De acuerdo con esos instrumentos, los militares que gobernaron a Brasil entre 1964 y 1985 “asesoraron” a sus colegas chilenos en materia de represión a la oposición y llegaron a participar de una conspiración contra el gobierno constitucional del socialista Salvador Allende.

La dictadura encabezada por Augusto Pinochet tuvo inmediato y amplio apoyo del régimen de facto que gobernaba entonces a Brasil y de empresarios de este país, según documentos confidenciales revelados por el diario brasileño O Estado de Sao Paulo.

Los documentos revelados demuestran que el entonces presidente de facto brasileño Emilio Garrastazu Médici ordenó expresamente el 13 de septiembre de 1973, dos días después del golpe en Chile, que Brasil se convirtiera en el primer país en reconocer al régimen encabezado por Pinochet.

“Es cierto decir que el nuevo gobierno de Chile encontrará en Brasil un poderoso aliado”, escribió al enterarse de ello el entonces encargado de negocios chileno a cargo de la embajada en Brasilia, Rolando Stein, reportó la agencia noticiosa DPA.

Por otra parte, desde antes de concretarse el golpe empresarios brasileños enviaban dinero a grupos de derecha chilenos y el entonces embajador brasileño en Santiago, Antonio Cándido da Camara Canto, colaboraba con la conspiración contra Allende.

Asimismo, tras el golpe de septiembre, militares brasileños fueron destacados en el estadio Nacional y otros sitios donde funcionaron centros de detención y tortura de la flamante dictadura, para asesorar a sus colegas chilenos.

En tanto, otros documentos que se encuentran en Chile, y a los que tuvo acceso O Estado de Sao Paulo, certifican que militares brasileños ofrecieron a los conspiradores chilenos ayuda para organizar “un movimiento de resistencia armada, estructurado en forma de guerrilla, contra el peligro rojo”.

Ello consta en un telegrama “estrictamente confidencial” que un periodista chileno vinculado al expresidente Jorge Alessandri envió al embajador en Brasilia para alertarlo de que un “general brasileño amigo” lo había contactado pidiéndole ayuda para llevar adelante ese plan.

Un mes después de enviado ese telegrama, un oficial brasileño “con ideas políticas de izquierda” y vinculado al servicio de inteligencia del Ejército informó a la embajada chilena en Brasilia que dentro del Ministerio del Ejército, en Río de Janeiro, funcionaba un centro de operaciones en el que se estudiaba y planificaba una guerrilla anticomunista en Chile, incluso con mapas y maquetas de la cordillera de los Andes.

Según el diario, los brasileños participaban de esa conspiración como instructores, pues los combates serían protagonizados por civiles chilenos.