Valentina Pérez Botero / @vpbotero3_0

El choque entre protestas estudiantiles, servidores públicos –que sumaron 6 mil manifestantes– y los policías que intentaron detener su paso hacia el Congreso de Perú, marcó el inicio del tercer año de gobierno de Ollanta Humala y la celebración del 192 aniversario de la Independencia.

A las calles también salieron civiles convocados por las redes sociales a través del hashtag #Tomalacalle, con el que demandaban reivindicaciones políticas y una genuina representación de sus intereses.

Después de casi cuatro horas de enfrentamientos, en los que la fuerza pública utilizó gas pimienta y gases lacrimógenos, el descontento de estos sectores culminó ayer en el arresto de 16 personas –en el momento de la publicación de este texto ya habían sido liberadas 15 de ellas– y varios heridos.

Los analistas rastrean el descontento de los diferentes sectores al paulatino tránsito de Ollanta hacia la derecha –sin que ésta lo reclame como propio– y su alejamiento de las promesas de izquierda que lo llevaron a la Presidencia.

A pesar del buen camino de la economía –Perú ha tenido un crecimiento promedio de 5 por ciento en la última década–, Ollanta se enfrenta con el reto de distribuir la riqueza y anclar los motores económicos para asegurar la prosperidad del país; y ninguna de las características las ha impreso en su plan de gobierno, pues de acuerdo con la encuestadora GFK en junio la popularidad de Humala bajó de 44 a 39 por ciento.

Las manifestaciones fueron convocadas desde el jueves ante el descontento por la Ley Universitaria, que los estudiantes juzgan irá en detrimento de la autonomía de esas instituciones, y la Ley del Servicio Civil, que se rumora irá acompañada de masivos despidos a nivel nacional. El viernes hubo una protesta nacional de enfermeras y médicos que también terminó con gases lacrimógenos.

Analistas estiman que en los tres años que restan de su gobierno Ollanta Humala tendrá que aprender a lidiar con la protesta social y definirse en la arena política. Las manifestaciones en Perú se suman a los descontentos en otros países sudamericanos como Brasil, donde la presencia del Papa Francisco ha despertado reclamos sociales y Chile, donde las protestas estudiantiles continúan.