán contó la experiencia construida en Bolivia: “Nosotras no estudiamos el feminismo. Nos definimos en la calle”. Fue en 2003, durante la rebelión conocida como la “Guerra del gas” que asesinaron a 60 personas: “Allí murieron 58 hombres y sólo dos mujeres y nos preguntaron por qué éramos tan pocas las mujeres muertas. Y nos dimos cuenta que nosotras salimos a la calle cuidando la vida, sabiendo que tenemos que volver a casa a criar a nuestros hijos”.

Fueron 30 días que estuvieron en las calles “no queríamos volver a la esclavitud que vivíamos en nuestras casas: quienes en la calle eran nuestros compañeros, en la casa se convertían en nuestros pequeños patrones. Primero pensamos que habíamos elegido mal y luego le pusimos nombre: supimos que se llamaba patriarcado. Por eso es tan importante la organización. Estas peleas no se dan individualmente, sino colectivamente, tenemos que estar todas juntas”.

Durante la “Guerra del gas”, que fue con la que nació su experiencia política, ”terminamos el 2003 con una asamblea de mujeres. Y ahí los compañeros con quienes habíamos compartido 30 días en la calle, empezaron a decidir solos, a dejarnos a un lado. Y entendimos que no alcanzaba ser asamblea de mujeres, sino ser una asamblea de mujeres feministas”.

En ese proceso, decidieron buscar un concepto propio del Feminismo: «Para nosotras es la lucha de cualquier mujer en cualquier lugar del mundo y de la historia que luche contra el patriarcado. Mujer que lucha, se revela y propone en la comunidad”. En la misma línea, definieron al patriarcado como el sistema de todas las opresiones que vive la humanidad: hombre, mujeres, intersex, y la naturaleza, pero que se ha constituido sobre el cuerpo de las mujeres. “El patriarcado se sostiene y se reproduce en el cuerpo de las mujeres. ¿Dónde aprendemos la explotación? En el cuerpo de las mujeres. La violencia es parte de esa misma construcción”, explicó.

Por su parte, Jimena Tejerina contó que en Bolivia es el único país donde se habla de despatriarcalización. “Ha sido un proceso muy rico desde que nos definimos feministas comunitarias y antipatriarcales. Primero tuvimos que entender que nuestra palabra no valía lo mismo que la de nuestros compañeros y que ese mundo en el que estábamos viviendo no es el mundo en el que queremos vivir. Ese proceso de discusión fue a la par del proceso político del país desde una cosmovisión indígena”.

Jimena recordó entonces a muchas compañeras que en ese momento comenzaron a hacer política. “Muchas compañeras que dieron la vida, muchas fueron asesinadas, muchas otras se suicidaron por no poder soportar el acoso. A nosotras nos matan, nos mata quien dice que nos ama ¿Qué es eso? Y ahí comprendimos que este sistema se construye en nuestros cuerpos”, dijo.

“Hay compañeros que han secuestrado a sus propios hijos, como han hecho las dictaduras en nuestros países. Es fundamental plantearnos y mirar la violencia. La violencia es estructural porque se construye en nuestros cuerpos y se reconfigura y se profundiza en nuestros cuerpos. Es casi natural que nos maten de las peores formas. No se puede plantear la autonomía de un país o de un territorio sin plantear la autonomía en los cuerpos de las mujeres. Nosotras terminamos pariendo, no los niñxs que queremos, si no lo que los hombres quieren”.

Frente a este panorama, es creciente la necesidad de articulación y comprensión entre los distintos movimientos de mujeres de todo el mundo: “El feminismo ha sido individual, es necesario pensar en otro feminismo comunitario y popular. Como cuando mataron a Camila, a Paola, y a tantas otras y aunque no las conocíamos, y estábamos a miles de kilómetros, a nosotras nos dolió igual. El Ni una menos ha logrado sacar a miles de mujeres a la calle, en muchos países y ha sido Argentina el que ha parido Ni una menos, pero debemos profundizar el feminismo para que sea popular y comunitario”.

Las compañeras hablaron también de la necesidad de profundizar la búsqueda de un feminismo propio, popular y comunitario que entienda que el bien vivir es también para las mujeres, que las mujeres tenemos derecho a disfrutar de nuestros cuerpos, nuestras sexualidades, nuestros hijxs, nuestras decisiones, nuestros trabajos y nuestros territorios. E hicieron especial hincapié en la necesidad de construir redes y lazos comunitarios que no entiendan la vida como una mercancía. En ese sentido, remarcaron la necesidad de volver a entender que somos parte del cosmos y de la pachamama y que tenemos la obligación y el deber de protegerla y amarla.

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