Una vida larguísima y excepcional, comenzada en 1918 como hijo de un jefe de tribu, que pasó por el African National Congress, la clandestinidad, el proceso y la condena, los 27 años pasados en prisión en Robben Island y luego la liberación, la presidencia de su país y el Nobel de la Paz.

Y sobretodo el abandono de la lucha armada en nombre de una opción no-violenta y el “milagro” de la reconciliación en un país lacerado por decenios de brutal opresión racial. Sudáfrica ha mostrado al mundo como se puede salir de una dictadura feroz sin procesos estilo Nuremberg, venganzas y baños de sangre, pero también sin olvidar para poder llegar a una amnistía general. La Comisión para la Verdad y la Reconciliación, conducida por el arzobispo y también Premio Nobel de la Paz Desmond Tutu, fue una de las grandes obras de Mandela inmediatamente después de terminar con el  apartheid. Este valiente experimento se basó en el concepto africano de «ubuntu» o la conciencia de pertenecer a un conjunto más vasto y de tener que evitar todo aquello que pueda atentar contra la armonía  – la rabia, el resentimiento, la sed de venganza.

La Comisión trabajó desde 1995 al 1998, recogiendo y registrando los testimonios de quienes fueron culpables de violaciones a los derechos humanos durante el régimen del apartheid así como de quienes fueron las víctimas de tales violaciones. Para las víctimas, era la primera ocasión de hacer escuchar la propia voz después de años de silencio. Sus seres queridos tenían finalmente la posibilidad de saber lo que había sucedido, mientras los culpables podían obtener una amnistía con confesión plena (amnistía que fue concedida solo a 849 personas y negada a 5.392).

Pese al extraordinario valor de esta experiencia, Sudáfrica todavía sufre de enormes desigualdades sociales, injusticias y pobreza. La conciencia de que resta mucho camino por recorrer aparece en las palabras con las que Mandela concluye su autobiografía, titulada justamente  “El largo camino hacia la libertad”. Las citamos ya que representan el núcleo de su experiencia y una inspiración para quien las quiera escuchar:

Fue en esos largo años de soledad (en la prisión de Robben Island) que la sed de libertad por mi gente se convirtió en sed de libertad para todo el pueblo, blanco o negro no importa. Sabía que el opresor era tan esclavo como el oprimido, porque quien priva a los demás de libertad es prisionero del odio, está encerrado tras las barras del prejuicio y la restricción mental. El opresor y el oprimido son ambos carentes de humanidad.

Desde cuando salí de la cárcel, esta ha sido mi misión: enfrentar a los opresores y los oprimidos. Algunos dicen que mi objetivo se ha logrado, pero yo sé que no es así. La verdad es que no somos todavía libres. Hemos conquistado solamente la facultad de ser libres, el derecho de no ser oprimidos. No hemos llegado al último paso de nuestro camino, sino solamente hemos emprendido el primero de un recorrido que será todavía largo y difícil. La libertad no consiste sólo en romper las propias cadenas, sino también en vivir respetando y aumentando la libertad de los demás.