Por Rosa María Artal.-

El lema no puede estar mejor elegido: Marchas… por la dignidad. Ésa, tan profusamente pisoteada, que llama la atención cómo tantos pueden mantenerse en pie. La dignidad es pieza troncal del ser humano. Desde hace semanas centenares de personas caminan desde distintos puntos de España para confluir este sábado #22M en Madrid. Movimientos sociales, movimientos obreros, víctimas del atropello neoliberal las integran. #milrazones22 pero sobre todo “contra los recortes, por los derechos sociales y contra la corrupción”.

La progresión que denunciamos hace ya tiempo se ha cumplido con creces. Se inició con el ultimátum dado por la UE (y FMI y Obama y toda la parentela) a Zapatero aquel Mayo de 2010 y a la que él sucumbió tan campante. Incluso reformando la Constitución a pachas con Rajoy para que toda nuestra vida se supedite al pago de la deuda tanto a acreedores legítimos, como a especuladores.

No se habían tocado los servicios sociales hasta que llegó -izado en 11 millones de votos- el Partido Popular a imponer su apisonadora. Un gobierno legítimo que se degrada por sus actuaciones. El deterioro sufrido por los españoles lo reflejan todos los índices nacionales e internacionales: ningún país ha empobrecido a su sociedad y ha aumentado de tal forma la desigualdad como el nuestro en manos del PP.

pobre alimenta rico

Algunos ingenuos creyeron que el PP arreglaría la crisis, no utilizaron su cerebro para relacionar datos y ver que se proponían ir “a lo suyo”. Un millón de parados más, el despido y todos los derechos laborales de saldo, el freno a la ciencia y la investigación, a la cultura; el escándalo de los casi tres millones y medio de casas vacías mientras se echa a la calle a familias enteras, los ataques a la justicia, la familia y sus sueldos, la venta al mejor postor de los servicios sociales y nuestro patrimonio, maquillando las cifras para vender una recuperación basada en el abaratamiento del trabajo que nunca es duradera, ni permite el consumo, ni da frutos.

trileros

Trileros de casposos vasos de plástico. La calidad de la democracia ha caído a ese mismo suelo donde se arrastran los que tragan. Cada día, todos y cada uno de los días, parece haber alguien del PP encargado de banderillear la cerviz de los ciudadanos. Todos los días, insisto. Es Ceuta y la bochornosa gestión de los inmigrantes muertos. El engaño constante hasta con las terribles cifras del paro. Elpitorreo de los empresarios amparados por el gobierno. El aumento de la deuda (para que se forren esos especuladores de los que hablábamos) a niveles de récord histórico. Su papel en el hundimiento y desprestigio de los grandes medios informativos. La obsesión autoritaria por la seguridad o por “el negocio” que lleva a ascender de categoría porque sí a los vigilantes jurados. Una apisonadora que dicta leyes incluso en contradicción con convenios internacionales. Porque sí.

peppuig.justiciauniversal

El último torero del PP ha sido Ignacio González, el presidente que nos dejó en herencia en Madrid Esperanza Aguirre. El individuo que nunca fue elegido directamente, de esa comunidad que en sus manos y en las de Aguirre está tan profundamente ensombrecida por la Gürtel -aunque miren para otro lado-, el dueño de áticos sospechosos, se ha atrevido a comparar las Marchas por la Dignidad con el nazismo de Amanecer Dorado en Grecia. Sorprende esa confusión porque de ultraderechismo sabe y mucho, por lazos familiares y en primera persona: todas sus declaraciones muestran un auténtico rechazo a la libertad de expresión y manifestación. Hace falta estar muy seguro de los instrumentos de control -lícitos o no- para obrar con esa soberbia.

Uno más que se embute el traje de luces y sale a la plaza de la impunidad a retar al personal o ni siquiera eso: a lanzar puyas y descabellos a una ciudadanía tan noqueada que ya no hace sino bajar la cabeza para que le pinchen. Agarrarse a los machos para ser arrastrado, herido, por el coso.

No todos. Ni mucho menos. Por las carreteras de la mal llamada piel de toro llega a Madrid, la savia viva de la dignidad.

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