Entrevista a Úrsula Barboza

Por: Madeleine John

Cuando Úrsula perdió a su hijo Gabriel hace 4 años, fundó Thaniyay, junto a Milagros Paredes y con el apoyo de algunos familiares. Hasta hoy han participado alrededor de 400 padres y madres en los grupos de ayuda mutua. Ahora son un equipo de 9 personas. Algunas madres que vivieron el proceso en Thaniyay, luego se sumaron a apoyar.

¿Qué tipo de ayuda brinda Thaniyay?

Son grupos de ayuda mutua totalmente gratuitos. Tenemos tres grupos que funcionan simultáneamente en diferentes días y horarios. Lo que hacemos es muy simple. No hay un tiempo definido de participación. Tenemos padres que llevan tres años con nosotros y a otros les basta una sola sesión. A los padres que lo piden, les damos una consejería individual. Pero  nosotros trabajamos en grupo porque nos hemos dado cuenta que eso es lo que sana, lo que funciona, lo que te ayuda, el estar con otras personas que han pasado por lo mismo, escuchar sus experiencias, el proceso que han vivido, lo que les ha ayudado; eso te abre el panorama. Es muy importante. No separamos a los padres nuevos de los que llevan más tiempo, sino que estamos todos juntos. A cada padre o madre nueva que llega siempre le damos un espacio solo para él o ella. Es importante que cuando llegan, tengan un espacio más íntimo en el que se les explica cómo funciona Thaniyay, y nos cuentan un poco su historia, si quieren, y luego ya entran al grupo grande.

¿Cuáles son las cosas que más ayudan a una persona a integrar la pérdida de un hijo?

Para mí y lo que he visto en los demás, lo que más te ayuda es la fe. No necesariamente la fe en dios. Sino la fe de saber que puedes estar mejor, la fe de que vas a salir adelante, la fe de saber que tu hijo/hija está bien, que siguen vivos. El tema de las creencias es muy importante. El creer en algo más, que no todo termina con la muerte. Nos hemos dado cuenta que los papás que no creen en nada, sufren mucho más que los que sí creen. Para mí es importante tener bien definido en qué quieres creer, sin importar la religión que profeses. Pero tú debes definir en qué quieres creer. Uno generalmente relaciona la fe con dios, y es válido para algunas personas. Pero lo importante es creer en algo más grande, que hay algo más allá. Pensar en que “se murió y ya está, ahí se terminó su vida, nunca más lo voy a ver o me voy a comunicar con él”, es terrible. Eso es lo que he visto en mí y en otros. Esa es mi propia experiencia.  Desde el día en que Gabriel murió, yo dije: “No, Gabriel está vivo. No puede ser que hace unas horas estaba conmigo y lo podía abrazar, y ahora no está más”. No comprendía. “Tiene que haber algo más grande, detrás de todo esto.”

¿Cómo sientes la presencia de Gabriel?

Lo siento conmigo, reconozco señales de él maravillosas, y eso por supuesto depende de las creencias. Porque al ver una señal o sentir su presencia, puedo encontrarle una explicación totalmente racional. Pero yo no me quedo con eso, para mí Gabriel está conmigo. Un médium muy reconocido en Estados Unidos dijo: “Cuando escuchas que alguien menciona el nombre de tu hijo o lees el nombre de tu hijo en algún lado, es porque en ese momento está ahí contigo.” Por ejemplo, en el Día del Padre fuimos a misa porque mi hijo iba a cantar en el coro. La iglesia aún estaba bastante vacía. Nos sentamos en una fila y le dije a mi hija: “Mejor vámonos más adelante”. Nos fuimos dos filas más adelante, detrás de un papá, una mamá, una niña, y luego llegó su hijo. Entonces la mamá lo llamó por su nombre: “Gabriel”. Mi esposo y yo nos miramos. Si no nos hubiéramos cambiado de fila, probablemente no hubiéramos escuchado el nombre. Para mí esa es una señal de que ahí estaba mi hijo con nosotros. ¿Cómo sé que está conmigo? Porque yo elijo creer eso, eso es lo que yo quiero creer.

¿Cómo te comunicas con él?

Siempre me comunico con él. Me parece que es importante encontrar un momento para comunicarme con él en mi mente. Eso lo he encontrado en las noches, antes de dormir. Entonces me comunico con él y le agradezco por el día, porque siento que nos ha dado muchas bendiciones y que nos cuida.  Le agradezco que haya cuidado a sus hermanos, que me haya dado una señal. A veces cuando tengo una angustia o problema, le pido que me aclare la mente o me muestre cuál es el mejor camino. No ha habido un solo día en que no me haya comunicado con él.

Tal vez en el día, si pasa algo o estoy pensando en algo, a veces lo llamo en voz alta. Por ejemplo, a veces, cuando tengo que manejar de noche sola, le digo: “Ven conmigo de copiloto”. Cuando me conecto con él, cuando trato de conectarme, lo hago en mi mente en las noches.

¿Qué indicadores se tiene del fin del duelo? ¿Cómo sabes si cerraste adecuadamente el duelo?

Se dice que el duelo tiene distintas etapas, pero no todos viven todas las etapas, ni todos viven las mismas etapas ni de la misma manera, y el duelo te puede durar el tiempo que tú quieras que dure. Te puede durar toda la vida, si tú quieres. Me parece que el duelo por un hijo lo vamos a llevar toda la vida, pero no como algo que me pese, no como un sufrimiento. Siempre lo voy a tener presente. Por ejemplo, la fecha del cumpleaños de Gabriel siempre va a ser un día especial, no va a ser un día como cualquier otro. Los especialistas dicen que la última etapa, el fin del duelo, es la aceptación de que tu hijo partió. Pero yo creo que hay un paso más, y es la interiorización. Hay que interiorizar esa pérdida, volverla parte de tu vida, volverla parte tuya, porque vas a vivir con esa ausencia, esa pérdida, toda tu vida. Una vez que aceptas la partida de tu hijo, experimentas paz y ves la partida de tu hijo con otros ojos, le encuentras un sentido, el para qué se fue. Dejas de preguntarte: “¿Por qué?”. Pasas la etapa de la cólera, del no entender, y empiezas a entender, viene la paz, comienzas a mirar con esperanza. A mí me parece importante la interiorización, aceptar que vas a convivir con eso toda tu vida.

Por la misma mirada que tenemos en Occidente, la mirada hacia la muerte se ve como una tragedia, como lo peor que te puede pasar, a lo que hay que tenerle miedo. La mirada que tengo de la muerte es distinta, no es el temor a lo desconocido o que ya no van a estar los seres queridos, porque sí están, están más presentes que nunca. Gabriel está conmigo más que mis otros hijos, ellos están ahora en el colegio, y él está acá.

Muchas veces se dice “tienes que dejar ir a la persona que falleció”. ¿Cómo interpretas tú eso?

Ah sí, te lo dicen mucho. He escuchado que ese dejarlo ir tiene que ver con “no lo llores porque no lo dejas descansar”. Pero ellos no están descansando, están activos, vivos. El dejar ir no es olvidar, tiene que ver con el aceptar que ya no está aquí. “Te dejo ir, que seas libre, que vueles”. Una mamá preguntó: “¿Ustedes creen que nuestros hijos nos extrañan?”. Yo respondí que Gabriel no me extraña nada, él está feliz en un lugar maravilloso haciendo mil cosas y no tiene tiempo de extrañar, lo que no quiere decir que no me quiera, pero sí que no me necesita. Él está en otro nivel, tiene una conciencia “no humana”. La mamá que hizo la pregunta dijo que cómo sería eso posible, que no la extrañe su hijo. Ahí entra también el egoísmo, en el que lo que importa es el “yo”, “mi hijo sí me tiene que extrañar”. A eso sí lo reconozco como el “no dejar ir”. Yo le pregunté qué quería para sus hijos. ¿No querría ella lo mejor para ellos, que sean felices, que estén bien? Ella respondió que claro que sí. Si es así, entonces cómo puedes querer que estén sufriendo por ti. Imagínate que estén en estos momentos deseando regresar, pero no pueden hacerlo. Eso es el “no dejar ir”. Nosotros tenemos la ventaja porque no sabemos nada, y podemos elegir qué queremos creer. Yo elijo creer que Gabriel está muy feliz, jugando todo el día, aprendiendo cosas nuevas, que me quiere, que está conmigo todo el tiempo. Pero ya tiene otra conciencia, no la conciencia de Gabriel de cuatro años, sino una muy evolucionada.

Y tú, ¿qué sentido le diste al accidente?

Sentido al accidente, ninguno, salvo que fue la manera que él eligió para partir. Creo que cada uno elige la manera en que parte porque hay algo que tiene que aprender de esa experiencia. Hay un mensaje en la manera en que se parte. Al accidente lo veo simplemente como un medio que él necesitaba para partir. Todos vamos a partir y nadie muere en la víspera. Todos tenemos que partir cuando tenemos que partir. El cuerpo necesita morir para que el espíritu sea libre y pueda salir. El accidente es un medio, y con eso me quedo.

¿Habría algo que quisieras agregar?

Solo que Thaniyay es una obra de amor maravillosa. Hemos ayudado a más de cuatrocientos padres, a la mayoría le hemos dado una luz. Nosotros no les damos algo como una pildorita para que el dolor desaparezca. Lo que hacemos es acompañarlos en este proceso, que es duro, largo, triste y solitario, porque nadie te entiende. Por eso solo los acompañamos. Les decimos que no está solo, y que Thaniyay es un lugar donde lo van a entender, porque todos hemos pasado por lo mismo, pero no lo hemos vivido de la misma manera. Sin embargo, el solo hecho de que todos hemos pasado por lo mismo y puedas escuchar otras experiencias, e identificarte con algunas cosas para sentir que no estás loco por pensar algo, o sentirte alguien malo por pensar otra -porque se nos cruzan muchas cosas por la cabeza, cosas que no entendemos-, y que vas a ser escuchado y comprendido, y que no te van a decir que ya te olvides, o que te van a culpar o juzgar, ya es una gran ayuda.

Tenemos la idea de que primero deben morir los padres, los más viejos. Pero cuando no ocurre así, sientes que el ciclo de la vida se fue para otro lado. Sin embargo, en realidad, desde que eres concebido ya estás propenso a morir, y la muerte no discrimina, no discrimina edad, ni sexo, ni religión, ni posición social, cultural o económica. La muerte está para todos. Algunos piensan que, como somos un grupo de padres los que nos reunimos, lo hacemos para llorar y sufrir juntos. Pero en Thaniyay no es así, nosotros tratamos de encontrarle un sentido a la partida de nuestros hijos, un nuevo sentido a nuestras vidas, de trascender el dolor, de re-significar el sufrimiento, de tomar una decisión acerca de qué vamos a hacer con esto que nos pasó, saliendo adelante y rescatando el mensaje de amor de nuestros hijos, que es lo más importante. Si bien hay a veces lágrimas, también hay alegría, nos reímos, compartimos, nos convertimos como en una familia. El hecho de saber que estás con personas que han pasado lo mismo, ya te hace sentir en familia.

El que hayas vivido una experiencia dolorosa y la hayas trasformado en un proyecto para ayudar a otros a superar situaciones sufrientes, también debe ser algo que ayuda a integrar y a reconciliar. ¿Es así?

Sí. Siempre he dicho que Thaniyay me ayudó mucho a salir de donde estaba al inicio, que igual es muy duro los primeros meses, pero me ayudó a darle un sentido a la partida de mi hijo. No es que compare a Gabriel con Thaniyay, pues él siempre será más grande que todo. Pero eso que pensé el día que Gabriel murió, de que algo más grande tiene que haber atrás de su partida, eso es Thaniyay, y ahora lo entiendo. Si bien su vida fue corta para mí, cuatro años y nueve meses, él tenía que venir para que pueda lograrse este proyecto, para poder integrar todo esto y crear esa obra de amor maravillosa. Yo digo que eso es obra de Gabriel, y claro que le da un sentido maravilloso a la vida de mi hijo y a su partida. Un dolor tan grande que se vive con la partida de un hijo, solo puede abrirte al amor. Para mí no hay otra. Definitivamente también puede abrirte hacia el otro lado, porque puedes volverte una persona rencorosa, amargada, triste por el resto de tu vida. Pero siempre recuerdo lo que dijo un padre: “No convirtamos a nuestros hijos en nuestros verdugos”, que porque él se fue voy a transformar mi vida en lo peor. Es simplemente honrar la vida de mi hijo con mi propia vida, viviendo más feliz y plenamente. De eso se trata.

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