La ocupación militar de Irak en 2003 impulsó el reparto del poder en base a divisiones sectarias.

“En Irak tenemos que elegir entre lo malo y lo menos malo: un gobierno de milicias o las milicias del Gobierno”, afirman sectores suníes.

Cuidado con la islamofobia: se empieza estigmatizando a una comunidad y se terminan justificando matanzas.

Por Olga Rodríguez para Zona Crítica

Resulta cuanto menos curiosa la doble vara de medir de la comunidad internacional a la hora de hablar de genocidio, crímenes de guerra o de lesa humanidad y de decidir o no actuar en consecuencia. Recientemente, ante las atrocidades que el autodenominado Estado Islámico (EI) está cometiendo en Irak, Barack Obama habló de “posible genocidio” contra la comunidad yezidí iraquí. Sin embargo, durante años Irak ha sido escenario de otras atrocidades que no han merecido ni palabras ni acción en nuestros países, entre otras cosas porque algunas de ellas han sido impulsadas por gobiernos occidentales: asesinatos, torturas, empleo de fósforo blanco, secuestros y arrestos arbitrarios. Tampoco se habla de crímenes cuando Israel practica su política represiva contra la población palestina.

Ahora Estados Unidos y varios países árabes (y Francia en Irak) se han embarcado en acciones militares contra el llamado Estado Islámico que opera en Irak y Siria. Se trata, dicen, de una operación contra el terror o en nombre de razones humanitarias. La pregunta que debemos hacernos es: Si no funcionaron las llamadas operaciones contra el terror en Irak, Libia o Afganistán, ¿por qué debemos creer que esta logrará sus objetivos? Más aún: Si aquellas otras operaciones generaron más caos y terror,¿ qué nos hace creer que esta no terminará igual?

En cuanto a los bombardeos en Siria (que por cierto, han matado también a 3 niños), ¿se limitará EEUU a atacar al EI por el aire sin tocar objetivos del régimen de Assad?

Irán ha acusado a Arabia Saudí -ambos enemigos en disputa por el control regional- de haber financiado el EI. Imposible comprobarlo. Pero sí resulta cuanto menos incoherente que la monarquía absolutista saudí -que aplica habitualmente castigos como la amputación de manos o las decapitaciones y que impone la represión contra toda oposición- sea uno de los grandes aliados de EEUU en la región e integre ahora la coalición contra el EI.

Irak y el sectarismo impulsado tras la ocupación

La ocupación militar de Irak en 2003 fue el inicio de la destrucción del tejido social del país. Cientos de miles de iraquíes fueron asesinados, secuestrados, desaparecidos o forzados a exiliarse a causa de la persecución sectaria impulsada desde el propio ministerio del Interior iraquí, que operaba a través de escuadrones conocidos como “milicias de la muerte”. Todo ello ocurría ante la mirada impasible de Estados Unidos, con más de 100.000 tropas en el país, ocupando territorio, cometiendo crímenes y torturas y siguiendo la táctica del “divide y controlarás”.

Con la ocupación se disparó el sectarismo en una nación en la que hasta entonces había un elevado porcentaje de matrimonios mixtos y nadie preguntaba a nadie a qué confesión religiosa pertenecía. A partir de 2003 se impuso un sistema de cuotas en el reparto del poder, al más puro estilo colonial, similar al empleado por Francia cuando controlaba Líbano en los años 20 del siglo pasado. Se estableció que el primer ministro iraquí tenía que ser chií, el presidente kurdo, y el presidente del Parlamento, suní, una condición que se mantiene hasta hoy.

La persecución sectaria fue clara. Tuvo como consecuencia el desplazamiento o exilio de más de cinco millones de personas, así como el asesinato y la desaparición de miles. Aquello radicalizó a amplios sectores de la población. Testigos y supervivientes de crímenes, de humillaciones, de torturas, forman parte ahora de grupos armados suníes que luchan contra el gobierno iraquí.

El propio autoproclamado califa del llamado Estado Islámico estuvo preso en la cárcel de Camp Bucca, regentada entonces por tropas estadounidenses. También ex militares del Ejército de Sadam Hussein, expulsados y condenados al ostracismo -se les negó acceso a cualquier empleo público- pasaron a formar parte de diversos grupos armados -incluido el EI- que actualmente luchan contra el gobierno de Bagdad, gobierno aliado de Irán y que hasta ahora cuenta con la complicidad de Washington.

Hoy en día diversas organizaciones armadas suníes han optado por no enfrentarse al IS en Irak: “El EI, que es el que tiene mayor capacidad militar, ha dicho a todos estos grupos que solo tienen dos opciones: o jurarle lealtad, o deponer las armas”, me explica una fuente iraquí con contacto directo con algunos dirigentes de estos grupos suníes.

El sectarismo ha llegado a tal nivel que en foros de grupos suníes es habitual el planteamiento de la siguiente pregunta: “¿Qué es mejor para nosotros en Irak? ¿Estar bajo el control del EI o de las milicias chiíes gubernamentales?”. “En Irak tenemos que elegir entre lo malo y lo menos malo: un gobierno de milicias o las milicias del Gobierno”, dicen algunos.

Tras la ocupación militar de 2003 Irak pasó a ser un territorio controlado en parte por Estados Unidos e Irán, que amplió notablemente su órbita de influencia en el territorio iraquí. Ahora, con la entrada en escena del EI, surgen todo tipo de conjeturas y teorías en la región: hay quienes afirman que el EI es la excusa perfecta para que EEUU pueda regresar a Irak, ampliar su área de influencia o al menos impedir que Irán use su control sobre Irak como carta de presión en las negociaciones que mantiene con el Grupo 5+1 (EEUU, Rusia, China, Francia, Reino Unido más Alemania) sobre el programa nuclear que desarrolla.

Por el momento lo único comprobable entre tantas especulaciones es que Arabia Saudí e Israel observan con temor la posibilidad de un acercamiento mayor entre EEUU e Irán -para combatir juntos al EI- y así lo ha expresado el primer ministro Benjamin Netanyahu, al advertir contra un reforzamiento de Irán.

La responsabilidad de la comunidad internacional en el dramático desmembramiento de Oriente Medio es enorme. Palestina, Irak, Siria, son algunos de los escenarios más afectados. Si no se aplican de inmediato otras políticas, no serán los únicos. Estados Unidos está situado geográficamente lejos de Oriente Medio, pero nosotros, los europeos, estamos cerca.

Por ello mismo urge un cambio de políticas, una apuesta por la diplomacia y la negociación y una paralización inmediata de la insaciable voracidad de la industria armamentística, erigida como sostén clave de las economías de algunas grandes potencias internacionales.

Islamofobia

También es preciso de inmediato un trabajo de concienciación para evitar que continúe aumentando la islamofobia en medios de comunicación y discursos oficiales. El EI no representa a la mayoría de los musulmanes. Por eso resulta cuanto menos preocupante observar cómo en sectores “biempensantes” occidentales se habla del “peligro musulmán” -una expresión que recuerda a la empleada por Hitler: “el peligro judío”- o de los “nuevos bárbaros” para referirse al mundo musulmán en general.

Agitar la islamofobia con intereses políticos puede tener consecuencias inmanejables. Desde Israel diversos sectores han justificado los ataques contra Gaza alegando que “Hamás es el EI y el EI es Hamás” (tuit textual del primer ministro Netanyahu). La ignorancia sobre la región es tal, que en Europa ya son muchos los que se creen semejante afirmación, cuando lo cierto es que el EI perjudica sin duda a la causa palestina.

No estaría de más recordar que el IS también es una amenaza para los musulmanes. Que hay palestinos cristianos. Que ni todos los musulmanes son árabes, ni todos los árabes son musulmanes. Cuidado. Se empieza estigmatizando a una comunidad y se puede terminar justificando persecuciones y matanzas contra ella.