Honduras  ostenta el dudoso privilegio de ser el país más violento de la tierra con un índice de 86 asesinatos por cada 100.000 habitantes al año, según datos del Observatorio de la Violencia de la Universidad Nacional Autónoma UNAH. Más que México o Guatemala, y más que, por ejemplo, Afganistán.

Los centroamericanos no son nuevos en esto: vienen de una historia de guerras y están familiarizados con la violencia hasta el punto de que ésta afecta a casi todos los ámbitos de su vida cotidiana. A los  asesinatos y secuestros políticos han venido a sumarse en los últimos años las extorsiones de las maras y las venganzas de los sicarios, que se expanden por los distintos países sin apenas control amparados por la impunidad que proporciona  la corrupción policial. Ninguna clase social escapa a la amenaza. Activistas políticos, profesores, estudiantes, vendedores ambulantes y empresarios pequeños y grandes comparten con  traficantes y mafiosos la incertidumbre diaria al salir a la calle, al pararse en un semáforo (siempre en coche) o incluso al entrar en un centro comercial.

Inmersos este contexto, amplios sectores de la población están empezando a concienciarse de que es fundamental trabajar para frenar la escalada de los últimos años y para construir una sociedad en Paz. El II Encuentro Universitario por la Paz, celebrado en el campus de la Universidad Cristiana Evangélica Nuevo Milenio en Peña Blanca, es un buen ejemplo de esta incipiente toma de conciencia social. Para su celebración se reunieron estudiantes y docentes de la UCENM, de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, de la Universidad de Guayaquil de Ecuador y de la Universidad Doctor Andrés Bello de El Salvador, junto con autoridades del Ministerio de la Presidencia y miembros españoles de la asociación Mundo sin Guerras y sin Violencia, co-organizadora del evento, representando a la sociedad civil.

En él se intercambió sobre cómo los gobiernos van tomando posiciones ante esta escalada de violencia en todos los ámbitos. El de El Salvador ha legislado ya la obligatoriedad de incluir en todos los programas educativos contenidos para la noviolencia, y, si bien en Honduras no se ha llegado a medidas similares, se avanza en su planificación. Las universidades públicas, por su lado, están diseñando programas para la paz social y, en cuanto a las privadas, la  Dr. Andrés Bello de El Salvador es pionera en su país en la implementación de contenidos para la noviolencia, fruto de su trabajo desde 2003 con Mundo sin Guerras y sin Violencia a través del Foro Humanista de Educación. La Universidad organizadora del evento, la UCENM de Honduras, está  haciendo grandes avances para reunir a distintos sectores de la sociedad centroamericana en este  esfuerzo.

La Segunda Declaración de Peña Blanca, emitida en el Encuentro, lo expresa así, haciendo hincapié en la construcción de modelos sociales alternativos basados en la colaboración ciudadana y en el intercambio internacional a través de foros y redes sociales. Aboga por un compromiso de las Universidades para formar profesionales que asuman responsabilidad social y que no dejen la solución de los problemas sólo en manos de las instituciones, sino que sean capaces de convertirse en agentes de los cambios que quieren ver.

Afortunadamente tampoco en esto son nuevos los centroamericanos. A medida que sus problemas sociales han ido aumentando, su capacidad de respuesta, su tradición de asociación y cooperativismo junto a las redes de resistencia formadas durante los tiempos de terror y las guerras, se están activando.

Iniciativas como esta son muy bienvenidas y sirven para despertar la esperanza en todos los asistentes. El próximo foro se celebrará en el último cuarto del año en Ecuador, en la Universidad de Guayaquil, y el siguiente en abril de 2014 en la Universidad Dr. Andrés Bello de El Salvador, ambos co organizados por Mundo sin Guerras.

El esfuerzo para cambiar las cosas está en marcha.