El encuentro de presidentes de la Unasur evidenció que la llama de la integración de los pueblos de suramérica no sólo no se apaga, sino que brilla cada vez más fuerte. Los Jefes y Jefas de Estado reunidos en su VIII Cumbre en Ecuador inauguraron el pasado cinco de diciembre la sede de la Unión de Naciones Suramericana (Unasur) -el edificio Néstor Kirchner en honor a su primer secretario general- fortaleciendo así el camino iniciado en 2008 con la creación del organismo. Quizás con altibajos desde sus comienzos, pero ahora con un nuevo viento a favor que vigoriza el entusiasmo de los esfuerzos de regionalización, la Unasur se fortalece luego de los triunfos electorales recientes de diversas tendencias progresistas enfrentadas a las opciones de derecha, tanto en Bolivia y Brasil, como en Uruguay y Chile.

Desde su nacimiento la Unasur tuvo un rol más político llamado a defender las democracias y a frenar los golpes desestabilizadores en la región, lográndolo con eficacia en la mayoría de los casos. El organismo se propuso en su origen constituirse como un espacio regional integrado en lo político, económico, social, cultural, ambiental, energético y de infraestructura. El desafío es ahora implementar en políticas precisas esos ideales de integración: la creación del Banco del Sur, del Fondo del Sur y de la moneda única sudamericana; el establecimiento de la ciudadanía suramericana y del libre tránsito para los 400 millones de habitantes a través del pasaporte suramericano; enfocarse en una agenda política, social y económica común son algunos de los hitos propuestos que necesitarán de mucho esfuerzo conjunto para lograr concretarse en una geopolítica mundial que se presenta compleja y donde el multilateralismo deberá ser un eje rector.

En Ecuador se remarcó el sostenimiento de la Paz en la región como característica valiosísima en un mundo donde las guerras y el armamentismo crecen despiadadamente, tal como marca el tratado constitutivo del organismo se pretende “una cultura de paz en un mundo libre de armas nucleares y de destrucción masiva”. El cuidado de los inmensos recursos naturales junto con la armonía con la naturaleza para un desarrollo sostenible; los esfuerzos por eliminar las asimetrías económicas, la pobreza y la desigualdad; el llamado a los jóvenes al compromiso político para la construcción del futuro anhelado; el logro del bienestar y el buen vivir de los suramericanos, fueron algunas líneas de acción marcadas por los líderes regionales. Es de esperar que los encendidos discursos, las convicciones peraltadas y los ideales retomados sean coherentemente implementados en cada país, sino los pueblos deberán estar atentos para siempre mantener el rumbo humanizador y transformador.

La reciente cumbre en Quito evidenció, asimismo, que se trata en la mayoría de los casos de una generación de presidentes que además de representantes de sus pueblos por amplia mayoría, son verdaderos líderes populares. Una generación formada al calor de las luchas de las décadas 60´, 70´, con el correspondiente surgimiento de una militancia juvenil que quería cambiarlo todo. Esa que sufrió directamente las brutalidades de las dictaduras latinoamericanas, como son los casos de Pepe Mujica, Cristina Kirchner o Dilma Rousseff. Otros más jóvenes que vivieron en carne propia en sus países un neoliberalismo post-dictadura que lo destruía todo como Evo Morales, Nicolás Maduro y Rafael Correa. Son referentes que se muestran como un reflejo de la historia sentida y protagonizada por sus pueblos. Una historia reciente que abrió profundas heridas que no son de fácil cicatrizar, y esta generación de líderes regionales parece llamada a repararlas en favor de las mayorías, siempre retomando las tradiciones políticas de sus libertadores.

Son esas mayorías, esos pueblos de Nuestra América, los verdaderos creadores del cambio social que se vislumbra, con el resurgir de las espiritualidades originarias y de los rescates culturales más progresivos que siempre renacen desde el fondo de la historia. Parece encenderse un “momento humanista” en la región, serán esos pueblos latinoamericanos con suficiente conciencia los que decidan profundizar en esa dirección evolutiva.