Se está preparando una reforma de la Ley de Inmigración. Ello supone una vuelta de tuerca a la ya perversa Ley existente, con sus CIES, sus redadas indiscriminadas en busca de “sin-papeles”, las expulsiones al país de origen, el acoso a “manteros”, y el trabajo de semiesclavos con salarios de miseria, acompañado todo ello con el rechazo de xenófobos y racistas. Para el actual gobierno todo eso es insuficiente, y en un alarde de la más elemental falta de conciencia pretende hacernos cómplices al resto de españoles de su enajenación inhumana, y para ello quieren convertir en delincuente y castigar a cualquiera de nosotros que tenga el atrevimiento de tener conciencia solidaria, cristiana, humanista, o del tipo que sea, pero conciencia, y dé cobijo, dinero o cualquier ayuda a los “sin-papeles”.

Esto es lo que da de sí un Gobierno en mala hora elegido y que se precia de cristiano, demócrata y defensor de los derechos humanos. Y como muestra de cada cosa, alimenta a los obispos con miles de millones que detrae de nuestros impuestos y con los que tendría suficiente para subvencionar sanidad, educación y gastos sociales que incluirían, naturalmente, a los inmigrantes con o sin papeles, pero seres humanos igualitos que ellos, que por eso se dicen demócratas y para demostrarlo quieren imponernos con su democracia de pacotilla una ley tan inmoral y anticristiana como la de negar el pan al hambriento, el agua al sediento y el vestido al desnudo, como les dice Cristo. No obstante, ellos adoran al papa y a sus ministros y meten a sus catequistas en los colegios públicos. Tan falso como su cristianismo y su democracia vienen a resultar, por tanto, su respeto a los derechos humanos de los inmigrantes como de los que mueren bajo las armas que se exportan desde este país a otros donde tampoco se les respeta el derecho a la vida.

La palabra extranjero ya no tiene sentido en un mundo como el que vivimos. La cuestión que deberíamos plantearnos es si alguno de los inmigrantes europeos, africanos, sudamericanos o asiáticos se hubiera movido de su país de haber tenido allí un buen empleo, un buen salario, y unas buenas condiciones de vida en general. ¿Qué creen ustedes? Una breve reflexión sobre la desvergüenza de los ricos y de sus gobiernos tiránicos y corruptos en los países pobres, y un recuerdo más de cómo el imperialismo de los ricos hace su agosto esquilmando sus materias primas.

Cabe preguntar a los desmemoriados xenófobos que nos gobiernan: ¿Ya no se acuerdan de por qué emigramos los españoles a la Europa rica o que nuestros abuelos tuvieron que emigrar a los países latinos perseguidos por Franco? ¿Ya olvidaron la lección igualmente solidaria de los “niños de la guerra” poniéndose a salvo en Rusia?

Viendo el trato social discriminatorio- incluso en medios oficiales- que se da a inmigrantes y los abusos en el trabajo, en el salario, personales y en tantos aspectos, uno piensa que estos años de bonanza económica sólo han servido para que unos cuantos desalmados inventores del “ladrillazo” –mayormente, pero no los únicos, pues están los banqueros y otras mafias- llenen sus cuentas en los paraísos fiscales sirviéndose de aquellos sin importarles si tenían o no papeles. Y ahora tratan esos mismos empresarios y sus políticos de quitárselos de encima con la excusa de que no cabemos todos con la crisis que ellos mismos provocaron. ¿Encogió el país o creció la desvergüenza?

Lo que no crece para el futuro es la población española autóctona. ¿Acaso no han visto aún el envejecimiento de la población europea? Es tan grave que no sólo España, sino hasta la orgullosa Europa rica y xenófoba -como Italia y Suiza por ejemplo- van a ser dentro de nada países donde los inmigrantes y sus descendientes van a ser mayoría y tendrán cada vez más derechos y más poder de decisión y participación. Pero no sólo: aún harán falta más, y no hay duda de que llegarán aunque sea volando. Normal, ¿no? ¿Qué mujer de la “vieja” Europa se atreve hoy a ser madre, si su simple embarazo la coloca la primera en la lista de despidos de su empresa? ¿Qué madre o qué padre de familia compaginan la vida laboral con la necesaria atención al cuidado y educación de sus hijos?….

Fingen los malandrines que les preocupa la delincuencia ( no la de sus amigos, por supuesto). El país se empobrece para que todos ellos se enriquezcan; la educación y la cultura se van a pique; los jóvenes no tienen trabajo y los mejor preparados emigran. Y esta es la rueda que gira y gira: mala formación cultural, escasa formación ética, pésima educación emocional, individualismo competitivo, pandillismo callejero, ausencia de perspectivas futuras de trabajo juvenil, políticas que inducen al consumismo y generan entre los desocupados necesidad de dinero…Vayan sumando estos y parecidos asuntos y podrán ir entendiendo muchos de los elementos que contribuyen a que un día aparezca un delincuente. Y da igual sea o no español de origen. ¿Acaso la injusticia social y el desinterés por la verdadera educación, esencia del sistema capitalista y origen de tantos de estos problemas, no es la misma para todos? Esa es la única igualdad que reconoce: ser injusto por igual en todas partes, creador de pobreza en todas partes y creador en todas partes de las mismas carencias que favorecen la delincuencia que, por cierto, no cesa de aumentar cada año que pasa.

A menudo se insiste en estas y parecidas páginas sobre estos hechos, sin que estas informaciones y críticas parezcan tener efecto alguno en el Gobierno español. Claro es que no pueden darse soluciones de verdad sin partir de la idea de justicia, de “café para todos”, inmigrantes o autóctonos. Fraternidad, igualdad y justicia son valores que nunca estarán en los programas de educación de ningún Estado capitalista. Tampoco del español, claro está, pero de lo que no cabe duda es que estamos en un serio trance -con imprevisibles respuestas desesperadas de muchos- de entrar en vigor una ley que tendría que ser justo al revés: castigar al ciudadano que niegue ayuda humanitaria a quien la necesite, del mismo modo que se castiga a los que no auxilian a un accidentado en carretera. ¿ O es que un inmigrante ilegal puede tener menos derechos que un perro callejero? Esto es intolerable y no creo que los españoles- pueblo generoso y acogedor como sabemos- acepten fácilmente someterse a esta ley desalmada en todo el sentido de la palabra.