El sábado el mundo se sacudió con el anuncio de la República Democrática de Corea  cuando anunció “que las relaciones en la península coreana han entrado en estado de guerra y resolverán los asuntos con el Sur según esas normas”. La información fue difundida por la agencia surcoreana Yonhap citando una nota oficial de Pyongyang (ciudad capital de la RPDC).

Posteriormente las noticias han mostrado que las acciones subieron la apuesta a niveles inquietantes a ambos lados del paralelo 38, una línea cartográfica relevante en la década del 50, durante el episodio “caliente” de la Guerra Fría entre EE.UU. y la URSS.

La República de Corea (Sur), una democracia tutelada por EE.UU., ha confirmado la realización de maniobras militares conjuntas con EE.UU. en el mes de abril para “poner a prueba la capacidad de su Marina en operaciones tácticas y ataques terrestres”.

Estados Unidos de Norteamérica echa leña al fuego trasladando aviones -los B-2- con capacidad de portar armas nucleares. El país americano tiene bases y una dotación de 28 mil efectivos instalados en territorio de Corea del Sur con los que amenaza toda el Asia, aunque sus objetivos no declarados sean el control de Rusia y de China.

En principio, para disminuir la tensión se dice que el joven dictador de la República Democrática de Corea tiene como objetivo de política interna afirmar su autoridad y forzar una negociación que lo beneficie militar y económicamente.

Del otro lado, EE.UU fortalece su enclave en Asia con la mira puesta en las potencias que pueden disputarle su hegemonía imperial en términos militares -no ideológicos- como es el caso de las capitalistas Rusia y China. Para ello ocupa parte del territorio sur de la península con bases, tropas y armamento nuclear. El gobierno de Corea del Sur, ejercido por el presidente Syngman Rhee, es un títere en sus manos; pero  es un error peligroso subestimar a  Kim Jong-un y a la casta militar de la República Democrática de Corea.

Aunque nos gustaría escribir otra opinión, hay un peligro real de confrontación militar. Es de esperar que no se llegue al uso de armas nucleares pero tampoco se puede descartar  esta tentación en una de las zonas más militarizadas del mundo. Kim Jong-un ha asegurado que de ser necesaria una intervención sus blancos serían sólo las bases norteamericanas en el sur de la península. Pero esta declaración no tranquiliza a nadie. Tampoco lo dicho ayer por Martin Droll, secretario general de la división estadounidense de la Asociación de Amistad con Corea: “Estados Unidos debería dejar de jugar con vidas humanas y dar más crédito a las declaraciones de Corea del Norte”.

El Partido Humanista Internacional se ha pronunciado claramente (ver otra entrada) sobre esta conflictiva situación que tiene en vilo al mundo señalando que su “clamor es a favor de la paz”; pero aclara que su posición “no es un pedido ni un ruego: es un compromiso de acción al que nos debemos sumar todos los seres humanos de buena voluntad.”