Es imposible sustraerse a lo que ocurra en USA la próxima semana con las elecciones presidenciales que tendrán lugar. La razón es muy simple: vivimos en un mundo global en el que estamos tan interconectados que lo que ocurre en cualquier parte del mundo no nos es indiferente, pero muy particularmente cuando se trata de una potencia, con su nivel de influencia, en todo el sentido de la palabra. Tanto en el plano ideológico, económico, científico, tecnológico, militar, cultural.

A ello se agrega que en esta ocasión uno de los contrincantes en la lucha por la presidencia es un candidato como Trump, que está rompiendo esquemas, y que tiene al frente a una candidata que se ha visto en singulares aprietos a lo largo de la campaña.

Trump ha roto moldes con su estilo directo, su lenguaje desenfadado, poco diplomático, áspero. Los candidatos con sus características, en otros tiempos, distintos a los actuales, no han llegado lejos. La pregunta que cabría hacerse entonces es ¿cuál es el atractivo de su mensaje para los tiempos que corren?

Trump es consecuencia de la civilización chatarra en que vivimos, de la pobreza cultural que aflige a USA, del neoliberalismo, de la exacerbación de la competencia, de la imposición de la economía sobre la política. El mensaje de Trump va dirigido a los perdedores, a quienes han perdido sus fuentes laborales, a quienes han visto precarizada su fuente laboral, a quienes se han visto acosados por el capital, y responsabiliza de ello a Wall Street, cuya influencia supera con creces a la Casa Blanca en Washington, a los tratados de libre comercio, a los inmigrantes. Entre sus estrafalarias propuestas se incluye la construcción de un muro, financiado por mexicanos. Un personaje con estas características, en tiempos normales, no tendría posibilidades de triunfo alguno. Sin embargo, hoy, sí las tiene. Paradojalmente se trata de un multimillonario, en quien las propias élites no confían. Un clásico self made man norteamericano que tanto gusta por esos lados.

Quiero creer que no ganará, pero el solo hecho que tenga alguna posibilidad de triunfo inquieta. Mal que mal, quien gane esas elecciones tiene la responsabilidad de conducir a USA cuya influencia sigue presente. En Inglaterra nadie imaginó que en el referéndum en torno a la pertenencia a la Unión Europea la mayoría se inclinaría por la salida (brexit). La misma mayoría que puede llevar a Trump a la conquista de la presidencia de USA.

Dado que el resultado de estas elecciones nos incumbe, todos debiéramos tener derecho a votar en ellas, en vez de limitarnos a esperar qué deciden los ciudadanos en USA.