Somos producto de nuestra época

La primera vez que escuché esta frase, no negaré que me generó cierto rechazo. Uno guarda la secreta esperanza que es algo más que un producto social  y  mucho más que solamente un producido  emanado de un momento histórico.  Es que al aceptar esta premisa, uno  pierde inmediatamente la creencia de que tiene  libertad de elección, entonces caes en cuenta que sólo puedes elegir entre condiciones,  contextos, que  impone el sistema mayor en el que estamos inmersos. Un sistema además determinado por la época, por los valores culturales, económicos, sociales, hasta espirituales, creencias. Ósea que todas nuestras esperanzas, anhelos, ilusiones, ideales, y hasta los miedos, están fuertemente determinados por esa configuración social en la cual estamos inmersos. Configuración que es tanto local como global y es la que pone la base de toda intersubjetividad; y lo que percibimos mayormente de ese sistema omnipresente es lo que nos llega a través de los medios de comunicación.

Elecciones y desmonopolización de los multimedios

Argentina en estos días ha tenido elecciones legislativas en todos los niveles de gobierno tanto municipal como provincial y nacional.  La comunicación mediada –o mediatizada- que hacen estos aparatos de “desinformación” masiva, hicieron todo lo posible para minimizar y desacreditar al partido gobernante. Lo curioso es que toda esa prensa vehementemente “contra” trató de instalar y peraltar el triunfo de sus esbirros, de aquellos que aparentemente los pueden favorecer en mejores negociaciones corporativas en un futuro gobierno de derecha. Lo concreto es que en ambas Cámaras a nivel nacional; la de Diputados y Senadores, continúa el Frente para la Victoria  conservando la mayoría legislativa y además con quórum propio.

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Pocas horas después de las elecciones generales la Suprema Corte de Justicia, instancia superior  del  Poder Judicial de la Nación, decide por mayoría declarar constitucional en todo su articulado la ley 26.522 de Servicios de Comunicación Audiovisual comúnmente llamada “ley de medios”. Instrumento que establece las pautas que rigen el funcionamiento de los medios radiales y televisivos en  Argentina,  que fuera promulgada en el 2009. Persigue ésta norma la desmonopolización del espectro –hasta hoy concentrado en una misma corporación económica casi el 60% de la emisión radial y  televisiva abierta o por cable- y es su ordenanza la distribución más justa y equitativa de las voces periodísticas en diversas expresiones de los aconteceres sociales. Recordemos que la ley prevé repartir las posibilidades de expresión en partes iguales entre lo privado, lo público, las universidades, las comunidades religiosas, étnicas, o lo privado con interés público; Asociaciones, Fundaciones, etc. Claro que esos grupos informáticos monopólicos están furiosos y pretenden llevar sus quejas de una coerción a la libertada de expresión a organismos internacionales como la Comisión  Interamericana de Derechos Humanos.

Hay ejemplos más que suficientes, si hasta en EE.UU, que son los “paladines de la democracia” ¿…? están desesperados sacando leyes para evitar las relaciones de dominación que ejercen las distintas formas empresariales que se van armando  para controlar el mercado, como Holding, monopolios, consorcios internacionales y otros. Porque éstos no sólo fijan los precios sino  además la producción y hasta las agendas gubernamentales.

Hacia nuevos modelos organizativos

Aquellos  intentos de distribución anti monopólicos de la opinión (aún con todas sus carencias)  son avances en  la democratización de las estructuras sociales, y cuando hablamos de estructuras no nos referimos a las instituciones en general, ya que estas deberán también democratizarse si no quieren desaparecer. Estamos hablando de los sistemas de relación social que se dan entre los múltiples estamentos –económicos, culturales, intelectuales – y las nuevas diversidades organizativas con sus demandas específicas  y sus nuevas sensibilidades. Necesitamos por tanto, creativos e innovadores  medios de interrelación social capaces de sobrevolar  por encima de las mezquindades y pequeñeces del atontador consumismo sistémico.

Para que estos modelos comiencen a surgir, habrá que intentar pensar y sentir  otras formas de acercamiento, de comunicación directa entre las gentes, pero como somos producto del momento histórico, y la época impone los sistemas de valores, la tarea será en extremo complicada ya que aún no están dadas las condiciones del diálogo, porque la mirada de lo humano (así nos quieren hacer creer) sigue siendo externa, superficial. A modo de ejemplo  basta ver cualquier programa televisivo en horario central… ¡es sorprendente! De cada diez publicidades siete están dirigidas al cuerpito, al cuidado de la piel, al embellecimiento del cabello, al consumo de alcohol en fresquísimas cervezas o en subyugantes vinos, o al automóvil que te va a transformar en un ganador. ¡Hedonismo en su más pura expresión!

 En un muy bien elaborado aporte sobre las Condiciones del Diálogo,  Silo nos decía:.. No habrá diálogo cabal sobre las cuestiones de fondo de la civilización actual hasta tanto empiece a descreerse socialmente de tanta ilusión alimentada por los espejuelos del sistema actual. Entre tanto, el diálogo seguirá siendo insustancial y sin conexión con las motivaciones profundas de la sociedad.”

Si bien es cierto que sólo podemos elegir entre condiciones, parte del sistema mayor en estos países, los  gobiernos por ejemplo, hacen su intento por romper espejuelos y ayudar a descubrir otra dimensión más colaborativa, de las nuevas relaciones sociales.