Después de estar 30 años casada con un hombre, Ilse Fuskova se enamoró de una mujer. Fue a mediados de los ’80. Desde entonces, se transformó en una figura ineludible en la historia del activismo lésbico. “Cuando tenés orgullo de algo, es difícil que te llegue el insulto de otra persona”, dijo a Infojus Noticias. En septiembre, fue nombrada ciudadana ilustre de la Ciudad de Buenos Aires. Hoy tiene 86 años y sigue militando.

Por Matías Máximo para Infojus Noticias

Mirtha Legrand dijo: voy a contarles una anécdota. Y relató que mientras miraba un partido de tenis en los Estados Unidos una pareja de mujeres se dio un beso, cerca de ella. «Una falta de respeto», agregó. La escena pasó en 1991, en un almuerzo temático sobre “la homosexualidad”, y entre los invitados estaba Ilse Fuskova, que se había presentado como lesbiana militante. Con elegancia, Ilse le contestó a la conductora: “Falta de respeto es otra cosa, por ejemplo escupir”. Y después, ante las risas, le dijo que no era gracioso burlarse de que en la Argentina las mujeres tuvieran que vivir escondidas para quererse. Porque –concluyó- “es un gran dolor no poder decirlo abiertamente, porque es como tener una vida dividida: una para afuera, y otra para la intimidad”. Desde entonces Ilse es una figura ineludible en la historia del feminismo lésbico de la Argentina. Y por ello hace dos semanas fue nombrada ciudadana ilustre de la ciudad de Buenos Aires.

Ilse es una lesbiana ilustre y orgullosa que a los 86 años contagia su libertad. Dice que prefiere el silencio, para pensar. Y puede vestirse como una rocker: combinar campera de jean con camisa entallada y corbata ancha. Mientras estuvo casada vivía con su familia en La Lucila, y recibía todos los días el diario Buenos Aires Herald. Una mañana de 1978 leyó en la contratapa el anuncio de la revista “Persona”. Llamó al número que estaba junto a la nota y la atendió la periodista María Elena Oddone, que lideraba la Organización Feminista Argentina (OFA). Esa misma tarde se juntaron en un bar en Corrientes y Callao y charlaron durante horas. Fue un primer chispazo de feminismo, al que le siguieron varios acercamientos a espacios de reflexión.

El living de la casa de Ilse está decorado de los cuadros que pintó ella misma: abstracciones y colores fuertes que hacen acordar al estilo del pintor estadounidense Jackson Pollock. Cualquiera podría preguntarse por qué en vez de tomar té con amistades o vivir sus historias puertas adentro, Ilse decidió salir con el activismo lésbico por las calles.

-¿Por qué?

-Estuve casada con un hombre por 30 años y tuve tres hijos. Pero un día, a los 56 años, empecé a tener sensaciones por las mujeres, que antes no había tenido, y me animé a sentirlas. En ningún momento tuve vergüenza, lo viví de una forma orgullosa y como estaba feliz me salió compartirlo. Cuando vos tenés orgullo de algo, es muy difícil que te llegue el insulto de otra persona. Después, para todo lo que fue la militancia, en mi vida existió una fuerza, algo que me empujó a hacerlo sin pensarlo mucho. No hice un plan para eso, todo se me fue dando. Quién o qué fue, no lo sé decir. Pero algo facilitó las cosas para conectarme a los otros.

Ese mismo año, en un encuentro de mujeres en Brasil, Ilse conoció la suavidad de la piel femenina y el temblor de un deseo nuevo.

-En un momento de la tarde cuando caía el sol nos tomábamos de la mano entre todas y bailábamos. Siempre lo recuerdo porque fui muy feliz, era algo nuevo el compartir de esa manera. En ese encuentro conocí a un gran amor: Empar Pineda. Ella había venido de España y tenía lecturas que nosotras no, porque en otros países estaban más adelantados. Acá estaba el gobierno milico. Con solo tocarle la mano a Empar yo sentía una sensación muy fuerte en todo el cuerpo, una vibración de felicidad.

Tras la venta de la casa matrimonial, y con los hijos grandes, Ilse se fue a vivir sola al barrio de Congreso y empezó a dedicarle más tiempo a las reuniones feministas. Leía con intensidad a matriarcas intelectuales como Adrienne Rich, y algunas cosas de las feministas «tradicionales» le hacían ruido: ella, además de feminista, se sentía lesbiana y quería decirlo. En 1987, junto con la periodista Adriana Carrasco empezó a publicar los “Cuadernos de existencia lesbiana”, algo que siguió haciendo hasta 1991.

Ese mismo año fue al living de Legrand y algunas militantes intransigentes la criticaron por sentarse a charlar con el mainstrean televisivo. Pero ir al programa significaba algo más que cinco minutos de fama en TV: era meterse en la mesas de las familias y mostrarles que se podía ser mujer y amar a una mujer sin estar chiflada. También era lograr que los parlantes vibraran con esa palabra poco pronunciada en los mediodías argentinos: «Lesbiana».

-Debe haber hablado muchas veces de ese momento.

-Algo que hizo de bueno la señora fue preguntarme al final del programa cómo podían hacer las personas que se quisieran contactar conmigo. Entonces dije mi número de casilla postal y durante años no pararon de llegarme cartas. Creo que fui la primera lesbiana que lo dijo al aire por televisión. Una de las mujeres que estaba mirando el programa era Claudina Marek, que empezó a escribirme y llamarme hasta que terminamos enamoradas. Con ella estuve 22 años en pareja y pasé muy buenos momentos. También publicamos juntas «Amor entre mujeres», en 1994. Este libro se agotó enseguida y creo que fue de ayuda para que muchas mujeres no se sintieran tan solas y supieran que había otras en el mundo.

Ilse también fue azafata, hizo exposiciones de fotografía, organizó reuniones feministas en un espacio que se llamó Lugar de mujer y salió con carteles de protesta por las calles. Vivió en Berlín y en San Francisco, donde tuvo un romance con la cineasta Susana Blauchstein. Después de cumplir los 80, se recibió en la carrera de Artes en la escuela Prilidiano Pueyrredón,  junto a Claudina. Y tras la separación después de dos décadas juntas, y por sorpresa, llegó otra vez el amor:

-Conocí a Edgar de Santo en un evento de poesía y fue tan atento conmigo, tan afectuoso, que se dio una relación. Cuando me nombraron ciudadana ilustre por mi activismo lésbico sé que algunas personas se disgustaron porque yo tuviera un novio y que encima fuera un novio gay, pero es algo que a mí me hace bien. Él es profesor de Artes y una persona muy ocupada, aunque hablamos por teléfono y nos visitamos desde hace ya tres años. Esta relación era algo que yo no me esperaba ni en broma, pero me resulta tan tierna que me parece un regalo haberlo conocido.

En los últimos años Ilse empezó a darse tiempo de pensar en el alma como una de las cosas fundamentales de la existencia. Junto al grupo Consciencia Solidaria participa de campañas contra la contaminación y promueve una vida respetuosa con la ecología. Sus actividades no paran: en los próximos meses reeditará junto a Carrasco los Cuadernos de Existencia Lesbiana porque quiere que se difunda entre nuevas generaciones: “Tener proyectos, buscar la creatividad, es algo que hizo bien para estar en pareja y también para estar conmigo”.

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