Por Amy Goodman y Denis Moynihan

El Missouri es el río más largo de América del Norte. Durante miles de años ha provisto a los habitantes originarios de la zona del agua necesaria para la vida. Al día de hoy, millones de personas dependen del río Missouri para acceder a agua potable no contaminada. Pero actualmente se está construyendo un oleoducto, el Dakota Access Pipeline, que amenaza la salud del río. A fin de impedir la construcción del oleoducto se ha gestado un movimiento, encabezado por los pueblos originarios que han vivido a orillas del río Missouri desde tiempos inmemoriales. Integrantes de los pueblos Dakota y Lakota de la Reserva Sioux de Standing Rock instalaron un campamento en la confluencia de los ríos Missouri y Cannonball, a unos 80 kilómetros al sur de Bismarck, en Dakota del Norte. Han declarado que se consideran “protectores, no manifestantes” y así se llaman a sí mismos. El sábado pasado, cuando intentaban frenar el trabajo de enormes excavadoras en un cementerio ancestral, los guardias de seguridad del oleoducto atacaron a los protectores, en su mayoría nativos americanos, con perros y gas pimienta mientras que estos se resistían a la construcción del oleoducto de 3.800 millones de dólares en su lucha por el agua pura, la protección de sus tierras sagradas y el fin de la economía basada en los combustibles fósiles.

Los Sioux de Standing Rock instalaron el primer campamento de resistencia en el mes de abril y lo llamaron Piedra Sagrada. En este momento, hay cuatro campamentos con más de 1.000 personas acampando, la mayoría de ellas pertenecientes a pueblos originarios de Estados Unidos y Canadá. “El agua es vida” es la consigna de esta lucha pacífica contra el oleoducto que se construye para el transporte de crudo desde los yacimientos petroleros de Bakken, en Dakota del Norte, hasta Illinois.

El sábado fue un hermoso día de sol. Junto a Laura Gottesdiener y John Hamilton, de “Democracy Now!”, pasamos la mañana filmando entrevistas. Por la tarde, varias delegaciones realizaron una marcha desde el campamento hasta el lugar donde se proyecta que pasará el oleoducto, con el objetivo de colocar allí las banderas de sus respectivas tribus. Al llegar, se vieron sorprendidos por las enormes excavadoras, que realizaban movimientos de tierra incluso durante el fin de semana largo del Día del Trabajador.

Cientos de personas, en su mayoría nativos americanos, se congregaron en la entrada del predio, pidiendo a gritos que detuvieran la destrucción. Un grupo de mujeres comenzó a agitar el cerco de la propiedad, que cayó sin mayor esfuerzo. Los protectores de la tierra comenzaron a inundar el lugar. Varios hombres jóvenes llegaron desde el campamento a caballo.

Las excavadoras se retiraron, pero los guardias de seguridad intentaron detener a los protectores soltando al menos media docena de perros feroces que mordieron a la gente y a los caballos. Uno de los perros tenía el hocico cubierto de sangre. Sin dudar, la persona que dirigía al perro continuó incitándolo a avanzar contra la multitud. Los guardias rociaron con gas pimienta a los manifestantes, los golpearon y los empujaron. Perros feroces como los mastines se han utilizado para atacar a los pueblos originarios de América desde los tiempos de Cristóbal Colón y los conquistadores españoles que le siguieron. Finalmente, los violentos guardias del Dakota Access se vieron obligados a retroceder.

Este tramo del oleoducto atraviesa sitios arqueológicos, entre ellos, cementerios Lakota y Dakota. La tribu había proporcionado la ubicación de los sitios en un escrito presentado ante la justicia el día anterior a la manifestación en procura de que se detuviera provisoriamente la construcción hasta que se llevara a cabo una completa investigación de los mismos. Con la ubicación de esos sitios en mano, el personal del oleoducto Dakota Acces arrasó literalmente con ellos. El jefe de la tribu sioux de Standing Rock, David Archambault, afirmó en el programa “Democracy Now!”: “Usaron a los perros como armas mortales. Todo esto fue premeditado. Sabían que algo iba a pasar cuando se abalanzaron sobre 25 kilómetros de tierras intactas para destruir nuestros sitios sagrados. Sabían que algo iba a pasar y por eso estaban preparados. Contrataron a una compañía de seguridad con perros guardianes y luego fueron y esperaron. Y sucedió. Cuando vimos lo que estaba pasando ya era demasiado tarde. Habían destrozado todo. Profanaron nuestras tumbas ancestrales. Simplemente destruyeron nuestros sitios de oración”.

En el campamento, entrevistamos a Winona LaDuke, una líder Ojibwe de la nación White Earth del norte de Minnesota. Recientemente lideró una campaña que tuvo éxito a la hora de impedir la construcción de otro ducto que amenazaba territorio del pueblo White Earth. LaDuke realizó comentarios acerca del apoyo del gobernador de Dakota del Norte, Jack Dalrymple, a la represión de las manifestaciones en Standing Rock: “Usted no es George Wallace y esto no es Alabama. Estamos en el año 2016 y no tratarán a los indígenas como lo han hecho durante los últimos cientos de años. Estamos hartos”.

La batalla contra el oleoducto Dakota Access se libra como una renovada afirmación de los derechos y la soberanía de los pueblos originarios, como una lucha para proteger el agua, pero sobre todo, como parte de la lucha mundial contra el cambio climático y para romper con nuestra dependencia de los combustibles fósiles. En Piedra Sagrada, Guerrero Rojo y otros campamentos instalados en la confluencia de los ríos Missouri y Cannonball, los protectores han llegado para quedarse y son cada día más.

Traducción al español del texto en inglés: Fernanda Gerpe. Edición: María Eva Blotta yDemocracy Now! en español, spanish@democracynow.org

 

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