Según Unicef, actualmente 200 millones de mujeres y niñas en todo el mundo han sufrido mutilación genital, un rito que se practica a niñas de entre 4 y 14 años, en África y Oriente Próximo.  La ablación comprende un conjunto de prácticas que van desde la amputación total o parcial del clítoris hasta la extirpación de labios mayores y/o menores, con consecuencias trágicas para las niñas. Según la Organización Mundial de la Salud, además del riesgo de muerte y enfermedades, el dolor, el trauma y las lesiones creadas por el procedimiento en sí mismo, muchas veces realizado en penosas condiciones higiénicas, también provoca consecuencias a largo plazo que incluyen las infecciones recurrentes, quistes, esterilidad y aumento de las complicaciones durante el parto, además, claro está, de la imposibilidad o dificultad de sentir placer durante el acto sexual.

En 2012 la ONU consideró la ablación como una violación de los Derechos Humanos y de los niños. En mayo del 2015, Nigeria prohibía la mutilación genital femenina, y unos meses más tarde, en noviembre, se sumaba también a la iniciaiva Gambia.

El pasado 8 de agosto de 2106 el Parlamento de la Unión Africana formado por 54 estados africanos (excepto Marruecos que no forma parte), aprobó la prohibición de las prácticas de la mutilación, acordando un plan de acción encaminado a erradicar la ablación. A partir de ahora comienza la tarea de los 250 diputados firmantes de hacer llegar esta decisión a sus respectivos países e impulsar la puesta en marcha del plan de acción en coordinación con las autoridades nacionales.

En Somalia se practica un tipo de ablación conocida como la circuncisión faraónica, que además de la extirpación del clítoris y labios mayores y menores conlleva el cosido de la vulva hasta dejar un pequeño orificio para permitir la salida de la orina. Las consecuencias son terribles y provoca cientos de muertes cada año. La Constitución de Somalia establece la prohibición de la práctica, pero ninguna ley ha sido aprobada para hacer efectiva esta decisión.

La realidad es que aunque se ha dado un paso muy importante en la defensa de los derechos humanos en favor de las mujeres y las niñas, lo cierto es que esta aberración que atenta contra la humanidad, contra lo femenino, está arraigada en la cultura y las tradiciones de estos pueblos de África y Oriente Próximo, siendo las propias mujeres las que lo llevan a la práctica. La mutilación femenina antecede históricamente a la aparición del islam en el siglo VII, una costumbre practicada indistintamente por musulmanes, cristianos y animistas.

Virginie Moukoro, defensora de los derechos de la mujer y la infancia en Mali cree que aún queda mucho trabajo por delante, pero que en el plazo de una generación se podrá acabar con la ablación. “Un día será historia, como ocurrió con la práctica de atar los pies a las niñas en Japón”, asegura.

Con pretextos religiosos y con el fin de tener el control sexual, las mujeres son convertidas en máquinas de reproducción y complacencia para sus maridos.

Issatou Touray, histórica activista gambiana, asegura que “sólo con el trabajo en las comunidades se podrá dar un cambio real, las leyes son necesarias pero no bastan”.

No solo las mujeres sufren mutilaciones sexuales, según estimaciones de la OMS, aproximadamente un tercio de los hombres en todo el mundo están circuncidados, a menudo por razones religiosas o culturales, una práctica que se realiza comúnmente en la infancia, y de la que apenas se habla en los medios de comunicación.

Circuncisión de un adulto hallada en las paredes de las tumbas de Ankhmahor, Sakkara (Saqqarah), Egipto. Es la ilustración más antigua sobre la circuncisión.

Circuncisión de un adulto hallada en las paredes de las tumbas de Ankhmahor, Sakkara (Saqqarah), Egipto. Es la ilustración más antigua sobre la circuncisión.

La práctica más antigua se encuentra extendida en el judaísmo, cuya realización es obligatoria desde hace más de 4500. La circuncisión prevalece en el mundo musulmán e Israel (donde es casi universal), los Estados Unidos y partes del sudeste de Asia y África. Diferente es cuando se realiza por razones médicas, principalmente como un tratamiento para fimosis y la para-fimosis. En esos casos implica a 10 hombres de cada 1000.

El prepucio, es una piel flexible y retráctil, que descubre la punta del pene cuando este esta erecto. El glande al descubierto, es carne viva, es decir, muy sensible al tacto. El prepucio no solo protege al glande de las rozaduras, sino que mantiene a este en unas condiciones de humedad y lubricación, que facilitan la penetración a la hora de tener relaciones sexuales. Cuando el prepucio es extirpado, el glande queda al descubierto para siempre. Esto provoca, en los primeros años, una hipersensibilidad obligada ante cualquier situación, haciendo que una actividad deportiva o una ducha pueda ser un suplicio para muchos niños. Al hacerse mayores, estos hombres verán mermado su placer sexual. El glande pasa de ser húmedo, resbaladizo y sensible a ser seco, áspero e insensible. En gran parte de intervenciones, es habitual extirpar también el frenillo, un punto extremamente sensible a la estimulación sexual (algo así como el clítoris masculino).

La energía sexual, fuente de vida, de creatividad y de belleza es en realidad sagrada y sirve a lo mejor del ser humano. Sin embargo, en todo el mundo y a lo largo de la historia, a través de las diferentes creencias religiosas, los clérigos se han servido de la fe para aumentar su influencia y su poder sobre las personas, controlando su sexualidad y debilitando su fuerza vital creadora, provocando con ello todo tipo de violencia y enfermedades físicas y psicológicas, derivadas de la mutilación genital y de la represión sexual.

Antonia Utrera