Por: Flavio Signore.

Antropología visual de los últimos días en la capital francesa

El 2015 ha empezado mal, o mejor dicho, ha empezado particularmente mal… empezar mal no es ninguna novedad en este sistema global, político, económico y militar (el orden de los factores es aleatorio porque es siempre posible la inversión según las prioridades del momento). Las muertes, los conflictos, las guerras son tan ordinarios como la explotación, el abuso, la discriminación. Así que llevar un recuento exacto de los muertos desde principio de 2015 respecto al conflicto global entre Occidente y Califato, como simplificando lo pintan los medios (utilizo la palabra pintar, y con brocha gorda, por describir el tratamiento de los grandes medios de comunicación, que no hacen más que mistificar) resulta difícil.
Es difícil saber cuantas personas han muerto en los ataques de drones en Pakistan, porque sobre estas muertes no tenemos datos, como tampoco los tenemos de otros centenares de episodios alrededor del globo.
Las movilizaciones solo se organizan por los muertos de la metrópoli, de Paris en este caso, del centro del sistema, retomando una categoría de Fanon(1) que ya tiene años, pero increíblemente no ha caducado ni se ha trasformado demasiado con la globalización.
La manifestación del 11 de enero en Paris representa un punto de inflexión, se ha convertido, gracias al esfuerzo conjunto de todos los protagonistas, en la más vistosa puesta en escena que recuerde la contemporaneidad.
La tendencia no es nueva, se ha inaugurado, con algunos antecedentes, a partir del 2001, con el auge de la así llamada (¡Otra pintura contemporánea!) guerra de civilizaciones. Aquellos años han trasformado radicalmente el formado y el espacio de las declaraciones de los líderes de turno mundiales, en la máxima atención que exigen los asuntos de comunicación e imagen en esta época, pasamos desde un espacio centrado en el orador y algunos símbolos detrás, normalmente las banderas, a un espacio con un orador arropado por personas a sus espaldas. La gente convertida en decorado, en banderas vivientes, para reforzar el discurso, sobrentendiendo que le respaldan (literalmente posicionándose a sus espalda), que están detrás (¡Como no!). En estos años se ha hecho tan usual este tipo de puesta en escena que hemos visto desfilar, según las necesidades, bomberos (el post 11 de septiembre se ha nutrido de la mística de esta figura profesional), militares, policías, civiles, siempre elegidos con cuidadoso criterio respecto a la multiculturalidad, el genero, la proveniencia socioeconómica. Las paredes humanas, que acompañan estos discursos, a veces implementados con decorados siempre más complejos, como aeronaves, edificios simbólicos, juegos de luces, se han trasformado en una figura de la retórica contemporánea.

bushDiscurso de Bush para celebrar la misión en Iraq en 2003

Pero esta nueva figura de la retórica visual, que podemos llamar, “tengo (o tenemos) razón porque somos muchos, mayoría”, ha alcanzado su momentáneo apogeo en Paris, donde los medios de comunicación se han volcado en la retransmisión con todo detalle de los pasos (pocos) de la elite política mundial, bien protegidos y aislados del resto (no nos equivoquemos), alternados con las imágenes de la manifestación de la gente, tan concurrida como desteñida y desenfocada en la descripción para no restar importancia a los protagonistas.
Una manifestación cuyo mensaje ha sido monopolizado por los jefes de estado y cuya palabras han resultado vacías, porque al fin y al cabo repetían un discurso oficial, mejor, oficialista, sin profundidad y repleto de retórica.
El lema “je suis Charlie” invocaba la identificación de todos los participantes, aprovechando la conmoción, pero no es lo mismo ser parte de la élite que diseña estrategias que hunden en la miseria a millones de personas alrededor del globo, y que exporta conflictos y guerras, que ser una de las personas que sufre estas estrategias en su carnes. Paradójicamente miles de personas han lanzado proclamas sobre la libertad de expresión, sin darse cuenta de que sus proclamas serán utilizadas exactamente por recortar las libertades personales y civiles de los ciudadanos de todo el mundo.
Pero, y aquí estriba la noticia particularmente mala, estas puestas en escena siempre responden a un objetivo. En esta caso el objetivo parece ser un viraje aún mayor de la políticas integradas de seguridad de los estados que han ido a desfilar, incluido Estados Unidos, que no ha enviado emisarios especiales, “limitando” su presencia a la embajadora y que, efectivamente, anunciaba a la misma hora una gran convocatoria internacional sobre seguridad para el 18 de febrero en EEUU, una especie de GSAT, los Grandes de la Seguridad y Anti Terrorismo reunidos para decidir como impulsar sus propuestas, que por supuesto no son estrictamente de seguridad y antiterrorismo, que es la excusa más exquisita de la democracia en sentido occidental para recortar libertades civiles, más bien para implementar alguna ofensiva militar y repartir comisas militares y por la reconstrucción. Voilà (el francés se está poniendo de moda), todos las articulaciones, político, económica y militar, manos a la obra, sin olvidar los medios de comunicación, que se han convertido en una extraña mezcla de los tres, fluidificando el trabajo y jugando, en Paris, un rol fundamental: porque si hasta ahora el escenario era teatral, con el líder en el mismo plano de la gente a sus espalda, en Paris ha necesitado un montaje, convirtiéndolo en cinematográfico/televisivo, gracias a la yuxtaposición de la manifestación de los mandatarios y la manifestación de la gente, separados físicamente pero integrados en las imagines televisivas. Los resultados, también, son servidos en caliente por los mismos medios de comunicación: ministros y expertos invitando a un mayor control en Internet y las imágenes del día después de la manifestación con militares presidiendo las escuelas en Francia.

La parodia de manifestación de los lideres mundiales en Paris

Pero, sobre todo, esta retórica antiterrorista sirve para obviar, cómo no, los problemas reales a los cuales los políticos están llamados a enfrentarse: la deuda de los estados occidentales, el recorte de los servicios sociales, la caída en picado del nivel de vida de sus ciudadanos y una reforma imprescindible del funcionamiento de la economía mundial, que ha cobrado vida propia y actúa fuera de cualquier patrón racional. En esta fase tan convulsa, el ejemplo griego es ilustrativo, los líderes se esconden detrás de estos ataques, pero mostrándose como en la manifestación, en un claro ejemplo de lo que en psicología llaman huida hacia adelante, intentando también esconder las causa profunda de la crisis y los conflictos que estamos viviendo. El modelo de vida occidental ya no resulta atractivo para miles o millones de personas, que están buscando otros patrones, y resulta fácil tildar de psicópatas a los “enemigos” internos y externos de turno en lugar de enfrentarse a la crisis, de valores, económica y sistémica, del modelo. Resulta hipócrita clamar por las víctimas de Paris e ignorar las víctimas de los bombardeos occidentales, la política de expolio que se está impulsando en África y aquella que reaviva los conflictos en oriente medio. No necesitamos otra guerra, ni más políticas de seguridad, que ya se están preparando, necesitamos paz y justicia, necesitamos dialogo, y por encima de todo necesitamos políticas sociales para la gente. La gente que el 15 de enero ha sido utilizada por los de siempre, los que se han atrevido a desfilar juntos –al menos en las manipuladas imágenes- y a sustraerle lo que históricamente es su espacio critico: una manifestación.

Pardonnezmoi, je ne suis pàs Charlie!

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