Por Romina Charur, Secretaria General de Judíos Argentinos Gay JAG para El diario judío.

Ayer, 17 de mayo, se conmemoró el día internacional contra la homofobia, en recuerdo de un nuevo aniversario del día en que, mediante asamblea general de la ONU, la Organización Mundial de la Salud (OMS) elimina la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales, el 17 de mayo de 1990, hace ya 25 años.

Enfermedad mental: “Las enfermedades mentales son alteraciones de los procesos cognitivos y afectivos del desarrollo, consideradas como anormales con respecto al grupo social de referencia del cual proviene el individuo”.

Hasta hace tan solo 25 años, los homosexuales eran oficialmente, desde la medicina, considerados como enfermos mentales. Interactuar en forma afectiva, emocional, sentimental y sexual hacia otro individuo del mismo sexo era considerado una enfermedad mental, y así se transmitía en todos los modelos de familia, escuelas e instituciones. La educación enseñaba un único modelo como correcto, y todo lo que difiriere era “enfermo”, “anormal” o “no común”.

La educación instauró en cada ser humano la discriminación hacia quienes difieren del único “modelo correcto”, marginándolos, lastimándolos e incluso, en muchísimos países, quitándoles la vida, y no sólo en la violencia extrema de casos brutales de individuos aislados, sino también muchas veces desde el Estado mismo a través de la pena de muerte y ejecución pública al considerar la homosexualidad un delito, sobre todo en lugares donde la religión está más vinculada con la política.

También generó la discriminación hacia uno mismo, no pudiendo aceptar la propia homosexualidad, rechazando, negando lo que sentían, pensando que “no se puede” y resignándose a vivir dentro de un modelo de familia “correcto” pero infeliz. ¿A cuántos les robaron la adolescencia? ¿A cuántos les robaron la vida entera, el corazón, el sexo? ¿Cuántas personas se quedaron solas pensando “que no se puede”? ¿Cuántos vínculos de padres e hijos, de hermanos, de amigos se perdieron?  Esto es homofobia.

El colectivo LGBT en el mundo trabaja a diario para lograr mayor inclusión: en las escuelas, en las familias, en las diferentes instituciones, en la sociedad. En Argentina, mediante la Ley de matrimonio igualitario, se ha logrado la igualdad de derechos de toda persona, independientemente de su orientación sexual. Un avance enorme y muy importante para nuestra sociedad, ya que se han ampliado los modelos de familia y se han adaptado a esto muchas escuelas e instituciones, a través de una educación orientada hacia ello.

Alrededor del mundo, en tantos países los homosexuales son perseguidos a nuestros propios ojos, brutalmente asesinados. Lugares llenos de violencia e intolerancia que ocupan una vasta extensión en el mundo no-occidental. Nuestro silencio es cómplice, nuestra pasividad es también homofobia. Todos debemos abogar por la vida de todos.

Pero también hay homofobia en lugares occidentales y “desarrollados”, como Chile, donde es urgente una educación pro diversidad desde todos los ámbitos de la sociedad. Pero las instituciones resguardan los elementos más conservadores de la identidad. Pareciera ser que la sociedad chilena tiene una forma desigual de entender el concepto de igualdad. Como ciudadanos, sólo queda movilizarse y actuar. Todos por todos, como sociedad.

La palabra inclusión significa contener. Todos, desde el lugar en que cada uno esté, contener e incluir a quienes no lo estén. Basta de burlarse y reírse de lo distinto, simplemente no es gracioso. Todos luchando porque cada uno pueda vivir su vida en forma plena y de la manera en que lo haga feliz.

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