En Madrid, con motivo de los carnavales y en medio de un espectáculo de títeres, el pasado 5 de febrero se detuvo a los responsables de dicho espectáculo (Alfonso y Raúl) del grupo Títeres desde Abajo, por «enaltecimiento del terrorismo». Ambos están incomunicados.

No se sabe de quien fue el supuesto error que da lugar a esta situación, si del Ayuntamiento de Madrid que les contrató erróneamente ya que se trataba de títeres para adultos y no para niños, o del grupo que no envió correctamente la documentación. En cualquier cosa, como manifiestan compañeros de CNT (sindicato anarquista en el que milita uno de los detenidos), esto podría dar lugar a una multa pero nunca a una detención sin fianza e incomunicados.

Es curioso que el motivo por el que están en prisión es el mismo que denunciaban. Según un comunicado de prensa de amigos, «la (mini) pancarta que dice ‘gora alka eta’ se le coloca a la bruja de la función para inculparla falsamente, mediante un montaje policial, de lo mismo que se inculpa a los titiriteros. La realidad supera a la ficción«.

Es un caso más de la penalización de la libertad de expresión.

Nos ha parecido interesante la nota que ha escrito en su blog el secretario de Izquierda Unida, Alberto Garzón,  y que rescatamos aquí.

 

Je suis titiritero por Alberto Garzón

Lo que está sucediendo con los titiriteros es un ejemplo de manual sobre lo que es la hegemonía. Y es que la hegemonía no se mide en porcentaje de votos sino en la forma dominante de pensar de la gente, en su concepción del mundo.

En estos días estamos viendo cómo mucha gente justifica que hayan dictado prisión incondicional a dos titiriteros por hacer una obra de teatro. Tan absurdo como meter en prisión al elenco de El Hundimiento por hacer apología nazi. Claro que esta vez hay dos diferencias. La primera, que es una obra que denuncia la criminalización y la represión. Qué ironía. Qué poco hubiera durado Dario Fo y su Muerte accidental de un anarquista en nuestros días. La segunda, que es un evento organizado por Ahora Madrid y ya se sabe que todo lo que sale de ahí es presuntamente delictivo, presuntamente culpable.

La derecha no sólo gana elecciones. Lo más importante, y al mismo tiempo lo más grave, es que gana las conciencias. Así es como han conseguido hacer creer a la ciudadanía que los derechos humanos y las libertades pueden suspenderse si el número de tertulianos, jueces reconvertidos y políticos que participan en la caza de brujas es suficiente.

En abril se estrenará en España Trumbo, la película en la que Bryan Cranston encarna al director y guionista perseguido por la caza de brujas de McCarthy. Eran los años cincuenta y EEUU detenía y encarcelaba a los sospechosos de simpatizar con el comunismo. Trumbo pasó once meses en prisión. La película llega a tiempo, pues en España ya ni hace falta simpatizar con el comunismo. Basta hacer alguna broma o juego de palabras, de menor o mayor gusto, para que la Santa Inquisición te flagele mediática y judicialmente. Hoy la excusa es un juego de palabra con una organización terrorista; mañana puede ser una broma sobre la URSS; y pasado mañana sobre cómo los gobiernos occidentales dejan morir niños en el mediterráneo.

Estamos ante una dinámica muy peligrosa. Primero, porque la espiral nunca se detiene y ya cualquiera, haga lo que haga, puede ser tachado de cómplice de todo terrible delito. Segundo, porque manda un mensaje de miedo y genera un contexto de menos libertad para representar una obra de teatro como a cada uno le de la gana. A ver quién es el listo que hace a partir de ahora un chiste sobre determinados temas, ¡o incluso una crítica!, cuando la amenaza de denuncia sobrevuela tu cabeza.

¿Cómo combatir esta fanática espiral? Desde la respuesta cultural, claro está. Y para eso necesitamos a valientes, no a cobardes. Necesitamos que no se normalice este atentado contra la libertad, y para eso sólo vale la impugnación total de lo que está sucediendo. Ninguna concesión, por pequeña que parezca, a quienes quieren normalizar esta nueva inquisición. Nada de medias tintas ni de táctica política. Sólo una firme defensa de la libertad de expresión. Je suis titiritero.