Por Txema Sánchez, miembro de la Plataforma de activismo de Nulla Politica Sine Ethica, en el quinto aniversario de 15-M Valencia. Reproducimos la intervención de este activista de la Renta Básica Universal e Incondicional

 

Nos encontramos en esta Plaza del Ajuntament de Valencia, denominada así oficialmente y que, por unanimidad del activismo, la hacemos llamar plaza 15-M, desde el inicio del movimiento.

Han pasado cinco años desde aquel 15-M que nos convocó y pudimos decir que “esto no es democracia” y que los medios no tuvieran más remedio que reproducirlo; pudimos tomar la plaza sin que nos echaran; pudimos gritar “no nos representan”, también expresar “si se puede”; pero, ahora estamos celebrando un aniversario de ese día sin logros fundamentales, y es que la pobreza, la exclusión social, el recorte de derechos son ya una realidad terrorífica que nos invade sin piedad y sin percepción alguna de soluciones en marcha aún.

En este momento más que nunca la Renta Básica Universal Incondicional se convierte, como decía esta semana Varoufakis, en necesaria e imprescindible para humanizar las condiciones de vida de todos.

La Renta Básica Universal e Incondicional no es toda una política económica, pero sí un componente imprescindible, es una medida política que propone una utopía alcanzable en la que todos podamos libremente decidir que queremos ser y que sociedad construir juntos. Porque en una sociedad feliz, en la que todos seamos más libres para pensar y vivir, y no estemos acosados en el estigma permanente y la imposición acerca de cómo debemos resolver  nuestra propia existencia, viéndonos abocados a aceptar en situación desesperada las opciones residuales que se nos ofrecen; podremos construir un mundo más justo.

La desigualdad y el tremendo poder de las corporaciones sobre los gobiernos solo se sustentan en la falta de recursos y de libertad de la mayoría para enfrentarse al problema, sin poner en riesgo lo poco que les queda. Ese poder disciplinador se verá muy mermado con una seguridad, con la existencia material garantizada y teniendo acceso a los recursos que por derecho corresponde a cualquier persona.

Los seres humanos, en cuanto tales, tenemos unos derechos que son continuamente arrebatados con mil excusas por el poder, y cuando nos los dan aparentemente, se convierten en papel mojado si no conseguimos que nuestra existencia pueda desarrollarse en plena libertad, sin depender de otro para luchar y defenderlos.

La Renta Básica es un derecho, derivado del reconocimiento al esfuerzo colectivo, al legado de nuestros antepasados que seguimos reproduciendo en sociedad. Hemos logrado a través de los avances científicos y grandes inversiones, la mayoría públicas, grandes logros;  pero, lamentablemente, su disfrute ha sido arrebatado a la mayoría social y los beneficios quedan a manos de unos pocos. Por ello, debemos exigir el derecho al disfrute de esa riqueza que ha sido generada colectivamente y que debe revertir en una renta para todos y cada uno de los seres humanos.

Referido a la automatización, nos exige una mirada en perspectiva cuando ha eclosionado su último gran avance, las máquinas ya no necesitan prácticamente programadores humanos, se pueden programar a sí mismas, virtualmente casi cualquier trabajo podrá ser realizado por máquinas, y todas esas tareas eliminarán empleo que ya no será recuperado en la misma medida. Buena noticia si beneficia a todos, pero que indudablemente requerirá de nuevas medidas a adoptar para el disfrute de lo común y de la propia vida.

Merece especial mención el término “dignidad”, por cuanto es un atributo que posee cada persona y no el trabajo, comúnmente referido al empleo. ¿El trabajo (empleo) dignifica? Es un eufemismo tal aseveración, por cuanto lo que trata es de imponer de manera sutil en las personas la escalada hacia la competencia, por miedo a no caer en la brecha, cada vez mayor, de los excluidos del sistema social y que permanecen a la vez como población en reserva y mecanismo de presión. Precisamente, las personas excluidas son la que cada día tienen que realizar un gran esfuerzo (trabajo no remunerado) para poder subsistir y dejar de pensar en esta realidad que nos deshumaniza. A su vez, no son pocos los trabajadores remunerados que manifiestan que su trabajo no tiene ningún tipo de sentido y esto no hace más que afianzar lo que todos sabemos que la mayoría de las tareas que más nos enriquecen, aportan y dan felicidad son no remuneradas.

Si antes nos hemos referido a la dignidad, no es menos necesario pensar en la felicidad como  un derecho universal, es la levadura que impulsa el desarrollo y crecimiento del ser social y de  las comunidades y la cultura. El ser humano es gregario por naturaleza y necesita de los otros para su propio desarrollo, es precisamente la felicidad compartida en un mundo más justo y solidario donde podemos gozar de plenitud, contrariamente a la idea que se nos presenta.

La buena noticia que intento transmitir es que precisamente esa Renta Básica Universal e Incondicional, no sólo no es una utopía lejana, sino que solo depende de la voluntad política, porque podríamos cobrarla incluso en estos momentos de crisis, con una simple modificación  en el IRPF, que favorecería al 80 por cien de la población y perjudicaría, pero no gravemente, al 20 por ciento, el cual sería probablemente más feliz en un mundo más justo. Esta idea viene soportada en los estudios llevados a cabo con datos reales y en plena crisis, por los economistas Lluís Torrens, Jordi Arcarons y Daniel Raventós; ambos tres, miembros de la Red Renta Básica y que cuantifican como posible la percepción del importe que señala el umbral de pobreza, que aproximadamente se sitúa alrededor de 650 euros, para todos los ciudadanos de nuestro país mayores de 18 años y un porcentaje de dicha cifra sería de aplicación a los menores. Lo más chocante del modelo, es que propone la solución de la renta básica como posible ahora incluso con sus propias reglas, así que podemos imaginar a partir de su implantación, el camino de evolución y mejora de una sociedad que además no estaría paralizada por el efecto disciplinador, la pobreza y la exclusión. Seguro estoy que sería un mundo con nuevas reglas de convivencia y de cohesión.

Este universo tan cruel e injusto sería transformado radicalmente a través de la implantación de la Renta Básica Universal, además de por todas las cuestiones anteriormente señaladas, en aspectos psicosociales como una menor prevalencia de enfermedades de todo tipo, cuyo sustrato sabemos que está soportado en el estrés permanente y los hábitos insanos que nos impone el modelo social de competencia feroz por sobrevivir en el que estamos inmersos; además de contribuir a un ahorro importante en burocracia y represión.  Basta detenerse en la reflexión acerca de lo que cuentan los medios, los suicidios son absolutamente silenciados, cuando se están padeciendo a diario, y las cifras son espeluznantes.
Estamos diciendo que es una situación de emergencia y tenemos un resorte para socorrer a todos y ya, y no lo apretamos.

Dirijo toda mi fuerza y empeño por conseguir un mundo mejor para mis hijos y para los vuestros; ellos no pueden heredar esta barbarie feudal y fascista en que las corporaciones y sus políticos han convertido el mundo.
Así que seguiré hasta el final, luchando contra la mentira de que no se puede, de que debemos aceptar las opciones que nos dan, de que no podemos crear nuevas reglas, e implantar nuevas formas de hacer política más participativa y menos representativa. El 15M era horizontalidad,  igualdad, y libertad y la RBUI es la medida conocida y posible que ofrece la oportunidad de que podamos decidir sobre nuestra libertad. No dejéis que pase de largo esta oportunidad.