¿Por qué uno debería ocuparse de lo que sucede en Tailandia? Y, la verdad, que parece muy lejano. Pero cuando uno va descubriendo instantáneas del otro lado del mundo se envalentona y quiere descifrar más. Además, cuando los dragones asiáticos se queman, nos quemamos todos. Así que no viene mal tener un mínimo de contexto.

Lo primero que uno encuentra es que las “camisas amarillas” desde el mes de octubre se vienen manifestando para derrocar a la gobernanta Yingluck Shinawatra, que en las elecciones de 2011 arrasó en las elecciones llevándose 265 de 500 escaños.

La primera ministra ha decidido realizar elecciones anticipadas este 2 de febrero. Los “amarillos”, los monárquicos, los “conservadores”, liderados por ex primeros ministros, alientan el boicot y reclaman reformas políticas inmediatas para recuperar la democracia. Insisten sobre la corrupción absoluta del gobierno de Shinawatra, una joven y hermosa presidenta de origen chino, hermana menor del millonario Thaksin Shinawatra, que ocupara su cargo hasta 2006, cuando fue destituido por un golpe militar.

Los golpes de estado son moneda corriente en Tailandia, los hubo en los años 70 y en los 90 y luego del de 2006, hubo otros tres, con la declaración de nuevos primeros ministros. Entre ellos el del Partido Demócrata, quien ahora encabeza la rebelión al “régimen populista”.

También están las “camisas rojas”, compuestas por las clases desfavorecidas y que encontraron en el gobierno de Thaksin la posibilidad de conseguir derechos que eran impensables para la sociedad tailandesa. Tengo grabadas en mi retina las imágenes de la policía antimotines, entrando en una factoría en huelga y golpear con los machetes desenvainados a las empleadas que se negaban a seguir trabajando en condiciones infrahumanas.

Tailandia nos vistió y nos llenó de joyas y artesanías finísimas, de manufactura exquisita y a precios muy asequibles. También fue ruta obligada del turismo sexual, con el centro de Bangkok repleto de burdeles y salas de striptease, con niñas y niños a disposición de los que llegaran con la billetera cargada. En el interior del país era posible comprar bebés, ya que las familias no podían asegurarles el sustento, para que terminaran en la trata, en las adopciones clandestinas o en el tráfico de órganos.

Creo que presentar a un presidente populista que arrasa en las elecciones y que es amado por su gente no se puede desprender de esa realidad caníbal que vivía uno de los aliados del imperialismo norteamericano en zona caliente (China, Japón, Corea, Vietman, Myanmar, Camboya, Indonesia, toda la región se batió durante décadas en esta guerra de instalación o no de los campos de trabajos esclavos amarillos).

En esas irrumpió Thaksin y adoptó muchas medidas progresistas, combatió el SIDA. Pero combatirlo, quiere decir, combatirlo, sin eufemismos. Creó una droga que permitía tratar a las personas infectadas con un presupuesto ínfimo, los tratamientos valían 10000 veces menos que los subvencionados por los grandes laboratorios occidentales. En 2005 hubo enormes manifestaciones en contra del tratado de libre comercio asiático que, entre otras cosas, prohibiría seguir fabricando genéricos y haría que la población tailandesa tuviera que pagar los medicamentos a golpe de créditos del Fondo Monetario Internacional.

En el mes de diciembre las manifestaciones terminaron en enfrentamientos armados con, al menos, un centenar de heridos y un manifestante y un policía muertos por heridas de bala. El Parlamento estaba disuelto y se puso fecha a las elecciones anticipadas.

El ejército que ha dado tantos golpes de estado, lo ha hecho a veces en una dirección y luego en la contraria, ya que el grueso de la tropa proviene de los campos populares y son afines a los hermanos Shinawatra. Por el contrario, los generales sólo pueden ser personas con linaje nobiliario, lo que los acerca al Rey de Tailandia y a la aristocracia.

En 2006 Thaksin fue depuesto por la fuerza y acusado a dos años de cárcel por delitos de corrupción. Huyó del país y continúa prófugo, en Dubai, desde donde se lo acusa de gobernar a la distancia, ya que su hermana sería una suerte de títere de él.

¿Cuál es el mayor cargo del que se lo acusa? De querer convertir a Tailandia en una República. Afirmación negada desde el gobierno y negada por el propio Thaksin e incluso algo que no tiene un gran consenso entre la población tailandesa.

Una de las grandes luchas en el trasfondo de octubre y noviembre era la disputa para las amnistías a los militares condenados por los golpes de estado y las violaciones de los derechos humanos. Un tema que se debatió en el Senado y que no termina de resolverse. La otra tiene que ver con la Corte Suprema, un estamento que fue armado durante el golpe militar de 2006 y que tiene un cariz profundamente conservador y monárquico. También se disputa la necesidad de realizar una nueva constitución que permita poner freno a esta sucesión de golpes y atentados en el sudeste asiático.