Por Ginette Baudelet

Una columna de opinión, de humor, de amor

Este año, las conmemoración de la Gran Guerra están ahí para recordarnos que habría sido mucho mejor que nunca hubiera ocurrido. El hecho de haber establecido una paz que habría de ser duradera con nuestros vecinos alemanes, viene a apoyarla.

¿Cansado de la penumbra? ¿De las continuas noticias catastróficas en los medios de comunicación de todas las tendencias? ¿Las guerras, los conflictos de todo género y de todo tipo, la violencia, se convierten en algo muy común? Somos capaces de organizar la resistencia, lo que lleva a una perspectiva de un mundo más humano, más tolerante, que no tomará en cuenta más que nuestras similitudes, una imagen de la globalidad porque todos estamos conectados, el otro forma parte de mí y lo que lo daña a él, también me daña a mí.

A todos los “vamos a la guerra” que sueñan que peleando se consolida su poder, es útil hacerles caer en cuenta que independientemente del bando en el que esté, vencedor o vencido, siempre es invariablemente la gente del pueblo la que deja allí sus vidas, nunca los que dan las órdenes, los que deciden.

Además, a fin de cambiar la situación, en caso de conflicto, ¿por qué no optar por una confrontación directa de los dos líderes en guerra, como en el séptimo álbum de Astérix, “El Combate de los Jefes”? ¿El triunfo para ambas partes?

1) No habría nada mejor que uno solo derrotado, y lo peor sería que muriera uno solo.

2) Los jefes lo pensarán dos veces antes de involucrarse en un conflicto.

3) ¡Qué ahorro extraordinario de vidas (para los pueblos), de dinero (para el Estado), de memoria (para nuestros niños, obligados a aprender las fechas de guerras y al mismo tiempo las de los tratados de paz), sin hablar de los gastos de todas las conmemoraciones pagadas por el contribuyente!

4) Por último, pero no menos importante, ¿a quién, por lo tanto, le serviría fabricar armas? ¡No se las necesitaría más!

Un cambio radical de las expectativas se impone en el horizonte de un mundo nuevo. Y antes de cualquier cambio, es esencial que los “vamos a la guerra” piensen si «se necesitaría una buena guerra» para cambiar sus perspectivas. Una guerra nunca es buena para nadie, existen otras soluciones. ¿Qué es mejor en el caso de amenaza de posibles invasores, maldecirlos o decírselo con palabras?

La unión hace la fuerza y es suficiente en sí misma para negarse a ir a matar a los desconocidos que no nos han hecho nada, para no matar indiscriminadamente a inocentes y para no someterse ya a órdenes injustas, al igual que lo hicieron anteriormente los objetores de conciencia. Para aquellos que están familiarizados con los conceptos de Karma, es obvio que cualquier venganza, individual o colectiva no hace más que aumentar el peso de los próximos eventos.

Ha llegado el momento de decidir por una opción, porque nos encontramos en una encrucijada de posibilidades acerca de la evolución del mundo. Nuestras vibraciones, así como las de la Tierra comenzaron a cambiar. Depende de nosotros hacer ese cambio constructivo, dando un salto cuántico hacia el amor incondicional, el mismo que opera sin exigencia alguna, aceptando al otro en toda su plenitud, sin deseo de apropiarse de él o de transformarlo.

Un poco de humor / amor no puede dañar la conclusión de esta amarga reflexión:

Una niña pequeña le preguntó a un muchacho lo que es el amor. Éste le respondió:

– Es cuando pongo chocolate en mi bolso cada noche para que tú me lo robes al día siguiente.

Un padre avergonzado da vueltas y vueltas antes de hablar con su hijo:

– Jonathan, ya tienes 14 años y creo que podemos los dos hablar de sexo ahora, ¿no?

Jonathan se toma su tiempo para sentarse y responde:

– Pero claro, papá. ¿Qué es lo que quieres saber?