Arturo Viloria, secretario general del Partido Humanista en España, reflexiona en estas notas acerca del convulso momento actual, en el que cada día es una suerte de crónica anunciada de casos de corrupción que no cesan. Como hemos publicado, el PH ha pedido la dimisión del gobierno popular y la convocatoria de elecciones anticipadas, pero Viloria se pregunta por qué, justo en este momento, salen a la luz todos estos casos.

 

 

Los humanistas queremos hacer dos reflexiones sobre estos hechos.

La primera se refiere a los intereses que mueven esta crisis. Porque,  si estos datos ya eran conocidos o sospechados desde hace tiempo,  ¿qué ha sucedido para que justo en este momento se hagan públicos?. Resulta significativa la similitud con otros países europeos, como Italia o Grecia, donde los poderes financieros han preparado el camino para gobernar directamente, sin intermediarios y sin democracias representativas que les hagan de pantalla. Estamos asistiendo al tiempo del paraestado, de la dictadura de los tecnócratas, de gobiernos que ya no tienen que responder ante las urnas.

Ésta nos parece que es una de las claves de lo que está pasando, una descarnada lucha por el poder de la derecha contra la derecha ultraliberal.

La segunda se refiere a la enorme complicidad social. Es posible que algunos se hayan sorprendido de estos hechos, pero sin duda muchos lo sabían (lo aprobaran o no) y otros miraban para otro lado. Porque también en otros niveles y a otras escalas, la ideología del pragmatismo (todo vale por dinero) y de la doble moral (digo que hay que hacer una cosa y yo hago otra distinta) se ha instalado en estos últimos años.  Es habitual escuchar argumentos del tipo: “si estos lo hacen, ¿por qué no lo voy a hacer yo?”, o incluso “¡el que no lo haga es tonto!”.

Produce malestar ver el grotesco espectáculo de los políticos. Pero buscar simplemente un culpable que pague los platos rotos, no será realmente un avance social.

En estos tiempos de desorientación y falta de referencias, los humanistas proponemos dos valores o aspiraciones por las que orientar la acción personal: la coherencia que consiste en unir lo que se piensa, se siente y se hace, logrando con ello un sentimiento de confianza en uno mismo; y la solidaridad, que se expresa en el principio “trata a los demás como quieres que te traten”, que nos hace confiables ante otros.

¿A qué solidaridad y a qué cohesión se puede aspirar cuando impera el individualismo más cínico y todo se subordina al interés del dinero?

Suscribimos las palabras de Silo en Punta de Vacas  a este respecto:

En el orden interno de las naciones se debería trabajar por hacer funcionar la ley y la justicia por imperfectas que sean, antes que endurecer leyes y disposiciones represivas que caerán en las mismas manos de los que entorpecen la ley y la justicia.

En el orden doméstico la gente debería cumplir lo que predica saliendo de su retórica hipócrita que envenena a las nuevas generaciones.

En el orden personal cada uno debería esforzarse por lograr que coincidiera lo que se piensa con lo que se siente y lo que se hace, modelando una vida coherente y escapando a la contradicción que genera violencia.

Quizás en este momento se hacen evidentes estas cuestiones, que antes pocos querían ver. Es señal del fin de un ciclo.

Si hoy mayoritariamente sentimos que nos ahoga el sistema, como si fuera un traje que nos aprieta por todos lados, es porque hemos crecido y ya no nos vale. ¡Más vale que busquemos uno nuevo!