Una iniciativa  nacida en esta ciudad del norte de Gran Bretaña tiene el ambicioso objetivo de acabar con el desperdicio de alimentos, de una vez por todas.

Fundado en diciembre de 2013, “El proyecto de la comida chatarra real” (TRJFP, en inglés), es la creación del cocinero Adam Smith.

Consiste en una red de restaurantes donde los alimentos destinados a la basura son recogidos por voluntarios y convertidos en comidas perfectamente comestibles y nutritivas. A cambio, los comensales dan lo que pueden, ya sea en dinero, tiempo o alimentos que les sobren.

El TRJFP se realiza de manera voluntaria con donaciones de los clientes u otros particulares y mediante la recaudación de fondos conocida como “crowdfunding”. La organización solo tiene un puñado de puestos remunerados.

Smith, sentado en una de las mesas del el primer restaurante que abrió el TRJFP, el Armley Junk-Tion, en el suburbio de Armley, contagia su entusiasmo.

“Hacemos lo correcto y es algo que tiene un impacto positivo. Creemos que podemos potenciar a las personas y las comunidades e inspirar el cambio en todo el sistema con el crecimiento orgánico de estos restaurantes”, aseguró el joven de 29 años, en diálogo con IPS.

En menos de dos años, el TRJFP se convirtió en una red mundial de 110 restaurantes, 14 de ellos en Leeds, 40 en Gran Bretaña y el resto en Alemania, Australia, Francia y Sudáfrica, entre otros países.

“Armley Junk-Tion ha cocinado 12.000 comidas para 10.000 personas con alimentos que de otra manera habrían ido al vertedero”, afirmó Smith. La red alimentó en 18 meses a 90.000 personas con 60.000 comidas y salvó a 107.000 toneladas de alimentos de la basura.

Los voluntarios del TRJFP están todos los días y a toda hora interceptando alimentos de los hogares, las empresas gastronómicas, los bancos de alimentos, los mayoristas, los supermercados y sus contenedores de residuos.

El TRJFP también obtiene el pollo sobrante de la cadena de restaurantes Nando’s y parte de los “residuos” de alimentos de las sucursales de supermercados Morrisons.

“Pasamos por alto las fechas de caducidad o los daños y utilizamos nuestro propio juicio para definir si la comida es apta o segura para el consumo humano”, explicó Smith.

Deje de echar los alimentos a la basura, cocínelos y cómalos

No obstante, las toneladas de alimentos interceptadas palidecen en comparación con la cantidad que aún se desperdicia cada año. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) calcula que el desperdicio alimenticio en el mundo equivale a un tercio de los alimentos producidos, o sea 1.300 millones de toneladas cada año.

Eso significa que una de cada cuatro calorías producidas no se consume. Según la FAO, 795 millones de personas están crónicamente desnutridas en el planeta.

Las medidas que las autoridades proponen para remediar el problema tratan a estas estadísticas como dos asuntos distintos que requieren dos soluciones separadas, reciclar más en los países ricos y producir más alimentos en los países en desarrollo. En los hechos, el sistema defectuoso y los intereses de la industria multimillonaria quedan intactos.

Tristram Stuart, activista y autor de “Waste – Uncovering the Global Food Scandal” (Residuos. El destape del escándalo mundial de los alimentos), afirma que “los casi mil millones de personas que padecen hambre en el mundo podrían salir de la desnutrición con menos de una cuarta parte de la comida que se derrocha en Estados Unidos, Gran Bretaña y Europa”.

Pero el cambio es posible, como lo demuestra una ley que aprobó en mayo el Parlamento francés. Ahora, los grandes supermercados de Francia tienen prohibido botar comida sin vender y tienen la obligación de dársela a organizaciones caritativas o a los productores agrícolas.

No obstante, activistas franceses contra el desperdicio de la comida, como Les Gars’ pilleurs, dicen que ese tipo de leyes no atacan al problema central y brindan una solución rápida.

Para empezar, los supermercados no son los únicos culpables, destacan. Por ejemplo, como indica la organización británica Programa de Acción por los Residuos y los Recursos (WRAP), producen menos de dos por ciento de los residuos alimenticios de Gran Bretaña, frente al 47 por ciento de los hogares particulares y el 27 por ciento de los productores agrícolas.

“El gobierno gasta millones y millones de libras en campañas para evitar el desperdicio de la comida, pero nosotros nos limitamos a alimentar a la gente. Decimos, ‘si usted sabe que es seguro comerlo, ¿por qué no se lo come?’ Eso es todo lo que hace falta, no nos cuesta dinero”, subrayó Smith.

Como una iniciativa independiente y de base, el TRJFP no considera a los residuos de alimentos como un problema ambiental o socioeconómico. Aborda el tema de manera integral y trabaja para educar al público, pero también hace lobby ante ministros y legisladores para que desarrollen las políticas pertinentes.

“Hemos estado en Westminster (la sede del Parlamento británico) un par de veces ya para hablar de este problema. Hay muchos intereses en juego, pero vamos a seguir trabajando hasta que no haya más derroche”, sostuvo Smith.

En Armley, el restaurante se llena a la hora del almuerzo. En el menú hay platos como guiso de carne, costilla y sopa de lentejas.

La clientela incluye a sectores sociales que normalmente transitan por vías paralelas. Hipsters, personas sin hogar, profesionales o desempleados, todos comen la misma comida, se sientan en las mismas mesas y disfrutan del mismo servicio.

Richard, un alcohólico en recuperación, almuerza en el Armley Junk-Tion desde hace unos meses. “Es un punto de encuentro para que la comunidad se reúna y coma, independientemente de su origen. No importa lo que quieras comer. Siempre hay algo en el menú para todo el mundo”, señaló a IPS.

A Paul, de 36 años y con un historial de enfermedad mental, el TRJFP le brinda una importante red de seguridad que los servicios sociales no le garantizan.

“Donde vivo, mi cocina se limita a un microondas. Debido a los recortes y la falta de servicios de apoyo, la única ayuda que recibo es al venir a lugares como este”, expresó.

Nigel Stone, uno de los codirectores voluntarios del restaurante, no tenía dudas de que la iniciativa habría de prosperar.

“Es una solución que tiene tanto sentido común, y lo mejor es cómo congrega a la comunidad, especialmente en tiempos de necesidad”, comentó.

Editado por Phil Harris / Traducido por Álvaro Queiruga

 

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