El pasado 4 de febrero de 2017, Convergencia de las Culturas en colaboración con la Asociación de Apoyo al Pueblo Sirio, hizo un acto de recogida de material de abrigo (calzado y botas de invierno para adultos y niños, mantas, edredones y tiendas de campaña) para enviar a campos de refugiados.

En dicho acto, cuyo lema era «ante la frialdad de los gobiernos, la calided de los pueblos», se leyó el documento que reproducimos a continuación.

Según el informe anual de 2016 de ACNUR, el Alto Comisariado de la ONU para los Refugiados, el número de refugiados en el mundo actualmente es de 65,3 millones, lo que supone un 55% más que hace tan solo cuatro años. La mayoría tiene origen sirio, seguido de afganos, y somalíes. Los países que reciben un número mayor de estos “migrantes forzados” son Turquía, Jordania y el Líbano. Más de un 50% de los desplazados son niños y una gran parte de este porcentaje viaja solo, lo que hace que este colectivo, que ya de por sí es vulnerable, lo sea aún más.

Entretanto, en España, de los 16.000 refugiados que el Gobierno se ha comprometido a acoger antes del fin de 2017, apenas han llegado 200. Sólo este dato debería hacerles caer la cara de vergüenza a nuestros gobernantes. Mientras tanto se le ponen trabas a las miles y miles de familias en todo el país que, como en el resto de países de la UE, se aprestan a recibir y acoger solidariamente a unos seres humanos golpeados por las persecuciones, las hambrunas y, lo que es más escandaloso, los conflictos alimentados con las armas americanas, rusas y europeas.

Aproximadamente, 24 personas huyen de su hogar cada minuto, lo que hace al día un total de 34.000 desplazamientos forzados. Desde 2010 han muerto más de 10.000 migrantes en el Mediterráneo, haciendo que el mar que divide las costas asiáticas y africanas de las europeas se haya convertido en un auténtico cementerio, al que apenas se le dedica más que algún concierto con famosos que nos ayudan a lavar nuestras conciencias. Pero cuando se intenta llevar una ayuda efectiva a las costas de arribada y a los campos de refugiados, numerosos voluntarios deben enfrentar trabas burocráticas, multas e incluso el encarcelamiento. Parece que para las autoridades europeas la solidaridad es poco más que un bonito estribillo para una canción…

Más de 160 estados de la Tierra firmaron en 1948 la Declaración Universal de Derechos Humanos. Entre esos derechos elementales, están el derecho a la libre circulación, el derecho de asilo, el derecho a la vida. Pero cuando se pierde todo sentido de la dignidad humana, cuando las personas son vistas como simples números en una estadística ¿quién puede hablar de derechos ni de humanidad? Con su actitud frente a la tragedia que se libra en nuestras fronteras los gobernantes europeos, y esto hay que decirlo bien claro, están demostrando su total falta de empatía hacia el dolor y el sufrimiento de sus semejantes. Una desconexión que cualquier profesional calificaría de psicopatía.

No queremos hablar de desplazados ni de refugiados. No hablamos de números ni de estadísticas. Hablemos de seres humanos que, sea cual sea su lugar de origen, su credo o sus costumbres, están sufriendo a nuestro lado y a los que podemos y debemos asistir, por simple humanidad. Porque en todo ser humano hay algo muy grande y cuando ese ser humano sufre algo muy grande clama al cielo.

Un gran cambio está por llegar en estos momentos desdichados de la Historia. Un cambio que ocurrirá cuando las poblaciones comiencen a reconocerse como seres dignos, libres e iguales. Cuando al mirar a otro ser humano sienta reflejada mi propia humanidad. Este cambio empezará en ti y en mi, hoy, en este momento. Sintámonos a nosotros mismos por un instante. Sintamos al de al lado, al que está también más alejado. Sintamos a aquellos que hoy sufren y claman por un cambio. Sintamos la fe en la posibilidad del cambio. Si hacemos esto, si transmitimos este sentimiento y esa fe a los que nos rodean, entonces no triunfará el absurdo, sino que poco a poco comenzará a clarear el día y se abrirá paso la futura Nación Humana Universal.

Muchas gracias a todas y todos los presentes y un saludo fraterno a todos los que lejos de la indiferencia de los gobiernos responden ante este desastre humano.