Nadie puede asegurar que Turquía se mantendrá neutral en la guerra civil de Siria, donde luego de casi dos años de conflicto no aparece un claro vencedor entre el gobierno de Bashar al Assad y los rebeldes que tratan de derrocarlo.

El desenlace puede demorar meses -o años- debido a que Al Assad controla aún Damasco, la estratégica capital del país, con el apoyo mayoritario de las fuerzas armadas, sostenidas por la minoría alauita, una rama chiita del islam.

La posición actual de Turquía no es la misma que la del Líbano, país donde se refugiaron muchos de los 560.000 sirios que huyeron, según informes de las Naciones Unidas, tras el inicio en marzo de 2011 de una serie de protestas pacíficas que se trasnformaron en una revuelta.

En este marco, los alauitas y otras minorías temen que haya venganzas si finalmente cae el gobieno de Al Assad, cuya familia gobierna el país desde que en 1970 Hafez al Assad -padre del actual mandatario- tomó el poder mediante un golpe de Estado, en un país de mayoría sunnita.

«En todo momento estamos preparados para la guerra con todas nuestras posibilidades», dijo el jueves el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, mientras aguarda una partida de misiles “Patriot” enviados por Alemania, Holanda y Estados Unidos, para proteger a Turquía de un supuesto ataque sirio.

Si bien advirtió que busca la paz en la región, la declaraciones de Erdogan aluden a una serie de escaramuzas mantenidas en los últimos meses entre Ankara y Damasco, después que cayeran en territorio turco proyectiles sirios que mataron a 5 civiles.

En medio de este panorama, Estados Unidos trata de ayudar a Turquía, miembro de la Organización del Atlántico Norte (OTAN), mediante el envío de misiles y de unos 400 soldados que llegarán a la base aérea de Incirlik, en el sur del país.

Según algunos informes de prensa, el gobierno turco permitió a los rebeldes organizarse en su territorio, del mismo modo que presionó para que se establezca una zona humanitaria protegida internacionalmente dentro de Siria.

Aunque Occidente y varios países árabes -entre ellos Arabia Saudita y Qatar- prometieron enviar armas, los rebeldes agrupados en la Coalición Nacional para una Siria revolucionaria dijeron que aún no han visto un significativo aumento en los envíos de armamentos, según el diario británico The Guardian.

La coalición opositora fue reconocida por Washington, el Reino Unido y Francia, entre otros países europeos, como la verdadera representante del pueblo sirio, en el marco de un conflicto que según las Naciones Unidas dejó ya más de 60.000 muertos, entre civiles, soldados y rebeldes.

Esta cifra, brindada por la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la ONU, Navi Pillay, eleva en un tercio la estimación de 45.000 muertos brindada recientemente por grupos opositores sirios, incluido el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, con sede en Londres.

A pesar de controlar varias zonas de las provincias del este y del norte del país, y de haber sitiado varias instalaciones militares, los rebeldes no pueden consolidar sus fuerzas para derrocar al presidente sirio.

“Al Assad permanece en el poder, tras dos años de rebelión, porque un grupo crítico de sirios se mantiene a su lado. Entre ellos están los dueños de conducir la economía, banqueros que lo financian con su dinero, así como funcionarios oficiales y empleados del gobierno que sostienen el estado autoritario”, señalan Anne Barnard y Hwaida Saad.

En un artículo publicado en el diario The New York Times, ambos analistas opinan que si este grupo de personas “abandona al gobierno y se pasan a las filas rebeldes en masa, ellos pueden cambiar la corriente de la guerra”. “En vez de eso, su incertidumbre contribuye al estancamiento”, agregaron.

Hasta ahora han fracasado todos los esfuerzos diplomáticos para poner fin a la guerra, ya sea a través de Rusia -el principal aliado de Damasco- o del enviado especial de las Naciones Unidas y de la Liga Arabe, Lakhdar Brahimi.

Los rebeldes iniciaron el miércoles pasado la lucha por el aeropuerto militar sirio de Taftanas, en la norteña provincia de Idlib, cerca del límite de Turquía.

En este hecho participaron dos brigadas islamistas, el Frente al Nusra, vinculada con el grupo Al Qaeda y considerado «terrorista» por Estados Unidos, y el grupo Ahrar al Sham (Hombres libres de siria).

Mientras la guerra se estanca, la aviación del gobierno bombardea los suburbios de Damasco, donde los rebeldes están débiles para hacer frente a la superioridad militar del gobierno sirio.

Frente a este panorama, algunos analistas estiman que un eventual ataque de Turquía contra las fuerzas que apoyan a Al Assad desequilibraría la relación de fuerzas existente, agravando la tensión internacional en una zona del planeta considerada como la más violenta de la llamada «Primavera árabe».

Por ahora, tanto el gobierno sirio como los rebeldes que tratan de derrocarlo desestiman la posibilidad de alcanzar una solución política para poner fin a un conflicto que, según la ONU, ha causado un número de víctimas más alto que lo esperado.