Por Alberto Galeano

Barack Obama no se parece a Mahatma Ghandi. Por el contrario, el presidente estadounidense es hoy un deslucido Premio Nobel de la Paz que está dispuesto a atacar Siria sin contar con el apoyo de las Naciones Unidas.

En Siria, donde Estados Unidos cree que el presidente Bachar al Assad utilizó armas químicas para combatir a los rebeldes que tratan de derrocar a su gobierno, Obama se juega su prestigio ante el mundo y lo que resta de su segunda presidencia.

Si Estados Unidos ataca finalmente a este estratégico país de Medio Oriente caerá en una situación paradójica, ya que por unos días se pondrá del lado de las fuerzas del fundamentalista Frente Al Nusra, ligado a Al Qaeda, que pelean del lado de los rebeldes del Ejército Sirio Libre (ESL) en varios barrios de Damasco y otras ciudades.

Por eso, en la posible operación militar estadounidense hay muchas preguntas que no tienen respuestas: una de ellas es la que formuló esta semana el presidente ruso, Vladimir Putin:

¿Qué pasaría si se demuestra que las armas químicas fueron lanzadas por los rebeldes en Ghuta, un suburbio de Damasco, el pasado 21 de agosto, matando a unas 1400 personas, entre ellas 400 niños?

También algunos analistas se preguntan: ¿No hay otras opciones que un ataque militar? ¿Qué sucedería si al Assad atacara Israel? ¿Qué ocurriría si Estados Unidos bombardea por error algún depósito de armas químicas? ¿Cómo reaccionarán Irán y Hezbollah tras el ataque a Siria?

El presidente Al Assad, quien en los últmimos meses logró algunas victorias importantes sobre los rebeldes, es un médico especializado en oftalmología que heredó -en el año 2000- la dinastía iniciada por su padre Hafez al Assad en 1971, mediante un golpe militar, con el apoyo de la minoría aluita, una rama chiíta del islam.

En marzo del 2011, la oposición siria inició una serie de protestas por cambios democráticos que posteriormente se transformaron en una revuelta contra Al Assad que a su vez derivaron en la creación del ESL.

Según informes de la ONU, la guerra civil en Siria dejó más de 100.000 muertos, y tanto el gobierno sirio como los rebeldes fueron acusados por organizaciones humanitarias de violar los derechos humanos.

Con su actitud de atacar Siria, sin el apoyo de la ONU, Obama parece no honrar la distinción que le fue otorgada por el comité del parlamento noruego, si bien a lo largo de las últimas décadas los premios Nobel no siempre fueron recibidos por dirigentes pacífistas.

En 1973 le fue concedido esta distinción al secretario de Estado estadounidense, Henry Kissinger; y luego en 1994 al líder guerrillero palestino, Yasser Arafat; al actual presidente israelí, Shimon Peres y al asesinado primer ministro israelí, Isaac Rabin, quienes a lo largo de su vida no fueron, precisamente, hombres pacíficos.

Durante su juventud, Peres fue el responsable de la compra de armas de la Haganá, una organización paramilitar de defensa judía creada en 1920 durante la ocupación de Palestina por parte del Imperio Británico.

Kissinger, por su parte, fue el secretario de Estado del gobierno de Richard Nixon, cuando el ex mandatario republicano impulsó el golpe de Estado contra el presidente constitucional chileno, Salvador Allende, el 11 de septiembre de 1973, según documentos desclasificados del gobierno estadounidense.

La actitud de Obama de intervenir en Siria causa desilusión entre sus partidarios. Cinco años atrás nadie hubiera pensado que el actual mandatario podría impulsar un ataque militar contra Damasco antes que una negociación política, cuando el mismo Obama criticaba las guerras y las acciones violentas que había emprendido su predecesor republicano, George W. Bush.

Por esa razón, millones de personas en Estados Unidos vieron en Obama al líder natural para salir de la pesadilla a la que Bush los había arrastrado en Afganistán e Irak. Sin embargo, eso no ocurrió como se esperaba y ahora Obama corre el riesgo de cometer más errores que el ex presidente estadounidense.

Una encuesta del diario The Washington Post y ABC News, publicada el 3 de septiembre, señala que seis de cada diez personas rechazan un ataque norteamericano a Siria. Y otro sondeo de Gallup dice que solo el 36% de los estadounidenses tienen el mismo nivel de confianza en la presidencia de Obama.

Para esta nueva operación en Medio Oriente, Estados Unidos no contará con el apoyo del Reino Unido, su tradicional aliado, ya que la Cámara de los Comunes no respaldó la decisión de participar en un ataque contra Damasco.

Además del rechazo internacional (aunque se cree que once países lo apoyan, entre ellos España, Australia, Francia, Alemania y Turquía), Obama enfrenta una difícil situación doméstica, debido a que nadie sabe lo que ocurrirá el próximo lunes en la votación en la Cámara de Representantes, donde varios legisladores republicanos se oponen a un eventual ataque.

Incluso algunos miembros del ultraderechista partido Tea Party ven en la probable operación militar contra Siria un intento por ocultar el escándalo por los programas de espionaje de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA).

Muchos políticos rusos, como el vicepresidente del Comité Central del partido comunista, Iván Melnikov, piensan que el comité del parlamento noruego debería retirar el Nobel de la Paz a Obama.

El líder indio Gandhi creía en la desobediencia y en el ayuno para lograr sus fines. Así se convirtió en un hombre universal, cuyas ideas fueron tomadas luego por el norteamericano Martin Luther King y el sudafricano Nelson Mandela.

En una oportunidad, Gandhi dijo: «No hay camino hacia la paz, la paz es el camino”.