Decimos No a la crueldad neoliberal, decimos No al dinero como valor central, decimos No a Macri. El 22 de Noviembre votaremos la fórmula Scioli-Zannini.

La presente coyuntura electoral debe comprenderse encuadrada en un contexto internacional y regional precisos. En éste observamos la decadencia de una pretendida unipolaridad estadounidense que es resistida por distintos agrupamientos emergentes como el G77+China, el BRICS y en términos más regionales, por articulaciones como UNASUR, ALBA o CELAC. Esta lucha representa la posibilidad de un mundo multipolar y proclama la necesidad de reformular instituciones y relaciones internacionales caducas, establecidas por la fuerza luego de la segunda guerra mundial y el primer holocausto nuclear de la historia.

En ese mismo panorama internacional, vemos con claridad como los poderes financieros y las corporaciones transnacionales, quieren ahogar todo intento de soberanía popular, mediante tratados secretos como el TPP, TTIP, TISA y otros tantos tratados de libre comercio, que tienen como objetivo proteger sus propios intereses sin importar en lo más mínimo el sufrimiento humano que pudieran provocar.
Los mismos intereses que, tráfico de influencias mediante, dominan la política exterior de EEUU, apuntan a debilitar la construcción regional creciente de cuño soberano, apoyando armados ficticios como la Alianza del Pacífico o pretendiendo reciclar organismos dependientes del poder norteamericano como la OEA, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y cumbres del mismo signo como la de las Américas.

Funcionales a todo este esquema son los medios de difusión hegemónicos y concentrados en toda la región, agrupados además en la Sociedad Interamericana de Prensa, vocera de los monopolios de la expresión.

En este marco general se llevará a cabo el próximo 22 de Noviembre, la segunda vuelta electoral en la que se elegirá al nuevo presidente y vicepresidente de la Nación Argentina.

Desde nuestra perspectiva las fórmulas en pugna ostentan signos perfectamente distinguibles y proponen direcciones sociales diferentes. No son lo mismo.

Es imprescindible destacar que, más allá de los candidatos, más allá de las declaraciones y promesas de campaña, lo que importa son los intereses que se agrupan en torno a cada candidatura. Importa evaluar cuál de ellas ofrece la posibilidad más evolutiva para el conjunto de personas que habita en este suelo, verdadero y único depositario de la soberanía, arrebatada por el poder. Importa ver también qué significados ideológicos y de conducta social simboliza cada uno.
Claramente vemos como el binomio Macri-Michetti aparece promovido por el grupo mediático monopólico, por el rentismo latifundista del agronegocio, es alentado por la derecha latinoamericana, es bien visto por la banca internacional. Suele, además, encontrar su mayor eco en los sectores reticentes a la movilidad social ascendente.

La fórmula Scioli-Zannini ha surgido como un intento de dar continuidad al ciclo iniciado en el año 2003 por Néstor Kirchner, continuado luego por Cristina Fernández. Representa por tanto al núcleo de política pública llevada a cabo en estos doce años. En el campo socioeconómico, estas políticas, aún cuando no han revertido la concentración económica y han apenas disminuido marginalmente la injusta distribución de la riqueza, sí han logrado, mediante medidas de redistribución directa, sacar de la indigencia y la pobreza a millones de personas. Han permitido también apuntalar el sistema público de salud y educación, descentralizándolo mediante la creación de nuevos hospitales, centros sanitarios y universidades. Del mismo modo, se ha apoyado la inclusión educativa y digital con programas de fomento individual. Se ha levantado el nivel de vida de la población de adultos mayores a través de mejores ingresos y se ha posibilitado que muchos argentinos accedan a facilidades para la construcción de sus hogares.

En términos macroeconómicos, se ha apostado decisivamente por el desendeudamiento, extirpando el cáncer de deuda que oprime y vacía a tantas economías en el mundo. Se han nacionalizado empresas, antes en manos extranjeras y brindado un fuerte impulso al desarrollo tecnológico y científico con independencia relativa de los países centrales que hacen del conocimiento una herramienta de dominación.
En el campo de los logros de las últimas tres gestiones de gobierno es fundamental señalizar el enorme avance de los derechos humanos, no sólo en el intento imprescindible de reconciliar las heridas dolorosas del reciente pasado dictatorial mediante la reivindicación de la verdad histórica, sino también en la mirada puesta al futuro con la consecución de nuevos derechos individuales, tales como los obtenidos a través de la Ley de matrimonio igualitario o de un nuevo código civil.

No podemos, como humanistas, dejar de señalar la importancia capital de dos valientes intentos que aún no han logrado plena efectividad por las grandes resistencias que han suscitado. Nos referimos en primer término a la Ley de Servicios Audiovisuales, que aún vigente, no logra todavía superar los escollos que los monopolios han interpuesto para evitar la efectiva democratización de la palabra. Un avance significativo ha sido posibilitar el acceso libre de la población a espectáculos deportivos y artísticos, como así también la instalación de la Televisión Digital abierta. En el área de las buenas iniciativas, tampoco tuvo éxito la muy acertada propuesta de avanzar en la democratización del poder judicial, un poder del Estado que no está sujeto a la voluntad popular, como venimos denunciando desde el Humanismo hace ya tres décadas.

Celebramos además jubilosamente la apuesta del gobierno de la presidenta Fernández por la renovación generacional. Ponerse del lado de los jóvenes es marchar junto a la Historia.

No sólo en el área de lo tangible, también en el campo de los valores es donde se manifiestan diferencias sustanciales entre lo que simboliza una u otra fórmula.

La fórmula que encabeza Macri se embandera con los valores del liberalismo a ultranza, con el capitalismo de mercado, con el individualismo, con la eficiencia, en definitiva, con el dinero como valor central y la acumulación individual como propósito vital. La propuesta del Frente para la Victoria, más allá de éxitos o fracasos, ha difundido valores solidarios, de empatía con el otro, de no alineamiento con los poderes, de no discriminación y de igualdad de oportunidades.

Por último, para comprender bien la identidad disímil de los contendientes, se hace necesaria una evaluación de proceso histórico.
Macri encarna una versión envuelta en papel de regalo de los intentos privatistas y neoliberales que se remontan a la visión de los economistas de la dictadura militar y que triunfaron provisoriamente en los dos mandatos de Carlos Menem. Scioli, si bien surgido a la política en esos mismos años 90’, simboliza hoy para quienes lo apoyamos la posibilidad de defensa de las conquistas sociales del ciudadano común y de los sectores más desfavorecidos frente a la insensibilidad conservadora.

En perspectiva histórica, la fórmula de la alianza Cambiemos, representa en composición y símbolo el legado centralista y unitario que triunfó con Mitre con posterioridad a la batalla de Pavón. El kirchnerismo, con origen en una extrema ubicación santacruceña, se ha esforzado por intentar moderar la nefasta condición de origen concentrada de este país, impuesta por su pasado colonial, promoviendo el federalismo.

Las opciones

Además de los dos binomios que estarán en el cuarto oscuro, las posibles opciones incluyen el voto en blanco o la abstención.
Esta última responde a una consideración generalizada – y por lo mismo exagerada – acerca de la supuesta ineficacia política para resolver problemas básicos, acompañada por la presunción de una corrupción extendida y absoluta, sea quien sea el gobernante. En otras personas, abstenerse expresa absoluto rechazo de formas democráticas ciertamente imperfectas o lisa y llana indolencia e indiferencia. Esta tendencia es favorecida a su vez por los medios de difusión hegemónicos y los intereses dominantes y tiene como resultado que el pueblo y el ciudadano cede a los poderes establecidos una gran posibilidad de expresarse e influir de alguna manera sobre la vida en común. Los humanistas sentimos la necesidad de actuar en el campo político para impedir que el Estado sea un instrumento del capital financiero mundial, para lograr que la relación entre los factores de la producción sea justa y para devolver a la sociedad su autonomía arrebatada. Por ello, la abstención no nos parece en esta oportunidad una opción coherente.

Otros llaman a votar en blanco, señalando no las diferencias sino las similitudes entre los candidatos y la falta de un cuestionamiento sistémico. Esta opción pretende afirmar la propia identidad desde una postura autoreferencial, sin considerar la posibilidad de convergencia alguna. Si bien el Humanismo (como otras fuerzas políticas en la historia) ha usado el voto en blanco en otras ocasiones, lo ha hecho siempre como modo de denuncia de una situación espuria, viciada de nulidad, donde el sentir de la gente no podía expresarse, ya sea por proscripción de candidatos, por no darse condiciones mínimas de participación o por entender que todas las opciones políticas en pugna son opuestas al bienestar de las mayorías. No parece ser éste el caso.

En esta oportunidad, apostar por el voto en blanco nos parece una cortedad de miras. Entendemos que todo cambio importante en las condiciones de vida de la gente, toda revolución, lleva en sí un espíritu incluyente, no la imposición dogmática de un punto de vista particular. Por tanto, si bien comprendemos y hasta pudiéramos compartir críticas hacia el oficialismo – como el sostenimiento del extractivismo o el fomento del modelo del agronegocio a gran escala, entre otros aspectos – el voto en blanco nos parece en este momento un voto débil y por los contextos generales expuestos, hasta descomprometido.

En referencia a las fórmulas en pugna, es imprescindible recordar que los humanistas hemos puesto siempre máximo énfasis en la validez de la acción sustentada en la coherencia entre lo que uno piensa, siente y hace. Desde esa perspectiva, los resultados prácticos e inmediatos de dicha acción nos han parecido secundarios. Eso siempre nos ha distanciado y distinguido del feroz pragmatismo que ha caracterizado a muchos. Sin embargo, dadas las actuales circunstancias en Argentina, América Latina y el mundo, nos parece que la eficacia de nuestra acción es un punto prioritario a considerar.

Por eso, apoyamos este 22 de Noviembre con nuestro voto la elección de la fórmula del Frente para la Victoria que lleva como candidatos a Daniel Scioli y Carlos Zannini.

Saludamos además la tremenda movilización popular que ha desatado esta segunda vuelta en defensa de los derechos conquistados.
Por supuesto, seguiremos bregando como humanistas por aquello por lo que siempre hemos luchado, la descentralización del poder social, la democracia directa, la participación de los trabajadores no solo en los beneficios sino también en las decisiones de cualquier empresa, la salud, la educación y calidad de vida como derechos por el simple hecho de haber nacido y sobre todo, intentando aportar a la construcción de un mundo no violento.

En particular, pondremos todo nuestro entusiasmo en persuadir al nuevo gobierno, de que combatir a la violencia con violencia es como intentar apagar el fuego con nafta. La erradicación de todas las formas de violencia, sean éstas expuestas o sutiles, se producirá a consecuencia de un cambio de mirada hacia los demás y hacia uno mismo, a través de iguales derechos e idénticas oportunidades para todos, poniendo al ser humano como valor y preocupación central. Es importante continuar insistiendo en la necesidad de un cambio de mentalidad, de un cambio en cada uno de nosotros, transformación que no puede lograrse por imposición ni por ley.
Para todo el pueblo argentino, nuestros mejores deseos de Paz, Fuerza y Alegría.

Centro de Estudios Humanistas de Córdoba
Centro de Estudios Humanistas Moebius (Mar del Plata)
Centro de Estudios Humanistas Confluencia (Neuquén)